Pasó el peligro de heladas sin grandes complicaciones y cada industrial comienza a hacer sus cuentas sobre cómo puede venir la próxima cosecha. Si bien cada parte de esta cadena tiene sus propios intereses, la baja incidencia de accidentes climáticos -hasta el momento- en zonas de alta producción ya da un panorama de lo que puede venir para Mendoza y la industria en general.
La cifra final la dará en febrero el Instituto Nacional de Vitivinicultura, pero lo cierto es que los grandes grupos bodegueros ya tienen su propia estimación y coinciden en que nos encaminamos hacia una cosecha superior a la de 2018, en donde se levantaron poco más de 25 millones de quintales.
Las bodegas saben que viene una buena vendimia y especulan con eso. Ya se ve en el comportamiento que las empresas están teniendo en el mercado de traslado (es decir, en la compra y venta entre bodegas que fraccionan y las que sólo elaboran), un termómetro muy claro de lo que pasa en la actividad. En off, lo confirman: el consumo en el mercado interno sigue en baja y no repunta, las exportaciones se recuperan lentamente pero no sacan grandes volúmenes y hay stock para aguantar, por lo tanto, se compra poco y nada. Si a esto se suma que por las altas tasas es que más conveniente poner el dinero a “trabajar” que comprar vino, porque no poder venderlo en el corto plazo genera pérdidas financieras, el resulta es evidente. Al parecer, todas las cartas están sobre la mesa.