Por Pablo Philippens - Redactor Más Deportes
Es verdad, Alemania no nos ganó la final del Mundial 2014, la perdimos nosotros por no embocarla a tiempo. Es cierto también que jugamos mal el partido decisivo de la Copa América 2015 ante Chile. No hay excusas y duele. Esta camada de futbolistas prácticamente no ganó títulos con la Selección argentina y por algo será. Vale una autrocrítica. También reconozcamos que el mejor del mundo, la gran figura, no logró el desempeño que muchos esperaban de él. Sin embargo, permítanme decirles que no merecemos ni un minuto más de Messi.
Desde hace años se multiplican en decenas de medios y redes sociales comentarios desafortunados hacia el crack del Barcelona, los que, sumados a insultos y reproches por haber perdido la Copa América el pasado sábado, lo habrían hecho pensar seriamente sobre su futuro próximo con la albiceleste.
Existen, paralelamente, un montón de razones para afirmar que Lionel Messi es indiscutible. Basta con mirar un poco más allá de los últimos resultados. Basta con apostar a la memoria para que la recuperen los que, quizá, la perdieron en el camino. ¿Quién es Messi? ¿Qué es lo que hace? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Para qué? Las respuestas a todas estas preguntas tienen un denominador común: no lo merecemos ni un minuto más.
* Este señor que está recibiendo palos a montones llamó la atención de toda España hace 13 años. Se transformó en una promesa del balompié poco después de haber pisado suelo catalán. Rechazó inmediatamente jugar para el seleccionado de ese país, que le pagó un costoso tratamiento hormonal además de darle trabajo y alojamiento a toda su familia, y optó por representar al combinado del país que no quiso abonar aquel tratamiento, el país que le dio poco y nada. Lleva más de 11 años ininterrumpidos apostando al arraigo. Y no nos dimos cuenta.
* Después de la ridícula infinidad de títulos que ha logrado alrededor del globo, Lionel Messi sería campeón del mundo (España 2010) si hubiese pensado distinto y toda discusión sobre eso de "el mejor de todos los tiempos" estaría resuelta. Aunque ahí lo ven ustedes, recibiendo munición gruesa por ponerle fichas a su propia tierra.
*Luego de 22 años, Argentina llegó de la mano de este joven a las finales más importantes que puede disputar un seleccionado: Mundial y Copa América. Las perdió todo el conjunto, pero eso no cuenta para el argentino promedio, que solo responsabiliza al capitán.
* Nunca supimos diferenciar lo colectivo de lo individual. En lo primero, somos un buen equipo. Y hasta ahí. En lo segundo, tenemos en el plantel al futbolista más y mejor premiado del planeta. Un tipo que brilla de enero a enero. ¿Y saben qué? No nos alcanza porque "acá no hace los goles que hace en el Barcelona". Sería interesante ponerse a pensar cuántos partidos al año juega en Europa y cuántos con Argentina. Y alrededor de quiénes, en qué contexto.
* Los que hoy disparan contra Messi se parecen mucho a aquellos que destrozaban a Maradona en el Mundial 1982 y en la Copa América 1987. Son llamativamente similares a los que olvidaron en un segundo toda la gesta maradoniana cuando se conoció el doping positivo en Estados Unidos 1994.
* Lionel Messi es el segundo goleador histórico de la Selección argentina con 46 tantos detrás de los 54 de Gabriel Omar Batistuta. Atrás quedaron los 34 de Diego. Si el rosarino no se cansa antes del acoso (periodístico y no periodístico) y no pega el portazo, va camino a ser el máximo artillero de la historia albiceleste. Tampoco sería suficiente para reconocerlo, claro.
* La interminable y básica comparación con Diego Armando Maradona. No es posible hacerlo con componentes de generaciones distintas. No se puede. Nunca. Diego fue el mejor de su época y Messi es el mejor de este tiempo. Por ejemplo, ¿es posible realizar un parangón entre un Nokia 1100 -el mejor teléfono celular de la historia para muchos- con el último iPhone? ¿O acaso poner frente a frente al auto más destacado de los '80 con el más imponente de hoy?
* Para los que gustan de odiosas comparaciones: Maradona jugó mal y perdió la final del mundo ante Alemania en 1990 y no recibió ni un cuarto de las críticas que ha recibido Lionel Messi en estos tiempos.
