Una vez más ganaron los violentos. Esos delincuentes disfrazados de hinchas tomaron el protagonismo de lo que (hasta las 22.30) era una fiesta en el Bautista Gargantini. La música inigualable del fútbol la ponían las dos hinchadas, la de la Lepra y la del Cruzado. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, el panorama cambió. Los insultos, provocaciones y amenazas de un lado y del otro dieron paso a la locura, a la agresión física, los piedrazos, los gases lacrimógenos, las balas de goma. Descontrol total.
Ahí quedó expuesto el pésimo operativo de seguridad. ¿Qué necesidad había de habilitar la platea este? ¿Por qué no dejarla como pulmón de separación entre una hinchada y otra? ¿Por qué el cuerpo de Infantería no se ubicó en lugares estratégicos? Los cuatro o cinco policías con escudos ubicados en el improvisado pulmón en la intersección de la popular norte y la platea este fueron golpeados salvajemente por el malón de facinerosos que fueron en busca de los de Maipú.
Luego de 45 minutos de espera (contando los 15 del descanso) y de un pequeño cónclave en la mitad de la cancha entre los encargados de la seguridad y la terna arbitral, se decidió que el show debía continuar. Como siempre, primaron los intereses económicos por sobre los humanos. Poco le importó a las autoridades organizadoras los policías lesionados, la gente lastimada, la fiesta empañada por culpa de los delicuentes y la falta de prevención en un operativo que subestimó la cantidad de gente que concurrió (nadie esperaba tanta convocatoria un lunes a la noche) y lo que estaba en juego.
Diego Castellino pitó la continuidad del juego, pero ya nada fue igual. Porque mucho más allá de la paliza futbolística que el Deportivo Maipú le dio a Independiente Rivadavia (al punto de dejarlo sin DT), de los tres goles de Matías Persia y de los penales atajados por ese fenómeno llamado Matías Alasia, lo que debió ser una verdadera fiesta del fútbol no volvió a dejar una enseñanza que algunos se resisten a entender. En una sociedad enferma como la nuestra, no se puede jugar con ambas hinchadas. No estamos preparados. Es una batalla cultural que venimos perdiendo por goleada desde hace casi diez años. No aprendemos más.