Niños que viven del basural recibieron pecheras para el jardín

Mujeres de un centro de capacitación de El Borbollón realizaron estas prendas para los pequeños de un jardín maternal cercano al asentamient

Niños que viven del basural recibieron pecheras para el jardín
Niños que viven del basural recibieron pecheras para el jardín

El camino que hay que seguir para llegar al jardín maternal Manaslu duele. Al costado hay más de una bofetada de realidad: viviendas construidas con palos, nylon, trozos de madera o lo que había acompañan el recorrido. En los alrededores de muchas se amontonan cosas viejas, bolsas, desechos, cajas, electrodomésticos y sillas que podrían ya no servir. Los patios invadidos por restos del basural, que lejos de ser una molestia es el sustento para gran parte de las familias que viven allí.

Es el terreno lindante a lo que fuera El Fachinal, en Las Heras, donde ahora hay humildes casas de material, pero en las inmediaciones fue inevitable que proliferara un nuevo caserío al que la gente llama el asentamiento del Fachi.

Desde allí llegan muchos niños a este jardín y claro, no llevan uniforme ni guardapolvo, sino lo que tienen. Pero ahora podrán lucir unas pecheras de cuadritos negros y blancos, bordes verdes y hasta un corazón rojo que parece que quiere volar, salir, vivir. Es una sorpresa que han realizado las mujeres que acuden a aprender costura al Centro de Capacitación para el Trabajo N° 6065 que funciona en sus instalaciones. Ayer las entregaron a la directora: son 44 y están destinadas a niños desde 45 días hasta 3 años.

"Para evitar diferencias por el género todas tienen borde verde, pero a las de las nenas les pusimos un voladito", detalló Nancy Ramírez, la profesora.

Sobrevivir

Ella contó que las cosas allí están hechas muy a pulmón y que reciben el sueldo de las docentes de la Dirección General de Escuelas, pero nada más. El resto son muchas manos queriendo ayudar y donaciones. "El 90% de la gente del asentamiento vive del basural", comentó esta mujer que sabe lo duro de esta realidad que comparte desde 1997.

El lugar es un centro neurálgico multifunción. Como comedor alimenta a unas mil personas por día y funciona además como centro de apoyo educativo y dictado de talleres para todas las edades. No sólo eso, también brindan contención, saben de las historias y las carencias. A veces hasta les ayudan a realizar trámites como gestionar el DNI. 

Hay 27 mujeres que colaboran, sobre todo con la cocina que no es poca cosa. "La mayoría no tiene un trabajo ni lo tuvo nunca y por colaborar se llevan mercadería de donaciones", detalló Verónica Herrera, la directora.

"Trabajamos en ser un puente entre el barrio y las instituciones", comentó. Aunque no hay datos frescos, el último relevamiento que ellos hicieron en 2016 arrojó que allí vivían unas 200 familias en el asentamiento y otras tantas en las casas del barrio Santo Tomás de Aquino (ex Fachinal). Sin embargo dicen que cada vez son más. "Desde entonces debe haber aumentado un 60%, yo ya me pierdo en los pasillos de la villa", graficó.

Mary se asoma por una puerta, trabaja allí desde los primeros días en la cocina. Aunque es de poco hablar cuenta que nunca tuvo otro trabajo y que se siente más cómoda allí que en su casa. Dice que no sabe cuántos años tiene ni cuándo tuvo a su primer hijo, pero fueron muchos. "Si me pongo a contar...", dice mirando al cielo. Vive con casi todos ellos, sus parejas y nietos en su vivienda y aunque ya son grandes los tiene a cargo, "No tengo pareja, mi marido falleció hace mucho".

Crecer

Hasta el centro de capacitación llegó hace un par de meses Estefanía, quien vive en el asentamiento, en una vivienda que cuando llueve se inunda porque está en un pozo. "Vengo a demostrarles a mis amigas que yo puedo", había dicho esta mujer que tiene sola dos hijos a cargo. En el comedor reciben alimentos durante la semana. "El fin de semana voy con mis hijos (de 5 y 9 años) al basural, los llevo conmigo porque no tengo con quién dejarlos", detalla y de allí sacan con qué mantenerse.  En sólo unos meses ya logró hacer los guardapolvos para sus hijos, ropa para un acto escolar y una campera para uno de ellos.

Son unas 20 mujeres las que llegan hasta allí con la intención de aprender, confeccionar ropa para sus familias mientras que entre las más avanzadas surge la ilusión del emprendimiento propio o el trabajo en una fábrica.

Aprenden moldería, uso de máquinas industriales y como convertirse en modista, detalló la directora del CCT, Evangelina López quien contó lo emocionante que fue para una de ellas hacer el vestido de 15 de su hija.

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