La Suprema Corte mendocina tiene presidente hasta 2019. Ayer el tribunal eligió por unanimidad a Jorge Nanclares, uno de los magistrados que se mantiene equidistante de los dos bandos en pugna y también el único que lanzó una frase complaciente acerca del proyecto de nombrar dos jueces más en el Máximo Tribunal.
“Con un número de nueve probablemente una Sala Laboral independiente de la Penal nos puede dar un poquito más de agilidad”, había dicho Nanclares 24 horas antes de ser elegido presidente.
La unanimidad no fue fruto de una votación o tal vez sí. En la previa eran tres candidatos los que sonaban: Nanclares, el hasta ahora presidente Pedro Llorente y Julio Gómez. Difícilmente la Corte, un cuerpo conformado por siete miembros, mostraría una votación dividida entre esos tres nombres.
Los tres nombres de la previa eran representativos de los bandos en pugna. El hasta ahora presidente Llorente es uno de los más allegados al gobernador, Alfredo Cornejo, junto a José Valerio; Gómez era el representante del sector que resiste al mandatario, en el que revistan Alejandro Pérez Hualde y Omar Palermo. Por el medio están los que pivotean sin identificarse con nadie: Nanclares y Mario Adaro.
Oficialmente se informó que la elección fue unánime. El rito indica que los supremos se encierran y dicen su preferencia a viva voz. ¿Hubo un acuerdo previo o una primera votación dividida y luego un acuerdo? Sólo los supremos lo saben. El acta dice que la elección fue unánime.
El viernes 24, Nanclares asumirá la presidencia de la Suprema Corte por cuarta vez. Antes la comandó en los períodos 2003-2005, 2005-2007 y 2007-2009. Ahora, será presidente hasta noviembre de 2019, es decir hasta unos días antes de que Cornejo deje la Gobernación.
Nanclares llegó a la Suprema Corte en 1987; fue propuesto por el entonces gobernador Santiago Felipe Llaver, un mes después de la derrota electoral del radicalismo que puso en la Gobernación a José Octavio Bordón.
Nanclares no era precisamente un ajeno a la política. En su juventud fue militante de la Juventud Radical cuando estudiaba Derecho en Córdoba. Se recibió en 1972. En el gobierno de Alberto Martínez Baca (1973-74), entró a la Dirección de Comercio.
Tras la dictadura, el entonces intendente radical de Guaymallén, Leopoldo Orquín, lo nombró director de Asuntos Jurídicos de la comuna y luego pasó a ser asesor jurídico del Ministerio de Gobierno.
Su pliego fue remitido a la Legislatura para obtener el acuerdo del Senado junto al de Pedro Llorente, el supremo a quien sucederá en la presidencia del máximo tribunal. En 2003 también fue el sucesor de Llorente, quien presidía desde 1993.
Todos los antecedentes partidarios de Nanclares fueron cuestionados por el peronismo en la Legislatura hace 30 años. Entonces tenía 38 años y 15 de ejercicio del Derecho. Logró pasar el acuerdo del Senado con lo justo, 18 bolillas blancas y 17 negras.
Hoy su equidistancia con los bandos que protagonizan la grieta lo ponen por encima de las divisiones y en la presidencia del Tribunal.
El valor de la equidistancia
Nanclares llega a la Presidencia en medio de una pelea que se conoce como la “grieta judicial”. Uno de los bandos es un sector tradicional de la Justicia enfrentado con las visiones más heterodoxas que fueron llegando en los últimos años: entre los primeros encajan Llorente y Valerio; entre los segundos, se suman Pérez Hualde y Palermo.
Después se mezclan las adscripciones a cada bando en función de ciertas debilidades académicas o políticas, mano dura versus garantismo y Justicia Legítima (la agrupación de magistrados filokirchneristas).
En ese cóctel, era obvio que Cornejo iba a jugar contra Justicia Legítima y sobre el otro bando se montó para intentar modelar al Poder Judicial (particularmente al fuero penal) a sus necesidades.
Con la elección de Nanclares los miembros de la Suprema Corte hicieron sentir su distancia del Poder Ejecutivo. Se eligió a alguien con buen diálogo con el Ejecutivo, pero con garantía de equidistancia.
La Corte en pleno, más el procurador general Alejandro Gullé, recibieron a la prensa para anunciar el resultado de la deliberación de la mañana. Llorente se despedía de la presidencia diciendo: “He cumplido una etapa en mi vida. Es un tiempo importante y por supuesto siento la necesidad del
cambio y de que esto debe renovarse para que vengan nuevos aires".
Luego dijo que Nanclares es el hombre apropiado para esta etapa de nuevos desafíos; "Me voy muy contento del cargo de presidente y ahora paso a integrar la Sala 1".
Como desafío, Nanclares dijo que se viene la oralidad en el fuero civil. “Tengo la experiencia de haberla conducido tres períodos”, dijo. Luego, se mantuvo en la prudencia que lo caracteriza: “Por ahora tenemos un tribunal de siete. No hagamos conjeturas sobre cosas que todavía no suceden”.
Un problema de espacio
“Por ahora la Suprema Corte es de siete. Cuando sean nueve, conversamos”, insistía ayer Jorge Nanclares. La pregunta es cuándo serán nueve. Y, sobre todo, dónde se van a instalar los nuevos. Actualmente, la Suprema Corte ocupa el ala norte del cuarto piso de Tribunales.
Allí tienen las siete oficinas los siete jueces supremos; hay alguna dependencia de servicio y no quedan más oficinas que ocupar.
De hecho, José Valerio, cuando asumió hace un año, sacó su escritorio al pasillo porque consideraba que su despacho era muy chico y debieron hacer cambios.
Mientras se espera el desenlace el proyecto legislativo, hubo algunas bromas respecto del espacio en el cuarto piso. “Pregúntenle a Gullé”, dijo uno de los supremos. Gullé respondió sonriendo: estamos charlando".
Gullé está en el cuarto piso también, pero en el ala sur. Allí están las dependencias de la Procuración General que encabeza el jefe de los fiscales. ¿Lo sacarán de ahí, para dar oficinas a los nuevos supremos?