Su primera guitarra la heredó de sus padres. La tocaron primero sus cinco hermanos mayores y después él, a lo largo de actos de escuela, fogones y rasgueando a Los Enanitos Verdes o a la Negra Sosa.
Nahuel Jofré, sancarlino, caía preso de su guitarra: "Era como un viaje al pasado, a la madera, los metales, los clavijeros de antes", dice cerrando los ojos e imaginando el cuerpo del instrumento abrazado. "En los años sesenta se fabricaban guitarras como hoy se fabrican celulares", reflexiona.
Pero la tonada, en cambio, le llegó después. De niño ya sintonizaba una FM local que las pasaba por las mañanas, y ya el espíritu de don Alberto Rodríguez andaba rondando por ahí, aunque la verdadera unión se dio en algún momento de la adolescencia. Un momento inexacto, en verdad, porque las uniones más fuertes se van madurando en el tiempo.
"Pero la cosa ha cambiado muchísimo desde entonces. La tonada era una cosa nocturna, de timbas y borrachos", recuerda Nahuel Jofré sobre esos días (no muy lejanos), que los separan del domingo de hoy, cuando se presenta en Cosquín después de haber ganado, el año pasado, el certamen previo de esa fiesta.
Allí ganó con la tonada "Provinciano", que hoy presentará de nuevo, pero ya dentro de un disco homónimo, y ya con un lugar merecido en el festival oficial. "Provinciano, cogollos me florecen en las manos", cantó: la metáfora enamoró.
Así, Nahuel Jofré ya se ganó un lugar como el exponente y (sorpresivo) propulsor de un género ninguneado en el folclore. Un género acusado de lacrimógeno y aburrido, "cuando en realidad es un género que simplemente expresa lo que hace falta expresar", asiente. "Si ha expresado tristezas y dolores, debe ser que fue necesario expresar eso. ¿Alguna desmemoria? ¿Algún olvido? ¿Algo heredado de la historia?", se pregunta.
-Es un género hoy en día un poco relegado...
-Sí, y eso que fue una de las primeras músicas que emigraron desde las provincias a Buenos Aires. Sonaba en las radios y se grababa en discos, en los ‘30. Era tan exitosa como en los ‘60 Los Chalchaleros o Paulo Londra hoy. Se repartía música cuyana para todo el país. Después llegó el furor por los géneros norteños y ahí mermó mucho la producción y difusión.
-¿Te gustaría ser el renovador de la tonada?
- (hace silencio, mira al vacío pensando) Me gustaría ser parte del fenómeno que esté sucediendo en mi tiempo. Sueño, imagino un momento en el que la música popular se vea expresada con todos los sonidos de la patria. Que tengan el mismo valor, desde la Patagonia a la Puna. Este país es riquísimo y quiero que suene todo.
"Hay una cuestión en el mundo globalizado que homogeneiza, destruye las expresiones que no son centralistas. Pero también en la periferia hay fenómenos tradicionalistas, recordadores, de pura nostalgia de lo que fue un pasado, que también son dañinos, porque destruyen cualquier creación actual y genuina que uno pueda hacer. El desafío es hacerle pelea a los dos", resume.
Y a continuación: "Me siento comprometido con mostrar estas expresiones, que están siendo y que pueden ser representativas de lo que esté pasando. El folclore puede seguir hablando del presente".
Cogollos que florecen
Sobre su participación en el PreCosquín 2019 dice: "Lo tomé como un desafío personal, para marcarme un calendario, un plazo de trabajo a mí y a mis compañeros, para mostrarle al país una canción inédita, una canción solita, despojada, y ahora cómo un año después podemos volver con doce canciones editadas, con aquel mismo concepto que mostramos un año antes, pero un año después ya desarrollado".
"Provinciano", esa canción solita y despojada, es un pequeño himno de la Cuyanía al país, en la que Nahuel toca, piensa y habla como un pueblero, un paisano, orgulloso de sus palabras, de sus erres arrastradas y de todo su acento ''cuiano''.
Dice, después: "Me parece que el PreCosquin representa a una cosa federal del folclore argentino, de sus expresiones criollas, nativas, del país en toda su extensión, y tiene todavía una cosa de ilusión joven que me encanta que no se pierda". "Además, el folclore no tiene tantos espacios para la canción", agrega.
¿Y por qué gustó tanto esa canción? Nahuel frunce los labios hacia abajo, en señal de no saber por qué. Simplemente gustó.
El disco "Provinciano", grabado en el estudio Reloj de Arena de Víctor Silione, sigue el curso telúrico del primer disco de Nahuel, "Canciones en Cuyo Vuelo", pero ahora se expande. Ese primer álbum, dice él, lo ayudó a situarse en un lugar y en un tiempo, pero el concepto necesitó desarrollarse. ¿De qué forma? Desandando el propio camino de la tonada, que vino antiguamente del norte. Ahora, la tonada se expande de Mendoza a Latinoamérica.
Sin prejuicios y animándose a sonidos frescos, Nahuel probó otros géneros del continente, especialmente la habanera. Pero también sin soltarle la mano a ese Cuyo profundo, como lo comprueban sus canciones a Tupungato o a la Difunta Correa. Disponible en Spotify (y con la idea de presentarse en vivo en nuestra provincia en abril), este disco saltó a las ligas nacionales desde que lo incorporó a su catálogo el sello Los Años Luz Discos y hoy, desde el mediodía, espera cautivar al exigente público coscoino.
"Encuentro en la música de raíz, en lo folclórico, un cántaro vivo de materiales que nunca nunca se me agota. Pero no es una búsqueda mía, yo no busco ahí: naturalmente, mi camino vuelve, retorna y sigue hacia otro lado, porque es de donde bebo. A veces suena distinto, contemporáneo o despegado porque mi estilo no está tampoco intentando regresar, simplemente va a un lugar. No me pregunto a dónde voy, simplemente voy", asegura.