Todo lleva a indicar que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, va cumpliendo con su objetivo de eternizarse en el poder. Realiza elecciones tramposas, amañadas, convocadas de la noche a la mañana y termina jugando solo, porque la oposición decide no participar.
En ese marco, por lógica consecuencia, el triunfo aparece "aplastante" al decir del oficialismo, aunque la realidad marca que la concurrencia a votar fue mínima -no alcanzó a la mitad del padrón, según lo reconoce el propio gobierno- lo que determina en los hechos que la gran mayoría del país ha dejado de creer en las elecciones, principal bastión de la democracia.
Lo grave, serio y preocupante, es que Nicolás Maduro, con su prepotencia, va ganando una batalla por cansancio, tanto de parte de la oposición como de los organismos internacionales que unieron sus reclamos tiempo atrás.
Debemos partir de la base de que la oposición venezolana ha perdido fuerza, fruto del desgaste que significó una modalidad de protesta callejera que costó la vida de más de 120 venezolanos por la represión oficial y cientos de dirigentes políticos y sociales detenidos.
Los opositores, por errores propios y por imposición oficial, decidieron abstenerse en las elecciones de alcaldes, en un "frente" que integran el partido del ex gobernador Henrique Capriles; otro por el detenido Leopoldo López; un tercero liderado por Antonio Ledezma y la social democracia, conducida por Ramos Allup.
Frente a esa posición y a sabiendas de que la abstención podía resultar importante, el Gobierno recurrió a los medios de comunicación, que maneja en su totalidad; a repetir a los enviados de la Celac como observadores, entidad que ha asegurado que el sistema electoral venezolano es el mejor del planeta e impuso el denominado "carnet de la Patria".
"Pasando el carnet de la Patria por los colegios electorales sabemos que usted votó. Porque así como ejercemos nuestros derechos sociales y económicos, yo llamo a Venezuela a ejercer sus derechos políticos. A la democracia hay que defenderla ejerciéndola", afirmó Maduro en uno de sus últimos discursos.
De esa manera, jugando solo, el oficialismo venezolano se impuso en más del 90 por ciento de las alcaldías del país, quedando en sus manos también por lo menos 20 de las 23 capitales de Estado.
Maduro se ufanó de haber triunfado y en su discurso ante sus seguidores se refirió a nuestro país afirmando "Viva la Argentina. Abajo Macri".
Cabe señalar que el primer mandatario venezolano suele hacer hincapié en lo que sucede en nuestro país, criticando la muerte de Maldonado pero sin aclarar los 120 muertos en la represión y destacando que en la Argentina creció la pobreza, pero olvidando que su pueblo no tiene comida, remedios ni artículos de primera necesidad.
Dentro de su ambición sin límites, Maduro aprovechó el triunfo electoral para anticipar que impulsará ante la Asamblea Nacional (que le responde fielmente) que los partidos que se abstuvieron de participar en las elecciones municipales, no podrían hacerlo en las elecciones presidenciales del año próximo.
Es más, no ha establecido un cronograma electoral para las elecciones presidenciales y fuentes del propio gobierno han hecho trascender que posiblemente se realicen en abril o mayo del año próximo, para aprovechar el "impulso" victorioso que dieron los últimos comicios y la división de la oposición que no logra coordinar un discurso o un plan para enfrentar al chavismo.
En ese marco de situación, es de esperar que los organismos internacionales insistan en la necesidad de que Venezuela recupere la democracia de manera transparente y no de la forma prepotente y autoritaria como lo está implementando el gobierno conducido por Nicolás Maduro.