Me reía a carcajadas cuando escuchaba y leía que las nuevas tecnologías serían la perdición de la humanidad.
¡Apocalípticos! ¿Qué tiene de malo estar conectados todo el tiempo?, defendí frente a quienes se oponían a los teléfonos inteligentes, las redes sociales y las computadoras multipropósito siempre listos.
Esos detractores iban quedando en el camino –eso para mí era un aliciente– a medida que el mercado lanzaba productos cada vez más intuitivos, más amigables y más sencillos de utilizar. Baratos. Atrapantes. Estaba convencido de que íbamos –todos- en el camino correcto.
Hasta que una tarde recibí en mi casilla de correo electrónico, previo pago electrónico de cinco euros, el código de cinco dígitos que me permitiría utilizar el sistema News Faces. Tenía ya en mi poder -por fin, celebré-, el método por excelencia para intercambiar, modificar y retocar rostros en fotografías digitales.
¡Qué capos estos chinos!, pensé mientras repasaba un instructivo impreso con tinta electrónica en catorce idiomas. ¿Hasta dónde llegará la civilización gracias a todos estos adelantos aplicados a las artes, a las ciencias y a todo lo que sea necesario?, me golpeaba el pecho.
Estaba feliz. Ahora sé que también estaba muy lejos de imaginar que News Faces tenía un punto débil. Siniestro. Irreparable.
...
El perro y el gato de la casa fueron mis primeros colaboradores. ¿Acaso nadie se atrevió, al menos una vez en la vida, a cometer alguna travesura con esos entrañables animalitos?
Después de unos toques y retoques de pantalla fue desopilante ver al micifuz con las facciones gruesas y la dentadura afilada del sabueso, y a éste con su portentosa figura pero con los ojitos verdosos y zalameros del felino. Pero si a este perro solo le falta maullar para ser un gato con todas las letras, sonreí.
Todo era producto de las bondades de las nuevas tecnologías que deberían aprovecharse siempre, me ufanaba encerrado en mi habitación repleta de piezas de software y de hardware, de cables y de teclados y de tarjetas de memoria. De una realidad virtualmente maravillosa. Peligrosamente irreal, concluyo ahora mientras enfrento un nuevo desafío. A los saltos. Uno, dos y tres.
...
Mis archivos de fotos indicaban que tenía mucho por hacer con el programa informático. Manos a la obra, a una recordada profesora de Matemática le quité los rasgos originales para que, dedos mágicos mediante, los luciera Rigoberto Delgado, el celador que se empeñaba en que regresáramos de los recreos dos minutos antes de lo establecido. Dulce fue mi venganza al verlo con los labios pálidos y finitos y las pestañas postizas de la docente. Por aquel trueque ella resultó ampliamente favorecida ya que a sus setenta y tantos años tenía rasgos de una persona ¡de treinta!
Trompa de elefante para el jefe de mi padre y el rostro agrio de aquél para el cobrador de impuestos que siempre la iba de simpático fue otro de los cruces divertidos.
Después dudé en seguir jugando. Porque de un juego se trataba News Faces. Al menos eso creía yo. Pero seguí adelante.
Centré mi atención en las imágenes familiares. ¿Qué tal se vería mamá, quise saber, con la cara de su padre, aquel morocho bigotón, de cejas tupidas y frente interminable? Mis índices volaron por las pantallas y como por arte de magia, desde entonces, mamá pasó a tener las facciones de mi abuelo.
A papá le puse un sombrero y una sonrisa que tomé prestados de un afiche de Marlboro. Era un disfrute detrás de otro.
Pero cuando golpearon la puerta de entrada a mi mundo virtual protesté.
- ¿Qué pasa?
- La comida está servida -contestó mamá-.
- Más tarde, por favor.
- Si no bajás en dos minutos te traigo la cena para que comas acá. Llevás días sin probar bocado por culpa de esa computadora y la internet y los jueguitos en red y bla, bla, bla.
La escuché quejarse de que mi cerebro comenzaría a funcionar defectuosamente si no me alimentaba de modo adecuado y como consecuencia de eso dejaría de comprender cómo funcionaban muchas cosas en el mundo y bla, bla, bla. Como la informática, dijo para interesarme.
Finalmente puedo decir que tenía razón. Si yo me hubiera alimentado mejor podría haber estudiado y reflexionado más adecuadamente sobre las condiciones operativas del programa News Faces y las contraindicaciones, que nunca sospeché.
Pero ya era tarde.
Traía una bandeja humeante. Sopa de letras, anunció, mientras yo trataba de despegar la mirada de tantos algoritmos, claves y contraseñas y animaciones que aparecían y desaparecían fantasmales por la habitación.
La voz de mamá era tan dulce que hasta Mafalda se habría escapado del mundo Quino para tomar aquella sopa con placer.
Sin embargo, el drama comenzó al tener a mi propia madre frente a mí. Es que la frente ancha y despejada de mi abuelo, sus cejas superpobladas y aquel bigote pinchudo habían pasado a ser parte ¡¡del nuevo rostro de mamá!! que metía miedo.
Tuve suerte de que papá anduviera cerca. Recién llegaba del parque con las mascotas, así que salí al pasillo en busca de auxilio. Pero él ya no era el mismo de siempre, sino el vaquero de la publicidad. Respiré hondo para pasar el sofocón.
Creyendo que se trataba de una pesadilla corrí desaforadamente, hasta que los vi: el portentoso mastín de casi cincuenta kilos lucía la naricita y los bigotes del gato, y éste, unos metros más atrás, mordisqueaba un hueso con habilidad perruna.
Que me acercara un poco para acariciarlo fue suficiente para que el gato ¡nuestro gato! empezara a ladrar como un condenado para defender su alimento.
Ya pasaron veinte años y desde aquella tarde no he vuelto a mirarme al espejo. Tengo fuertes indicios de que alguien más usa News Faces y tiene motivos para cambiarme las facciones cada día. Y mucho más que la imagen. Es que ayer, por ejemplo, amanecí cantando como un bellísimo sietecuchillos.
Hasta recién me sentí una pura sangre y llegué a fantasear con la chance de competir en un festival de doma y folclore. Pero no podrá ser. Ya no. Porque una mano se me vino encima, me atrapó por la cabeza, me alzó varios metros y me hizo saltar -uno, dos y tres- hasta ubicarme en un escaque negro justo frente a un Rey fuertemente custodiado por una Torre, dos Peones y otro Caballo de madera como yo.
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