Es un mundo misterioso, cerrado: ¿lejano? Los narcotraficantes van más allá de lo imaginable, de lo probable y, a veces, de lo posible: los mitos dicen que tienen tanta plata como para someterse a cirugías feroces que les cambian el rostro, se dan los lujos más estrafalarios, las casas más grandes, se compran un zoológico si quieren y algunos son incluso pequeños dioses de sus barrios, donde “derraman” la riqueza en formas que van desde una casa a una pistola.
Y, como si todo esto fuera poco, ellos también viven: tienen las aspiraciones, los conflictos sentimentales y los vaivenes cotidianos de cualquier hijo de vecino.
¿A quién no le interesaría abrir una ventana a sus vidas? Con estos ingredientes no es muy difícil entender el largo éxito.
Porque la fascinación que la industria cultural, basada en narcotraficantes, provoca en las audiencias, no es un fenómeno nuevo. Empezó hace poco más de una década y la noticia no es ya que el tema sigue funcionando en cualquier soporte que pise, sino que se ha expandido.
Es que lejos de apagarse, el interés por este tipo de contenidos se ha internacionalizado, accediendo a verdaderos trampolines globales como Netflix, la plataforma de contenidos streaming más popular.
La narcoliteratura, por ejemplo, que pasó a convertirse ya en un subgénero en lugar de ser una moda pasajera, tiene todos los meses nuevos frutos. Ficciones, trabajos de investigación periodística, literatura testimonial.
“El cártel” (RBA, 2015), de uno de los mayores exponentes de la narcoficción como lo es Don Winslow (Nueva York, 1953), acaba de ser reeditado, para quienes quieran seguir con el universo de “El poder del perro” (2005).
Fascinados: acá y allá
No es casual que todo este fenómeno haya nacido en los países de América Latina más afectados por el narcotráfico: Colombia y México.
Los antecedentes, según algunos estudios académicos, se remontan a la telenovela “Sin tetas no hay paraíso” (2006-2007).
Entre 2006 y 2016, en Colombia, de un total de 15 novelas producidas, seis tuvieron como tema el mundo narco, y además fueron las más vistas: después de la nombrada, siguieron “El cártel” (2008), “Las muñecas de la mafia”(2009), “El capo” (2009), “Rosario Tijeras” (2010) y “Escobar: el patrón del mal” (2012), que traspasó muchas fronteras y tuvo en nuestro país uno de sus éxitos más grandes.
“La gente siempre se ha interesado en los antihéroes, que son fascinantes en todos los sentidos. La historia de la maldad en el mundo es infinita, fascinante e intrigante; ese ‘boom' de contar historias de narcos que se da en nuestros países es muy atrayente”, dijo Andrés Baiz (director de la popular serie “Narcos”, de Netflix) a la agencia de noticias mexicana Notimex.
Él también tiene una explicación de por qué germinan tan bien en pantallas tan lejanas: el narcotráfico es un mal cotidiano en América Latina, pero en el resto del mundo no, “por eso ‘Narcos’ ha sido tan fuerte y ha tenido repercusión en Asia, África y América”, sostuvo.
La referencia a “América” (Estados Unidos, quiso decir en realidad) es muy significativa. Porque, si bien ya hay un largo historial de ficciones de narcos en inglés (“Breaking Bad” quizás sea la más original de los últimos años), el suelo latinoamericano guarda todavía cierto encanto exótico, reforzado con paisajes donde no sólo es extrema la violencia sino también la pobreza.
“Narcos” provocó, incluso, que en ese país accedan a leer subtitulados los diálogos en español (“Es la primera vez que una serie de narcotráfico combina el inglés y el español”, remarcó Baiz).
Sin embargo, no todos festejan como él las nuevas audiencias. “El resultado triste y final de esas series es que han robado los sueños a la juventud”, lamentó este año Juan Pablo Escobar Henao (hijo del famoso narco).
El actor mexicano Damián Alcázar (del elenco de “Narcos”) piensa que más que hacer una apología del crimen, las narcoseries exprimen un potencial hiperrealista: son una “magnífica oportunidad de retratar la cruda realidad latinoamericana”, dijo a la agencia AFP.
Pero su entusiasmo, por otra parte, no condice con algunos números, que indican que “Narcos” (tan fértil en todo el mercado latinoamericano) no fue una serie fácil de vender justamente en el país “retratado”, debido al cóctel de estereotipos que circulan.
Hacia una explicación
Pero hay más argumentaciones: algunos piensan que, cuando mexicanos y colombianos ven en la tele estas historias, hacen catarsis.
Y las hay también más “fundamentadas”: el trabajo de Diana Palaversich “O Panorama das Drogas no México: da margem da sociedade ao centro da cultura” (Sociologías, 2013) sostiene que estas nuevas narrativas y expresiones artísticas (que van de la mano de una escalada de violencia vinculada al narcotráfico) pueden ser oportunistas en el mercado que las pide, contribuyendo a la banalización de la violencia y el tráfico de drogas o, por el contrario, ser críticas, huyendo del amarillismo. En los narconovelistas, demuestra, la realidad está más cerca de la primera opción.
Ainhoa Vásquez Mejías (“Cuando los héroes fracasan. De la teleserie policial a las narcoseries”, Punto Cero, 2015) analizó cómo las teleseries policiales, muy populares en algún tiempo, fueron remplazadas por las narcoseries.
Esto demostraría la desconfianza de la gente en las instituciones gubernamentales (por la corrupción y por estar ligadas a veces al narcotráfico) y el síntoma de una sociedad en decadencia, donde ya no hay héroes ni villanos, sino seres humanos que luchan por sobrevivir.
También muchos reconocieron peligros en este tipo de contenidos: “violentos”, “tergiversados”, “inapropiados”, “de doble filo” fueron algunas de las expresiones que se leyeron intermitentemente en los medios durante estos años. Muchos de ellos comprobaron, incluso, cómo las historias crudas de la pantalla pasaban a ser juegos entre algunos niños.
Como vemos, los intentos de radiografiar este fenómeno cultural siempre quedan a medias: iluminan sólo una parte.
Y vemos, sí, que estos contenidos se siguen produciendo y expandiendo a nivel global. Con la digitalización de la vida, además, encuentran nuevas formas. Por poner un ejemplo: la narcocultura ya llegó a las aplicaciones.
"Experiencia" a un click
Quien quiera empezar a indagar en las Narco Series (y la cultura narco en general) tiene una herramienta muy útil a mano: las aplicaciones.
En Google Play se puede bajar fácilmente la App Narco Series (con 50 mil descargas al día de hoy) y Telenovelas Narco (100 mil).
La primera tiene una interfaz bastante fácil: varias secciones que reparten el contenido que a uno le interesa en “Capítulos HD”, donde se pueden encontrar episodios de varias series y novelas narcos, tales como “La reina del sur” y la archi-famosa “Pablo Escobar, el patrón del mal”.
La pestaña “Corridos” indexa contenido sobre este género musical mexicano, que ha devenido incluso en un auténtico subgénero: el “narcocorrido”. Estas canciones hablan de personas vinculadas al hampa.
Y hay más: en “Narco Prensa” se pueden encontrar noticias recolectadas de diferentes medios de comunicación y en “Libros” hay material literario recomendado. Algunos son “La parábola de Pablo”, de Alonso Salazar; “La reina del sur”, de Arturo Pérez-Reverte y el ya mencionado “El poder del perro”.