La Presidenta defendió ayer su derecho a opinar cuantas veces considere necesario sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman y sugirió, entre líneas, que el hecho se trató de un asesinato enmarcado en el histórico conflicto árabe-israelí.
Además, volvió a vincular la muerte con Diego Lagomarsino al recordar un tuit de 2013 “agresivo hacia mi persona” del técnico informático que fue colaborador de Nisman durante los últimos ocho años (ver aparte).
En ninguno de los casos, Cristina Fernández hizo nombres ni dio precisiones. Se pronunció políticamente al hacer tales aseveraciones por una cadena nacional de 62 minutos, pasado el mediodía, sentada en una silla de ruedas en la que convalece de la rotura de su tobillo derecho; con su jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y su ministro de Economía, Axel “Chiquitín” Kicillof, a sus lados, y rodeada de sus ministros y de 14 gobernadores de las 17 provincias con las que poco antes firmó la renovación trimestral del refinanciamiento de sus deudas con la Nación.
“Nadie desde otro Poder puede decir a la Presidenta que se calle y no hable porque hablar voy a hablar todas las veces que quiera. Los jueces y fiscales hablan también, forman opinión en la sociedad y son los que deciden. Algunas manifestaciones decían que yo no debería opinar ni hablar: pero todos los argentinos somos iguales. La libertad de expresión y de prensa son para los 40 millones incluida la Presidenta y debe ser respetada no solamente para los que critican, insultan o agravian al Gobierno; es para ellos y para nosotros, los que pensamos de otra manera”, subrayó sobre el final de su discurso.
Consideró “predemocrática” la posición de quienes consideran que la jefa de Estado no puede opinar públicamente sobre un caso de conmoción pública, como la muerte de Nisman. Insistió: “La libertad radica en que todos podemos hablar. Es como que yo diga que los jueces y fiscales sólo pueden hablar por sus fallos y dictámenes. Pero ellos hablan siempre y están en su derecho”.
Así, salió al cruce del vicepresidente de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, Ricardo Sáenz, quien pidió al Gobierno que deje trabajar “tranquilas” a la jueza Fabiana Palmaghini y a la fiscal Viviana Fein en el caso de la muerte de Nisman y que la Presidenta debía “evitar” volver a hablar sobre el caso para no “interferir”.
También en el cuarto final de su mensaje, hizo una convocatoria a todos los argentinos: “No permitamos, por favor, argentinos, que nos traigan conflictos de afuera, que no son nuestros, a la República Argentina. No permitamos que nos dividan: vayamos a las próximas elecciones en paz, con tranquilidad, con alegría para que el pueblo vuelva a votar y se vuelva a expresar acerca de quién quiere que lo conduzca.
Pero no traigamos el drama y la tragedia de otras regiones remotas del mundo, donde se matan, donde se torturan, donde se tiran bombas y misiles, donde se amenazan con el exterminio entre los unos y los otros. Eso no tiene que ver con nuestra historia. Peleémonos, discutamos, pero sólo por las cosas nuestras. Toda esa mugre que hay afuera, que nadie la traiga adentro. Defendamos a la Argentina más que al Gobierno”.
La Presidenta habló en su segunda cadena nacional en cuatro días (el lunes anunció desde Olivos el proyecto de ley para reformar el sistema de inteligencia estatal), primera desde la Casa Rosada, más precisamente, desde su escenario preferido, el Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario, después de 39 días, luego del brindis de fin de año con discurso con los legisladores nacionales oficialistas.
Sucedió horas antes de embarcarse por la tarde hacia China y ausentarse por una semana del país. El Gobierno quedará a cargo del vicepresidente, Amado Boudou, el más animoso de los que ayer estuvieron en el estrado, sentado junto a Daniel Scioli por protocolo (no siempre es estricto el protocolo, sino también un termómetro político): el Vice acompañó los cánticos de militantes de La Cámpora que clamaban ya no para Cristina sino “para el proyecto, la reelección”.
Pérez, el apuntador
La Presidenta hablaba sobre las buenas noticias que hay en el país, para ensalzar su gestión, y entonces, desde su silla junto a los otros gobernadores que participaron, el mendocino Francisco Pérez le hizo de apuntador: “Y la baja de la nafta”, le recordó. Cristina agradeció el gesto porque tomó el tema y halagó la gestión estatal de YPF.
Entre esas buenas noticias, la mandataria también habló del movimiento turístico en el país y destacó el récord de visitantes que, según las cifras oficiales, llegaron este verano a Mar del Plata. En ese contexto también mencionó que en Mendoza, según le había comentado Pérez, también era un éxito la temporada pese a que enero no es el mes fuerte para la provincia. Desde su lugar, Pérez asentía marcadamente con la cabeza, agradeciendo íntimamente la mención presidencial.
La deuda de Mendoza, prorrogada una vez más
La Presidenta suscribió ayer con representantes de 17 provincias, entre los que estuvo el gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, una nueva etapa del acuerdo de refinanciación de deudas que se renueva en forma trimestral y que es considerado por el Gobierno nacional “un respiro muy significativo” para las arcas de las provincias.
El monto a reestructurar en esta oportunidad alcanzó a 68.839,1 millones de pesos, pero con la compensación por Aportes del Tesoro Nacional (ATN) por 10.027 millones de pesos, “el stock de deuda es equivalente a 58.811 millones de pesos entre las provincias con el Estado nacional”, explicó el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.
La Presidenta recordó que “a partir de la convertibilidad”, las provincias “comenzaron a tomar endeudamiento con bancos privados”. “No nos detuvimos en desendeudar a la Nación, que cuando Néstor Kirchner asumió que tenía un compromiso del 160 % de su PBI en deuda, para tener hoy un 23 %”, resaltó. Agencia Télam