Para quienes no la han visto o no se interesan por el cine más que como el acompañamiento de pororó del sábado a la noche, les contamos que "El último tango en París" (1972), dirigida por Bernardo Bertolucci e interpretada por Marlon Brando y María Schneider, es una obra maestra incuestionable para la historia cinematográfica.
No porque haya sexo explícito o desnudos frontales y alto erotismo (motivos que la hicieron comidilla mediática en su momento, y vuelven ahora a ponerla en los titulares 44 años después) sino porque el cineasta italiano puso en discusión, de una manera inteligente, bella y elegante, la relación entre el sexo y la muerte, la dominación y el poder, los mecanismos de violencia que funcionan en las relaciones humanas.
Pero, además, con una raíz puramente tanguera (la música es del Gato Barbieri), el concepto estético del film es arrollador.
La perfección fotográfica -en tanto trasposición de idea de lenguaje- que aportó Vittorio Storaro al guión de Bertolucci llevó a Pauline Kael, una de las críticas más importantes que ha tenido el cine, a escribir en la revista The New Yorker: "Los colores de esta película son los de la última hora de la tarde: naranja, beige, marrón y rosa. El rosa de la carne desangrada, el rosa cadáver. Están tan delicadamente modulados... que el romance y la putrefacción son la misma cosa".
¿Para qué aclarar más sobre la índole de este film y su valor como obra total?
Bertolucci es un director que siempre se interesó por disparar en el espectador una discusión de raíz filosófica.
Esta misma índole de "El último tango...", pero ya instalada no sólo en las relaciones interpersonales sino como funcionamiento social y explicación de procesos históricos y políticos que nos han traído al presente, están marcados a fuego con su gesto de estilo en otro film extraordinario del realizador: "Los soñadores".
En esta última película, que se sitúa en pleno Mayo Francés y cuyos protagonistas son jóvenes interesados en las instancias de esa "revolución", dos hermanos invitan a un estudiante estadounidense a vivir con ellos en el departamento.
Allí, las reglas para 'conocerse' involucran la exploración de emociones y el erotismo, en juegos extremos. Nuevamente, la muerte, el sexo y la construcción social y política que provienen de este par psicoanalítico.
Para quienes no pasaron por la obra de Roman Polanski, y solo se toparon con "Oliver Twist" (2005) -igualmente buena como un opus para la industria masiva- les contamos que este director polaco no ha hecho más que aportar belleza, profundidad y una personalísima mirada a la historia del cine contemporáneo.
"El inquilino" (1976) es también -curiosamente, o no, si se lo piensa con detenimiento- una sórdida y desesperante fábula sobre la sexualidad en relación con la muerte y la oscuridad que son parte sustancial de sus pulsiones y, también, un apunte lúcido al análisis de ese momento histórico europeo que aborda Bertolucci en "El último tango...".
Y, como el realizador italiano, Polanski vuelve sobre el asunto del sexo, el erotismo, la dominación, el poder y las pulsiones en una maravilla de aires teatrales como lo es "La piel de Venus" (2013).
Ni hablar de sus otras obras maestras: "Repulsión" (1965", el nombre todo lo dice; "La danza de los vampiros" (1967), la mejor película sobre el vampirisimo -junto a la "Drácula" de Coppola- que es todo un hondo planteo en materia sexual; "El bebé de Rosemary" (1968), inquietante obra de terror que ahonda en los perfiles psíquicos del mal humano; "Barrio chino" (1974), un policial negro donde la mugre de las capitales tiene sede con maestría; y más; y más.
Todos hablan
Ambos realizadores, Bertolucci y Polanski, esta semana están en las tapas de todos los portales, y en los muros de todos los usuarios, por motivos de índole personal que tienen raíz en la violencia de género.
No obstante, es muy necesario aclarar algo: los hombres no son sus obras artísticas. Una cosa no tiene nada que ver con la otra y, en este pantano de dimes y diretes que los medios llevan y traen para nosotros, todo se confunde, se mezcla, se distorsiona y -por eso mismo- se frivoliza.
En el caso del italiano, por el "supuesto descubrimiento" (algo que no es cierto, porque esa misma noticia fue discutida y debatida allá por los '70) ) de que ni él, ni Marlon Brando, le contaron a María Schneider de sus planes sobre la escena de la violación anal de "El último tango...", que hizo vibrar al mundo entero en los '70.
Ni bien los medios rascaron esa 'novedad', la actriz Jessica Chastein escribió en Twitter que estaba "asqueada" por la 'revelación' (es muy joven, Chastain, evidentemente no vio la película, ni se enteró del revuelo que causó el asunto mucho antes de su nacimiento).
