Hija de padres alemanes, de la región de la Baviera, nacida en Buenos Aires pero radicada en Mendoza desde 1949, formada en la férrea disciplina y el esfuerzo personal, Nelly Noller sintió desde muy joven el amor por la montaña y la pasión por el andinismo; actividad que abrazó desde su juventud.
Tenía 18 años de edad cuando participó de sus primeras excursiones en la época que socios del desaparecido Sport Club Boulogne Sur Mer y del Club Mendoza de Regatas compartían cada fin de semana extensas caminatas a la precordillera y a distintos valles cordilleranos más cercanos lo que les permitió alcanzar en varias oportunidades el Cordón del Plata.
Hasta que al cumplir 21 años, hace poco más de seis décadas, un luminoso 16 de enero de 1952, Nelly Noller hizo realidad el sueño y objetivo que se había fijado desde tan jovencita de conquistar la cumbre del Aconcagua. Se convirtió de ese modo en la primer mujer argentina que llegó a la cima del desafiante Techo de América de 6.962 metros de altura.
Singular proeza que compartió con Hugo Eduardo Santi y Rolando Augusto Mikkan - quien luego se convertiría en su esposo - que entonces tenían su misma edad y sentían la misma atracción y devoción por la montaña por lo que no medían riesgos cuando no existían los medios actuales para la ascensión o el escalamiento.
Nelly que tiene 81 años de edad (24-09-31) reside desde hace 25 en Toronto, Canadá, donde viven dos de sus hijos – Pablo Rolando y Mónica Cristina - regresa periódicamente a su provincia adoptiva para visitar a su otro hijo Jorge Ricardo. Seis nietos completan su familia: Cristian, Paola, Maximiliano, Roxana, Axel y Erika.
Solo tres mujeres extranjeras habían vencido al frío e imponente Aconcagua hasta el momento de la proeza de Nelly. La primera en lograrlo fue la francesa Adrianne Bance de Link, el 7 de marzo de 1940, en compañía de su esposo el andinista alemán Juan Jorge Link y los miembros del Club Andinista Mendoza: Pablo Franke, Pablo Etura, Domingo López y Juan Semper
. La segunda en hacerlo posible en febrero de 1947 resultó la española María Canals Frau, conocida como Mausy, “La Novia Blanca del Aconcagua”, porque al regreso sufrió los síntomas del llamado “mal de alturas” y luego de pernoctar dos noches a la interperie murió por congelamiento en los brazos de su prometido José Colli con quien iba a contraer matrimonio.
La tercera resultó la suiza E. Marmillot. Por aquellas décadas del 30 y del 40, se organizaban distintas excursiones a cerros de 3.000 y 4.500 metros de altura y se accedía a picos como el San Bernardo, Loma Amarilla, Loma Blanca y Franke hasta que aparecen desafíos mucho más difíciles. Entre los pioneros del Club Mendoza de Regatas se encuentran Roberto Testoni, Héctor Ñato Perone, Alfredo Tito Magnani, Ricardo Ponce, José Pepe Colli, María Mausy Canals Frau, Hugo Eduardo Santi, Juan Maas, Rolando Mikkan y Nelly Noller.
Se recuerda por ejemplo que en febrero de 1946 Roberto Testoni fue el primer socio del Club Regatas en hacer cumbre en el Aconcagua como miembro de la expedición de Valentín Ugarte. El 27-12-46 los asociados Alfredo Tito Magnani, que solo tenía 16 años, y Héctor Ñato Perone alcanzaron también esa ansiada cima hazaña que repitieron el 27-11-48. El 15-01-48 ascendieron el cerro Tupungato (6.650 metros) y el 16-01-49 el cerro Mercedario (6.770 metros).
El relato
Nelly Noller dialogó con Más Deportes en uno de sus últimos viajes a Mendoza en su antiguo hogar en Dorrego, donde recordó los pasajes más salientes de aquella singular aventura: “En esos tiempos todo resultaba mucho más duro, se subía a pulmón, con enorme sacrificio y había que vencer cada obstáculo con medios muy precarios.
