Se acaban de cumplir nueve años desde la muerte de María Elena Walsh. Me propongo hacerle un humilde homenaje cada vez que pueda y no olvidarla jamás. Hace poco manifesté mi tristeza y mi indignación por Andrés Calamaro, pero hoy, quiero decir que María Elena es todo lo contrario.
Es un ejemplo luminoso que todos podemos seguir si queremos ir por el buen camino de la creatividad y la cultura pero cargada de ética y honestidad intelectual. Quiero creer que si los nuevos billetes van a tener referentes de lo mejor que produjo esta tierra, María Elena no puede faltar.
Todos los días, pienso que la necesitamos más que nunca. Era y debe seguir siendo un faro de los valores con los que tenemos que construir la Argentina que soñamos para nuestros hijos.
Me alegró mucho saber que dentro de 20 días se va a inaugurar una retrospectiva dedicada a ella. Va a ser en el CCK y estará montada bajo la supervisión y colaboración de quien fuera su pareja durante más de 30 años, la extraordinaria fotógrafa, Sara Facio. Ella tiene 87 años y es la directora de la Fundación María Elena Walsh que se dedica a ayudar a los jóvenes talentos de la cultura. Sara tiene los derechos literarios de María Elena. Y dice que como no le interesan los autos ni las alhajas, dedica todo ese dinero en hacer las cosas que María Elena hubiera hecho en vida.
Eso se llama dignidad. Coherencia. Y honradez a prueba de bala. Nos vamos a dar un gusto maravilloso y hablar de la magia de María Elena Walsh que a los 17 años publicó su primer libro de poemas llamado: “Otoño imperdonable”.
Es una gran posibilidad de respirar aire puro. Y salir aunque sea por un rato de ese túnel miserable de los que le roban al pueblo.
Hoy vamos a hablar de María Elena. De su espíritu, sus ojos azules, su combate contra todo tipo de solemnidades y almidones, su lucha a favor de todas las libertades como buena defensora de los derechos de la mujer de la primera hora.
Hoy podemos saborear todos los platos exquisitos que supo cocinar María Elena. Nada de los humano le era ajeno. Por eso apeló a todos sus instrumentos: la poesía, la canción, las columnas de opinión, los cuentos, el teatro, la sátira, la literatura infantil, sus denuncias a los autoritarismos, el music hall.
El gran amor de su vida, Sara Facio, siempre aporta materiales desconocidos y reveladores. Dicen que cuando María Elena murió, se elevó al cielo como una bandera de libertad. Por eso, si me permiten, me gustaría decirles que yo no creo demasiado en su muerte.
Ni en la de María Elena ni en la muerte de la libertad. La historia demuestra que son llamas que arden para que la vida sea vida. Y que no se apagan jamás.