Al caminar por Doha asoman las gigantografías como señales informativas que integran la escenografía cotidiana como una parte natural del contexto. Marcas publicitarias - la mayoría - le dejan espacio a la difusión de actividades relacionadas con eventos deportivos, los cuales florecen en Qatar como fruto de una política de Estado del emirato. El "Sports Day" es una, preparada para cada 11 de febrero, a poco más de dos semanas. Una jornada en la que el habitante qatarí es estimulado por el gobierno para realizar actividades deportivas en un día que es declarado feriado.
El deporte está en todos lados por estas tierras y en una fase creciente de atracción. La organización de competencias de alto nivel estimulan al sponsoreo privado en mixtura con la gestión pública. Todo es un mix de aportantes y de capitales que se instalan en la ciudad referencia de Qatar hasta transformarla en el epicentro de inversiones millonarias.
Doha pasó de ser una aldea de pescadores cuyo principal ingreso era el cultivo de perlas a un centro nerurálgico para grandes negocios de los principales referentes del capitalismo mundial. Y si las inversiones abarcan al techo de los deportes, mejor que mejor. ¿Quieren a Rafael Nadal, Roger Federer y Novak Djokovic? Entonces arman el ATP 250 Qatar Exxon Mobil Open 2015 para que los tenistas de elite jueguen durante la primera quincena de enero. ¿Prefieren golfistas del máximo nivel? Enseguida reservan las habitaciones vip de las más fuertes cadenas hoteleras para alojar a quienes participan del Commercial Bank Qatar Masters 2015. ¿Natación, ciclismo, atletismo, deporte motor y fútbol? Las competencias más reconocidas en cada disciplina tienen cabida en un plan que abarca ocho años continuos.
En tránsito a pie por el Cornige (costanera) se observa la bellísima bahía por un lado y la imponencia de las torres coloreadas -cambian su tonalidad por la iluminación variable - por el otro. En el medio del recorrido, de aproximadamente 5 kilómetros, se halla un monumento construido en alusión al Mundial de Balonmano, con la imagen de un jugador de handball a punto de realizar un lanzamiento. Es este el momento en el que la XXIV edición de la Copa del Mundo empieza a recorrer su última semana. Y a Qatar no le pasa inadvertida más allá de las múltiples obras en construcción, como la de las cinco líneas que compondrán la red de metro, por ejemplo.
El impactante Lusail Multipurpose Hall y el Ali bin Hamad Al Attiyah Arena/Al Sadd siguen siendo las sedes de los encuentros definitorios. El Duhail Sports Hall, otro fastuoso predio, ya cerró sus puertas en la noche del martes tras la obtención de la Copa Presidente por parte de República Checa.
Qatar alimentó una idea base de conformar una selección de elevado alcance competitivo hasta ir armando el rompecabezas pieza por pieza. Contrató el entrenador Valero Rivera - sacó campeón mundial a España en 2013 - por casi un millón de dólares al año. En un año y medio, los qataríes ganaron la Copa de Asia en mayores y en juveniles al igual que el equipo júnior. Para este Mundial, previo al duelo de cuartos de final contra Alemania, el equipo demostró estar a la altura de las circunstancias: se clasificó en el Grupo A y en octavos dio cuenta de Austria.
Sólo la mitad de sus jugadores es nacida en este suelo: Al Karbi, Mabrouk, Mamadi, Murad, Hassab Alba, Mallash, Zakkar y Hamdoon. El resto del plantel está plagado de estrellas foráneas, todas nacionalizadas: el arquero bosnio Daniel Saric, el cubano Capote, el español Borja Fernández, el francés Roine más los montenegrinos Markovic, Stojanovic y Damjanovic.
Qatar tiene grandes reservas de petróleo y gas, lo cual implica una riqueza poco menos que ilimitada. Más allá de este torneo, la mira de sus objetivos está a la vista en cualquiera otra de las gigantografías que se pueden observar caminando por Doha: "Ganarle a la dificultad...ganarle al desierto. Podemos hacerlo".