El sistema político de Israel es conocido por sus elecciones adelantadas y las repetidas caídas tempranas de los gobiernos. Sin embargo, hay una excepción. El veterano Benjamín Netanyahu –Bibi como le dicen sus compatriotas– se ha convertido en un sobreviviente de estas tensiones y en el primer ministro con más tiempo en el cargo.
Bibi, de 69 años, dirige el gobierno desde 2009 y sobrevivió a dos masivas ofensivas militares contra la Franja de Gaza que desataron un fuerte repudio internacional, varias olas de protestas masivas dentro del país por la economía y las causas de corrupción que se le acumularon en la Justicia, y a un sinfín de crisis internas de sus coaliciones de gobierno con socios ultranacionalistas, ultraortodoxos y más moderados.
¿Últimas maniobras?
No obstante, la incapacidad de formar gobierno la última vez convenció a muchos de que el eterno sobreviviente de la política israelí podría estar mostrando señales de agotamiento. Netanyahu ganó por poco la elección adelantada de abril pasado, pero no logró formar una coalición con su antiguo socio, el ultranacionalista y reconocido xenófobo Avigdor Lieberman, quien le pedía romper con los partidos ultraortodoxos.
Pese al fracaso político de los últimos meses, Bibi volvió a apostar por dos mensajes: él es el único candidato reconocido por los líderes más poderosos del mundo y solo él puede garantizar la anexión de todos los asentamientos israelíes en los territorios palestinos, un deseo compartido por los ultranacionalistas y los ultraortodoxos.
A lo largo de la campaña, se fotografió con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y con el de Rusia, Vladimir Putin, a quien visitó esta semana en Sochi.
Expuso sin tapujos sus alianzas con los presidentes conservadores de Brasil e India, Jair Bolsonaro y Narendra Modi.
En paralelo, prometió anexar todos los asentamientos construidos –contra el derecho internacional y pese al repudio de la comunidad internacional– en el territorio ocupado palestino de Cisjordania.
Sus detractores, en cambio, intentaron describirlo desde otra óptica, como un líder enquistado en el poder, que utilizó su cargo para conseguir favores y gobernar de manera poco transparente.
Netanyahu tiene pendientes causas en la Justicia por fraude, sobornos y abuso de confianza pero estas cuestiones no parecen haberlo afectado en los comicios de abril y se presume que tampoco lo harán en los próximos.
Vida agitada
Netanyahu está casado en terceras nupcias y con tres hijos. Se crió en el seno de una familia sionista y laica de Tel Aviv y pasó parte de su infancia y adolescencia en Estados Unidos por el trabajo de su padre, historiador.
Volvió a Israel para hacer el servicio militar y, aunque participó en varias operaciones militares, entre ellas la Guerra de Yom Kipur, en 1973, no es considerado un héreo militar como muchos de sus antecesores en el cargo o, incluso, su hermano Yonatan, quien falleció en la famosa operación de rescate de rehenes en el aeropuerto de Entebbe, Uganda.
En 1993 obtuvo el liderazgo del Likud y tres años más tarde, en 1996, se convirtió en el primer ministro más joven del país, con 46 años. Fue primer ministro por tres años, hasta que en 1999 fue derrotado por el Partido Laborista y se retiró temporalmente de la política para dedicarse a los negocios. En 2005 recuperó el liderazgo del Likud y se convirtió en primer ministro en 2009, tras unas elecciones en las que su partido obtuvo el segundo lugar.