Como si fuera el superhéroe de un comic, Wall Street ha demostrado este año tener más resistencia que ningún otro mercado financiero del mundo.
Por más que el tradicional Standard & Poor's 500 (también conocido como S&P 500, uno de los índices bursátiles más importantes de Estados Unidos) no termine 2019 con la mayor rentabilidad entre todos los índices líder, todavía puede seguir exhibiendo con orgullo el rally alcista más largo de la historia.
Y eso a pesar de todos los contratiempos económicos y políticos que podrían haber frenado su crecimiento. Como muestra bastan dos botones: por cada 100 dólares invertidos en el principal indicador de la bolsa de Nueva York en 2008, en plena hecatombe subprime, hoy un inversor tendría u$s 333, es decir más del triple en poco más de una década. Y por cada u$s 100 invertidos a principios de este año, hoy ya habría ganado un 17%, lo que es una rentabilidad fabulosa para un mercado financiero desarrollado.
Es más: en la semana del 8 al 15 de octubre pasados, el mismo indicador ganó un 3,5%, lo que le permitió acercarse a los máximos históricos alcanzados en el mes de julio de 2019. Y todo esto, como se dijo, dentro de un contexto muy desfavorable para sostener el optimismo de los inversores.
De hecho, las estadísticas muestran que estos mismos inversores tradicionales se han retirado en masa del mercado. Los datos publicados por la consultora Morningstar reflejan que, durante el tercer trimestre de este año, los inversores retiraron unos u$s 60.000 millones de los distintos fondos de acciones que operan en los mercados estadounidenses.
Una estampida de una magnitud que no se veía desde 2009, cuando la crisis financiera arreciaba y el superhéroe de Wall Street yacía rendido por la kriptonita hipotecaria. ¿Adónde fue a parar esta gran masa de dinero? Siempre según el informe de la consultora que tiene su sede en la estadounidense ciudad de Chicago, los inversores se volcaron masivamente a los fondos de deuda y de dinero, mucho más líquidos y a salvo de un derrumbe de los mercados de renta variable.
En números, los fondos de deuda captaron u$s 118.000 millones durante el tercer trimestre, mientras que los segundos se quedaron con u$s 225.000 millones, flujos que no se vieron durante la última década.
TEMOR AL CAMBIO DE TENDENCIA
Como si se tratara de mineros dentro de una mina de carbón, los inversores buscan con desesperación el "canario" que les avise que este rally histórico está a punto de terminarse y que, a partir de allí, comenzará el derrumbe tan temido y tantas veces anticipado.
Sin embargo, a pesar de todo, Wall Street sigue dando pelea. Y eso que no le faltaron motivos para rendirse a lo largo de este año. En primer lugar, por el tremendo desgaste que implicó para los Estados Unidos embarcarse en una guerra comercial con China, el principal exportador al mercado estadounidense, pero sobre todo su segundo mayor acreedor, con tenencias de Bonos del Tesoro que superan los u$s 1,1 billones.
En una pelea que sonó más a propaganda política de cara a la campaña por la reelección de Donald Trump que a una manera de resolver el conflicto con China, recientemente el gobierno de Estados Unidos anunció un nuevo acuerdo comercial con su competidor asiático, por lo que habrá que ver en qué medida modifica el equilibrio de fuerzas en el sector tecnológico.
Para los analistas, este fue el principal motivo para declarar a China la guerra comercial y que provocó una desaceleración de la economía mundial por debajo del 3% en 2019, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional. Si bien Wall Street resistió durante más de un año a los cimbronazos que la escalada comercial provocaban en la volatilidad de los mercados financieros, el S&P 500 también podría haberse visto afectado por el otro gran conflicto político mundial: la salida del Reino Unido de la Unión Europea, con su fuerte impacto en la economía británica.
Sin embargo, esta kriptonita tampoco debilitó a la bolsa de Nueva York, por más que los inversores tradicionales decidieran prestar atención a tantas malas señales internacionales.
LAS EMPRESAS AL RESCATE
¿Cómo logró el S&P 500 sostenerse a pesar de todo? Gracias a las empresas, que vienen aprovechando la reforma impositiva que impulsó el presidente Donald Trump a fines de 2017 y que rebajó significativamente el impuesto a las sociedades.
Con esta reforma, las compañías estadounidenses decidieron repatriar parte de las ganancias de sus filiales en el extranjero.
Si bien la idea del gobierno de Trump era que esos flujos de dinero fueran utilizados para inversiones productivas en territorio estadounidense, el clima económico general no invitó al optimismo en estos dos últimos años, por lo que, con tanto dinero entre sus manos, lo más atractivo para las empresas fue dedicarse a recomprar sus propias acciones.
"Si desapareció del mercado una cierta cantidad de inversores tradicionales, es decir aquellos que adquieren las acciones para conservarlas en cartera, las empresas se convirtieron en las primeras compradoras en el S&P 500, con u$s 731.000 millones de programas de recompra de acciones al día de hoy", explicó Eddie Ghabour, de la consultora Key Advisors Group.
El año 2018 había batido todos los records en este sentido, con recompras de acciones por más de u$s 1 billón. Para el especialista, "normalmente, esta es una señal que marca el final de un ciclo.
El crecimiento se desacelera y las empresas se resisten a invertir. Por eso no encuentran mejor uso de su liquidez". Tal vez, se trata del canario en la mina que andan buscando los inversores