En las carpas utilizábamos calentadores a querosene y usábamos zapatos con grampones, no de goma o de doble capellada como los de ahora. Además llevábamos piquetes y no bastones de esquí que aún no se habían fabricado.
Aunque íbamos bien abrigados tampoco se conocían las camperas térmicas como las de hoy, y el servicio de radio era tan precario que la mayoría de las veces no podíamos comunicarnos. Si lo lográbamos lo hacíamos con mucha dificultad e interferencias. Recuerdo también que los mitones los fabricábamos nosotros mismos, al igual que los pasamontañas.
El ejército, que entonces cumplía una misión muy solidaria en la frontera, nos brindó una gran colaboración. Eran los únicos que protegían a las patrullas en la montaña porque entonces no existían los guías o patrullas de rescate. Además las tropas de alta montaña se encargaban de la construcción y conservación de los refugios, del rescate de los accidentados o enfermos y colaboran con ropa o alimentos.
Primero nos aclimatamos durante varios días y el 3 de enero salimos a Puente del Inca para ultimar los detalles finales. Al día siguiente comenzamos a remontar la Quebrada de Horcones hasta Plaza de Mulas donde cuando llegamos había muy pocas carpas.
Nos alojamos en el antiguo refugio y comenzamos otro periodo de adaptación y aclimatación, por lo que hacíamos cortos trayectos a otros picos y regresábamos. Recién el día 14 partimos a pie cargando nuestras pesadas mochilas y nos dirigimos por la ladera Norte en dirección al refugio Plantamura en los 6.400 metros.
Fue una jornada agotadora, larguísima, que no se terminaba nunca, pero manteníamos el ánimo y el buen ritmo. El 15 fue un día de descanso para recuperar la energía y nuestras fuerzas. A las 5 de la mañana del 16 de enero iniciamos el asalto final. Hacía un frío intenso porque la temperatura era de varios grados bajo cero, pero con buen tiempo. Por suerte no había amenazas de tormentas ni soplaba el viento blanco.
Con gran esfuerzo llegamos al refugio Independencia, a los 6.700 metros de altura, y comenzamos a trepar por una sinuosa canaleta. Pasadas las 20, después de cuatro horas de duro esfuerzo, en las que parecía que el pecho nos estallaba, tocamos la ansiada cima. En el lugar nos abrazamos y lloramos de emoción y nos sacamos fotos.
Teníamos a la vista un paisaje increíble, que nunca hubiéramos imaginado. El horizonte se extendía como un mar de montañas y más allá de la cordillera de Los Andes divisábamos el azul del océano Pacífico. Habremos estado una hora en la solitaria cumbre donde retiramos los testimonios de una expedición mexicano-chilena anterior y dejamos los nuestros: banderines del Sport Club Boulogne Sur Mer y del Club Mendoza de Regatas”.
"La Novia Blanca"
Nelly evoca además la valerosa y conmovedora historia de otra andinista de entonces, María Canals Frau, conocida como Mausy, nacida en Alemania pero de padres españoles, que en febrero de 1947 hizo la promesa de contraer matrimonio con José Pepe Colli si ambos cumplían con el objetivo de llegar al Aconcagua acompañados por Juan Maas que era un gran amigo de la pareja y socio además del Club Mendoza de Regatas.
Las crónicas de nuestro diario recuerdan que al iniciar el ascenso desde la Gran Canaleta, luego de aclimatarse un breve período en Plaza de Mulas, primero sufrieron el llamado “mal de alturas” y luego se quedaron sin alimentos porque solo contaban con un termo de té.
Maas no resistió y debió abandonar pero encontró la muerte al iniciar el regreso. Pepe Colli y Mausy al límite de sus fuerzas siguieron la marcha y cumplieron la promesa que mutuamente se habían hecho de llegar a la cima.
Sin embargo durante la etapa del descenso sintieron una fatiga cada vez mayor y solo pudieron arrastrarse hasta la zona del Gran Acarreo. Cuando una patrulla del ejército logró rescatarlos Mausy había fallecido en los brazos de su prometido. Nelly comenta que desde ese día se conoció a Mausy como “La Novia Blanca del Aconcagua”.