* Alfredo Di Stéfano no jugó ninguna final del mundo. Michel Platini no ganó Mundiales con Francia. Tampoco lo hicieron Johan Cruyff y Marco Van Basten con Holanda; ni Eusebio y Cristiano Ronaldo con Portugal. Menos el húngaro Puskas. Y los siete, protagonistas de la grandísima historia del fútbol, no fueron agredidos con el salvajismo que caracteriza a más de uno de los que nacieron por estos lares. Dijo el español Andrés Iniesta, uno de los jugadores más talentosos del mundo: "Un partido malo de Messi es el mejor de cualquier otro futbolista".
* El único país en el que se discute a Messi es este, la República Argentina. Afuera todos pagarían lo que no tienen para que juegue con la casaca de sus naciones. Allá aprueban su desempeño, sea con la ropa que sea. No, nosotros no merecemos ni un minuto más de Messi.
* Cada insulto dirigido a "La Pulga" demuestra mucho de lo que somos como sociedad. Resulta que era un fenómeno tras el 6-1 a Paraguay en semis de la Copa América y se transformó mágicamente en un villano después de los penales ante Chile. No hay antecedente que valga. El cortoplacismo. Blanco o negro. Pareciera que hay que estar a favor o en contra de Messi. Pensamos que él solo puede vencer a once rivales.
* Messi jamás ganará algo en soledad. No se puede. Es físicamente imposible. Participa de un juego colectivo, grupal. El que pretenda verlo ganar un trofeo a él solo que espere un poco, quizá cuando deje el fútbol se dedique al tenis o al boxeo.
* Este rosarino juega todos los partidos de la Selección argentina con el peso de un triunfo urgente sobre sus espaldas, incluso sabiendo que Biglia no es Busquets, que Zabaleta no es Dani Alves, que Pastore no es Iniesta ni Xavi y que Higuaín lejos está del nivel de Luis Suárez.
* Sin ánimo de enumerar records y premios (lo cual sería "afano"), hay que remarcar un par del sujeto en cuestión: los 91 goles en un año calendario con el Barcelona y la Selección argentina. Pasará mucho tiempo para que alguien supere esa marca. Y que en enero de 2016 posiblemente gane su quinto Balón de Oro como mejor futbolista del planeta, cosa que nadie ha logrado en la historia y que será muy difícil de igualar. Nació acá, pero no, es muy poco para nosotros, no alcanza.
* El tipo no sabe cantar, no le gusta y no le interesa. Se pone los cortos para jugar con una pelota, no para dar un Do mayor. Pero ahí estuvimos nosotros para criticarlo por eso también. Cuarenta y seis veces coreó las estrofas patrias con el cuerpo, aunque no pudo ver el reconocimiento deseado.
* Messi nunca fue tribunero ni lo será. Punto en contra para él porque el argentino promedio ama los llantos en cámara, las visitas a cuanto programa de TV exista, los movimientos de ópera ante un foul, los insultos a la FIFA o las celebraciones circenses. Punto a favor para los que pretenden que se limite a hacer lo que sabe hacer: jugar, la mayoría de las veces, como nadie lo hace.
* A Messi se lo puede criticar futbolística y tácticamente, pero nunca tildarlo de "cagón", "miedoso", "pecho frío" y hasta "español". La falta de respeto solo alimenta más la hipótesis de que un día Argentina deje de contar con un extraordinario jugador todavía en actividad. Muchas veces se le exige más que a la propia presidenta de la Nación.
* Hay que tener una hoja de ruta inapelable como para darse el lujo de gritarle "amargo" a Messi. Le tiene que haber ido muy bien en la vida a uno como para decirle "fracasado". El tipo, que tiene la vida hecha, renuncia sistemáticamente a sus vacaciones para jugar con la Selección argentina. Pero no lo vemos. Y si lo vemos no nos alcanza.
Así las cosas, amado por muchos y odiado por otros como la mayoría de las figuras inmensamente públicas. Messi no solo vio la luz en Argentina, sino que eligió ser argentino por sobre todas las cosas mientras soñaba Mundiales y Copas América. No se le dio hasta acá, pero un puñado de derrotas no lo bajan del primer escalón. Y aunque por su cabeza circulen miles de preguntas, creo que nosotros tenemos que contestarnos una sola: ¿Merecemos a Messi? No, ni un minuto más.