En el extremo sureste del departamento más extenso de la provincia existe un tranquilo paraje compuesto por una decena de puestos, en la que sus habitantes se sienten olvidados por las autoridades provinciales y muchos de ellos deben recurrir a localidades pampeanas o neuquinas para utilizar los servicios de salud y educación.
Poder llegar hasta Ñirre-Co no es tarea sencilla, pero con un poco de voluntad es posible. Se accede por la ruta provincial Nº 186, luego la Nº 180 hasta El Cortaderal y desde allí 80 kilómetros más hacia el sureste. O también desde La Matancilla y por campo traviesa por huellas ganaderas y con muchas piedras. Hay que transitar aproximadamente unos 350 kilómetros desde la ciudad de Malargüe y en parte, por caminos en estado deplorable, en lo que a decir de los vecinos “una maquina de Vialidad por aquí pasó unos veinte días antes del primer Dakar en el año 2008 y después no volvieron nunca más”.
Como muchas otras zonas rurales de la provincia, un par de años antes en Ñirre-Co habían mucho más puestos y familias que se dedicaban a la cría de ganado caprino y bovino, tal cual lo hacen hoy aquellos que aún hacen patria en este rincón de la provincia, mientras que muchos de sus hijos han decidido emigrar en búsqueda de otras y mejores fuentes laborales como el petróleo.
“Estamos abandonados, pero seguimos siendo mendocinos. A pesar de que muchos han cambiado sus domicilios a La Pampa, yo tengo domicilio en Malargüe. Acá no nos visita casi ninguna autoridad y los únicos que entran son vendedores de mercadería de General Alvear y 25 de Mayo”, afirmó don Fermín Moyano
“Somos nacidos y criados por esta zona. Y nuestros abuelos también vivieron por acá, por lo que estos puestos tienen más de cien años. No tenemos los títulos del campo, pero nunca pagamos alquiler a nadie y nunca apareció ningún dueño a cobrarnos; espero que siga así”, agregó Fermín, y destacó que junto a su esposa Elsa enviaron a sus hijos a la escuela en Puelén (La Pampa) y que por razones de salud van hasta el hospital de 25 de Mayo (La Pampa), donde los reciben sin problemas.
Con la imponente vista del cerro Ñirre-Co, las sierras de Chachahuén al sur y los volcanes Payún Matrú y Payún Liso hacia el oeste, este paraje, lleno de historias, tradiciones y anécdotas, es una planicie donde se observan las ultimas coladas de lava que descienden desde el campo volcánico de la Payunia y que llegan hasta la localidad pampeana de Puelén para convertirse en las más largas del planeta.
Tiene características similares al este de Mendoza y oeste de La Pampa en cuanto al clima y relieve y no existen cauces de agua superficiales, por lo que los puestos donde viven están ubicados en lugares donde existen pozos de agua subterránea no aptas para consumo.
“Nosotros el agua para consumo la traemos en bidones desde Rincón de los Sauces (Neuquén) y la de acá, para los animales, la sacamos del pozo. Por razones de salud y por la escuela nuestros hijos van a Rincón, a unos 130 km. También tenemos muchos problemas con zorros y pumas, que nos matan algunos animalitos”, destacó doña Antonia Sosa (67), del puesto Virgen del Carmen, y agregó a modo de anécdota que por toda esa zona anduvo en su época Juan Bautista Vairoleto y que junto a sus primos Julio y Camilo Sosa asaltaron el boliche de “Agua del Toro” y estuvieron refugiados en unas cavernas en las sierras de Chachahuén.
Al pie del cerro Ñirre-Co (que para los lugareños significa “agua del zorro”, aunque en lengua mapuche el “ñirre” es una planta de la zona montañosa patagónica que forma matorrales y en cuyo lugar se refugian los zorros durante las grandes nevadas) vive la familia de Paulino Hurtado y Filomena Parra.
“Mi familia siempre vivió acá, incluso las familias más antiguas y con más de 200 años en el lugar son los Núñez, Peña, Parra, los Yantén. Antes habían muchos más puestos y familias en esta zona, hoy quedan pocos y tratamos de permanecer, incluso aquí cerquita hay un cementerio que hoy está abandonado, pero que hasta los 80 era utilizado”, expresó doña Filomena Parra, y destacó además que para proteger su puesto y el campo de algunos personajes que aparecen y dicen ser los dueños de estas casi 200.000 hectáreas que comprende Ñirre-Co, están en la comunidad de pueblos originarios.
“Por cercanías y por mejores caminos, nuestra relación es con Puelén, 25 de Mayo y Catriel. A casi todos nuestros hijos los mandamos allí a la escuela y para abastecernos de mercadería también lo hacemos en esos lugares. A Malargüe hace mucho que no vamos, sólo lo hacemos cuando hay que renovar el padrón de marca y señal, porque los caminos están malos y las distancias son enormes. Las autoridades casi no vienen, salvo los agentes sanitarios que a veces nos visitan, pero nada más”, manifestó don Paulino, repitiendo lo que el resto de sus vecinos también manifiestan.
Son una decena de familias que viven en un rincón alejado de la provincia. Se sienten mendocinos pero abandonados y por razones de salud y educación muchos han tenido que cambiar sus domicilios a La Pampa y Neuquén. Quieren quedarse en sus puestos y que nadie vaya a quitarles la tierra donde desde que recuerdan sus familias crían animales. Temen que tal vez en un futuro cercano el lugar sea destino de exploraciones petroleras.