Niños folcloristas dedican serenatas a los vecinos

Son alumnos de 5° y 6° de la escuela Lindor Castillo y junto a sus maestros, acordaron rescatar la antigua tradición mendocina. Y hasta aprendieron voces huarpes para rendir homenaje a los pueblos originarios.

Niños folcloristas dedican serenatas a los vecinos

Los antiguos pobladores de Tupungato eran más afectos a las serenatas y recurrían a ellas en muchas ocasiones: desde una fiesta familiar, para celebrar a un cumpleañero hasta como hechizo perfecto para conquistar a una enamorada.

Los alumnos de la escuela Lindor Castillo se propusieron rescatar esta tradición y, en el camino, descubrieron que el folclore cuyano goza de muy buena salud.

"Le llevamos serenatas a  la gente para alegrarle el día", acota con una brillante sonrisa Melanie Berríos. Así resume el proyecto 'Viajemos por Cuyo a través de la música y la danza', que durante este año llevaron a cabo los alumnos de 5to grado y 6to grado de la escuela 1-205 del distrito La Arboleda, el sitio donde se fundó Tupungato.

Como broche de oro de la iniciativa, días atrás los chicos de 5to grado salieron caminando de su escuelita rural y recorrieron fincas, barrios y calles céntricas del pueblo regalando su música. Cantaron toda la mañana y hasta pasado el mediodía.

Ninguno se quejó. Por el contrario, ellos definen como una “gran alegría” ver la cara de sorpresa y felicidad de la gente.

“Rescatamos el cancionero cuyano y lo ponemos en valor  a través del canto popular. Aquí el canto es un disfrute, cada uno lo hace como puede, como le nace”, comenta la profe de Música, Nora Castellanos.

Su desafío para el año que viene es unir el arte de la música con el textil y artesanal de los pueblos originarios.

Lo cierto es que nadie puede negar que estos chicos han aprendido a querer nuestro folclore. “A mí me gusta El Jarillero, algunos hombres se emocionaron al escucharlo”, comenta al pasar Aarón Ormeño y enseguida todo el curso comienza a entonar este pregón de Hilario Cuadros, que se ha convertido en un himno de nuestra música.

Este recorrido 'serenatero' de los alumnos despertó las más variadas reacciones. En una finca de la zona, se armó una verdadera peña. En el barrio El Progreso; vecinos, niños y hasta los perros fueron acercándose tímidamente a la esquina devenida en escenario.

En el Concejo Deliberante, la edil Romina Pinti bailó una cueca con ellos. Recibieron los elogios en la Intendencia, en la Policía y fueron ovacionados en los negocios, donde armaron alegres desmadres.

“En el supermercado, al principio se sorprendían, pero después nos sacaban fotos o filmaban con el celular”, contó Milagros Paz. “A la señora de la verdulería, le gustó tanto el tema 'Semillita de chañar' que nos regaló bananas para todos”, apuntó Axel Pacheco.

Es que los estudiantes de la Lindor Castillo se saben de memoria el repertorio, se aprendieron los clásicos del Cancionero Cuyano y la vida de sus autores, armaron instrumentos de percusión para acompañar la guitarra y hasta debieron aprender la lengua de los Huarpes para interpretar temas homenajes a los pueblos originarios.

“Aprender el Millcayac fue lo más difícil, pero es el tema que más me gusta”, dijo Camila Mercado. Lo que no habían descubierto hasta días atrás es que en Cuyo la serenata 'se paga'.

Así -además de los aplausos y los bailes improvisados- recibieron souvenirs y regalitos en la Casa de la Cultura,  un refresco para seguir la jornada en el Hotel de Turismo y hasta un quiosquero los esperó con una bolsa repletas de golosinas en las puertas de su comercio.

Cuecas, gatos, zambas y tonadas.... todo estuvo incluido en su repertorio. “Sabía El Jarillero porque mi abuelo Andrés era mariachi antes”, soltó Melanie, encargada de acompañar con la danza y los pañuelos las canciones junto a su compañero Brian Díaz.

Una escuela con historia y ganas de aprender

Será porque fue el lugar donde se gestó el departamento de Tupungato o porque la comunidad educativa tiene un fuerte compromiso por las tradiciones e historias locales, pero lo patrimonial se respira en la Lindor Castillo desde la entrada.

“Esto lo hicieron los alumnos en el taller de Artesanía, que tienen en jornada extendida”, explicó la directora Vanina. Se refería al marco realizado de mosaicos con tipologías indígenas que adornan la puerta de la escuela y reciben a los visitantes.

Estos mismos chicos recuperaron la estatua de una Virgen que tradicionalmente ha estado en el patio de entrada del establecimiento.

El año que viene, junto con la música e instrumentos de los pueblos originarios, la profe Nora anunció que aprenderán el arte textil que usaban los primeros pueblos que habitaron la zona.

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