Ganó Omar Narváez (38-1-2; 20 KO). Y eso ya casi que no parece ser noticia. Este campeón transita la ruta del éxito en una suerte de piloto automático. Porque difícilmente algún chango haya pensado que podría llegar a sucumbir en Tucumán su imperio. Cada vez que boxea, transmite una tranquilidad impropia de otros peleadores. Se sube al mismo cuadrilátero que su rival, claro. Pero él está en otro terreno. Domina psicológicamente a los rivales. Y como era de esperar, el campeón brindó otra lección de boxeo, una paliza inédita. Así, defendió por sexta vez su cetro supermosca de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) al derrotar por puntos en fallo unánime al boricua David Quijano (15-3-1, 9KO). Las tarjetas: Carlos Ortiz: 120-106; David Singh: 119-109; Ramón Cerdán:120-108.
Narváez, que no en vano ya festejó 37 años, boxea con las piernas y el cerebro. Con sobredosis de talento, más toda su experiencia, demuestra que su boxeo está lejos de marchitarse, por más que esté entrando en el otoño de su carrera. Aquí, en el Hilton Garden Inn Hotel, bajo la atenta mirada de apenas 600 personas (fue una velada VIP) Narváez destrozó la ilusión del retador portorriqueño Quijano. "Lo castigué duro, pensé que el árbitro (José Rivera) se iba a apiadar de él, pero no. Estoy feliz, tengo fuerza, velocidad, estoy vigente", declaró.
Desde el vamos, Narvaéz supo marcar diferencias ante un rival 11 años menor, y tres centímetros más bajo. Quijano, que es campeón latino y está rankeado 11 en la OMB, estuvo lejos de dar el piné. No tuvo ni un puñado de las destrezas de Miguel Cotto, ni del fallecido Macho Camacho.
Mayormente, Narvaéz lastimó con su 1-2 y sorprendió peleando con intensidad. No hubo rounds de estudio, ni de descanso. La pelea fue un concierto del campeón. Ganó todos los rounds. Y apenas si sufrió una mano clara allá por el quinto asalto. Narvaéz, con astucia y velocidad, tomó el centro del ring siempre y todos los golpes que tiró, antes los cargó en la mente.
La mejor evidencia de la clase de Narváezz estuvo en el rostro de Quijano, que terminó con el pómulo derecho inflamado, y el alma rota. Se bamboleó allá por el séptimo cuando recibió una derecha furibunda del monarca, pero aguantó de manera estoica el castigo. El estado físico y la precisión que exhibió el campeón fueron un canto a la excelencia. Si no noqueó Narváez fue sólo porque sus manos perdieron poder por las lesiones.
Hubo tanto glamour en la noche, que el actor Gonzalo Valenzuela debutó como amateur con un triunfo por puntos en fallo dividido ante el tucumano Gonzalo Bevacqua. Y en el semifondo, el crucero Alejandro Valori derrotó por KOT 3 a Orlando Farías.
Pero volviendo a Narváez, hay que destacar que acumula diez años y cinco meses como campeón: antes reinó entre los moscas con 16 defensas mundialistas exitosas. Pasando en limpio, tiene 25 peleas mundialistas. Un número admirable. Algunos tildan de "paquetes" a muchos de sus rivales. Pero él nunca esquivó a nadie. Perdió ante el filipino Nonito Donaire, uno de los mejores del planeta.
Con la exhibición que regaló ante Quijano, cerró el año del mejor modo. Defendió el título tres veces (antes peleó contra los mexicanos José Cabrera y Johnny García). Cumplió Narváez. Viejo es el "Huracán", y sigue soplando.