De ahí en más: el cadalso mediático se puso en funcionamiento y el veterano director tuvo que hablar: "Quisiera por última vez aclarar la ridícula equivocación que sigue suscitando 'El último tango en París' en diarios de todo el mundo", escribió Bertolucci, de 76 años, en un comunicado divulgado en Roma.
"He dicho, pero tal vez no he sido lo suficientemente claro, que decidí no informar a María del uso de la mantequilla. Queríamos que tuvieran una reacción espontánea a ese uso impropio", sostiene en la nota.
"Algunos han creído que ella no estaba informada de la violencia contra ella. Falso. María sabía todo porque había leído el guión, donde todo estaba descrito", precisó al hablar de la escena de sodomización de la actriz, entonces de 19 años.
"Lo único nuevo con respecto al guión fue la idea de la mantequilla.
Eso fue, según supe muchos años después, lo que ofendió a María. No la violencia que sufrió en la escena y que estaba prevista en el film", recalcó el director.
"Consuela y a la vez aflige que haya gente aún tan 'naif' que cree que lo que ve en el cine ocurra en la realidad. No saben que en el cine el sexo es (casi) siempre una ficción y probablemente creen que cada vez que John Wayne dispara a su enemigo, cae muerto de verdad", concluyó.
No vamos a defender a Bertolucci, no sabemos qué pasó (María Schneider dijo, luego del film, que esa escena no estaba en el guión; pero fue amiga cercana de Brando hasta el día de su muerte y no presentó denuncias contra su amigo -que, de santo, no tenía nada, pero de actor... lo que muy pocos-).
Es un tema moral y de conciencia que, a 44 años de sucedido, parece que nadie develará con la seriedad que merece el caso. Brando y Schneider han muerto; aún se pueden rastrear indicios entre los que participaron de ese rodaje.
Hasta tanto ese trabajo a conciencia no esté hecho, caer en la hoguera del "dijeron, que dijo, que le dijeron" en que hoy se asientan las afirmaciones mediáticas no sirve más que para alentar la frivolidad y la ignorancia entre las audiencias a las que se dirigen.
Sigue la persecución
El caso de Polanski es de otra índole: también se remonta a más de 40 años pero persigue al director, con la justicia de por medio, hasta nuestros días. Es ilustrativo y muy interesante el documental "Mi cine, mi vida", dirigido por su amigo Laurent Bouzereau.
En este film, que es una larga entrevista con el realizador en su propia casa, Polanski cuenta su versión de los hechos, no se desliga de las responsabilidades morales sino que les brinda contexto.
Una vez más: los hombres no son las obras artísticas que producen. No conocemos de Polanski, más que lo que su cine nos ha entregado.
La noticia ahora es que el Tribunal Supremo polaco respaldó ayer la decisión de un tribunal menor, que había rechazado extraditar al cineasta a los Estados Unidos si entra en Polonia.
Recordemos que Polanski está perseguido en Estados Unidos por un caso relacionado con sexo con una menor de 13 años, durante una sesión de fotos en Los Ángeles.
El director se declaró culpable en 1977 y cumplió una pena de 42 días de prisión, pero después huyó de los Estados Unidos temiendo que el juez lo encarcelara de nuevo durante un tiempo mucho mayor.
Hoy vive en Francia y tiene una casa en Suiza (donde se rodó "Mi cine, mi vida" que se puede ver por Netflix), pero ha visitado a menudo Polonia, el país donde creció, y tiene intenciones de rodar allí. El comité de tres jueces polacos que rechazó la petición del ministro de Justicia de ese país Zbigniew Ziobro, de revocar el rechazo a la extradición, cierra el caso.
Sin embargo los Estados Unidos intentan todavía extraditar a Polanski y llevarlo ante un tribunal.
La gran pregunta
Estos dos casos nos llevan a preguntarnos: ¿Cuán interesados están los medios en develar asuntos relativos a la violencia de género y cuánto es lo que les sirve este profundo tema para regodearse en la mugre que tanto atrae a los que no leen más que títulos?
Es preciso que el periodismo se revise, haga una autocrítica y sólo informe de lo que está en condiciones de probar.
El resto, amigos, es hojarasca: una trama de cuasificción para entretenerlos livianamente, hasta que la publicidad del jabón en polvo -donde la señora de la casa no hace otra cosa que fregar- tenga el espacio que merece, por el dinero que aportó, al mismo medio que hace las 'denuncias'.
Pensar e informarse son, actualmente, los actos más revolucionarios que nos quedan a mano, para entender a este loco mundo lleno de voces y más voces.