Niños contra la violencia

Por iniciativa de los docentes de cinco escuelas de Godoy Cruz, se desarrolló días pasados una jornada de niños contra la violencia. Hubo una amplia participación de los padres, y es de esperar que se trate de una semilla que rinda sus frutos, sobre todo

Niños contra la violencia

Estamos inmersos en una sociedad conflictiva, que se manifiesta a diario con las habituales discusiones por algún inconveniente en el tránsito o que se potencia muchas veces en los estadios de fútbol, más allá del accionar de los barrabravas. Resultan afectados con mayor profundidad algunos barrios que sufren el accionar de bandas que, en su lucha por liderar la zona, terminan enfrentándose y perjudicando -muchas veces con consecuencias fatales- a personas que nada tienen que ver con el problema. Así entonces, la minoría se impone sobre el grueso de la gente que, aun en su intención de vivir en paz, no puede concretar sus objetivos.

Es en ese marco que cobra importancia la iniciativa impulsada por directivos de cinco colegios de Godoy Cruz que, aprovechando la celebración del Día Mundial de la No Violencia, realizaron un encuentro del que participaron niños de esos establecimientos y que contó con una amplia participación de los progenitores. Al decir de los observadores, los chicos dejaron de lado la rivalidad para impulsar el diálogo y la convivencia, brindando un mensaje aleccionador a los adultos.

Siempre partiendo de la base de que la conflictividad pareciera estar instalada en la propia sociedad, no podemos dejar de señalar que hay sectores que suelen tener mayor trascendencia por hechos puntuales. De allí la denominación de barrios “conflictivos” que suelen recibir, pero también cabría señalar cómo surgieron y cómo se conformaron esos complejos.

A modo de ejemplo, uno de esos complejos habitacionales comenzó a construirse por el denominado sistema de “ayuda mutua” por parte del Instituto Provincial de la Vivienda, con familias que recibían el lote, los planos y los materiales de construcción y que, habiendo trabajado durante los días laborables, destinaban los fines de semana para construir su propia vivienda. Familias trabajadoras a las cuales ese sistema era el único que les permitía alcanzar su ansiada vivienda propia. Con el correr de los años fueron instalándose algunos -los menos- que priorizaron el conflicto y ganaron espacios frente al grueso que quería vivir en paz.

Otro tanto podría decirse de algunos barrios del oeste, que comenzaron con viviendas precarias por necesidad, no por oportunidad, y que luego fueron aprovechados por otros para desarrollar sus actividades delictivas o como escondite para escapar de las fuerzas del orden y de la justicia.

Una de las docentes participantes de la iniciativa escolar acuñó una afirmación que casi podría calificarse de súplica: “No queremos trascender por los delitos, sino por las cosas buenas, porque la mayor parte de la gente que vive acá es buena y merece vivir tranquila”, dijo, a la vez que reconoció que los colegios vienen trabajando en red con la policía, los vecinos, las iglesias, el municipio y otras organizaciones de la sociedad civil, en la intención de resolver la problemática común, que se centra en el alto nivel de violencia.

En ese objetivo también cabría señalar la tarea que se desarrolla en los complejos polideportivos destinados a incentivar la práctica del deporte y alejar a los chicos de los peligros que los acechan a diario.

Es muy factible que los resultados que se buscan con el trabajo realizado en conjunto, no se vean en el corto plazo, pero están sembrando una semilla importante que puede dar sus frutos con el paso del tiempo.

Todo indica que la mayoría de las personas priorizan la paz frente a la violencia y les resulta inaceptable que unos pocos les impongan sus métodos violentos.

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