Tres días después de Hiroshima, Nagasaki conmemoró el domingo el ataque nuclear de Estados Unidos que arrasó esta ciudad japonesa y mató a unas 74.000 personas hace 70 años, en medio de críticas a una reforma del gobierno que busca fortalecer el rol del ejército.
El 9 de agosto de 1945, a las 11.02, la explosión atómica destruyó un 80% de los edificios de Nagasaki, entre ellos su célebre catedral de Urakami, situada a 500 metros del punto de impacto.
A la misma hora exactamente a las 22.02 de Argentina, los habitantes de la ciudad observaron un minuto de silencio al tiempo que resonaban campanas y sirenas en toda Nagasaki, antiguo centro de intercambios comerciales entre Japón y el extranjero y urbe conocida por su importante comunidad cristiana.
Bautizado”Fat Man”, el mortífero proyectil de plutonio estaba destinado inicialmente a la ciudad de Kokura (norte de Nagasaki), donde se encontraba una importante fábrica de armamento. Pero condiciones meteorológicas desfavorables llevaron al bombardero estadounidense B-29 a cambiar de rumbo.
Tres días antes, una primera bomba atómica, "Little Boy", causó 140.000 muertos en Hiroshima (oeste). Ambos bombardeos estadounidenses precipitaron la capitulación de Japón el 15 de agosto de 1945 y el final de la Guerra del Pacífico.
Llamado a la paz
“Hago un llamamiento a los jóvenes: no desechen estos testimonios como cosas del pasado, lo que escucharon podría repetirse en el futuro así que cuiden mucho estas esperanzas que les depositamos”, declaró el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, ante una multitud de 6.700 personas, entre ellas el primer ministro japonés, Shinzo Abe, y la embajadora de Estados Unidos en Japón, Caroline Kennedy, entre representantes de 75 países.
El alcalde invitó “al presidente estadounidense (Barack) Obama y a los representantes de todos los países que poseen el arma nuclear” a visitar Nagasaki.
Después, el alcalde criticó al primer ministro Abe.
"Entre nosotros crece la inquietud y la ansiedad ante la perspectiva de que este compromiso adoptado hace 70 años, el principio de la paz plasmado en la Constitución japonesa, pueda estar en riesgo", expresó, desatando los aplausos de la concurrencia.
Uno de los supervivientes, Sumiteru Taniguchi, de 86 años, también criticó los intentos de Abe de reformar el carácter pacifista de la Constitución japonesa.
“La ley de seguridad que el gobierno intenta impulsar es una amenaza a los muchos años del movimiento para la abolición nuclear y para las esperanzas de los hibakusha (víctimas sobrevivientes de la bomba)”, expresó con un hilo de voz.
Viejos sobrevivientes
“No podemos tolerar estas leyes”, pidió.
El promedio de edad de los “hibakusha” (víctimas sobrevivientes de la bomba) supera los 80 años.
Las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, a través de estas ceremonias y campañas recurrentes contra las armas nucleares, buscan perpetuar el recuerdo de estos desastres aunque vayan desapareciendo con los años los sobrevivientes de los dos ataques.
Como hizo en Hiroshima el pasado jueves, Abe reiteró la voluntad de Japón de militar a favor de la abolición de las armas nucleares y a favor de la no proliferación.
"Renuevo la voluntad de Japón, como único país golpeado por la bomba atómica, de ser un actor del movimiento mundial contra las armas nucleares", declaró, y enumeró las citas internacionales en las que prometió esforzarse para transmitir ese mensaje.
Abe ha recibido críticas por su voluntad de extender el rol del ejército, conocido en el país como fuerzas de autodefensa.
Esta reforma permitiría por ejemplo que los contingentes entraran en combate en el extranjero para defender a países aliados.
Francisco horrorizado
Ciudad del Vaticano. El papa Francisco recordó ayer “con horror y repulsión” los ataques nucleares contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki hace 70 años.
Estos son el “símbolo del poder desmesurado de destrucción del hombre”, dijo el papa Francisco ante los fieles congregados en la plaza San Pedro del Vaticano.
Los “atroces bombardeos atómicos” en Hiroshima y Nagasaki, ocurridos el 6 y 9 de agosto de 1945, suscitan “todavía horror y rechazo”, dijo el Santo Padre. Este “trágico evento” se “ha convertido en el símbolo del ilimitado poder destructivo del hombre cuando hace un uso equivocado del progreso de la ciencia y de la técnica”, dijo Francisco.
“Constituye una advertencia continua para la humanidad, para que rechace para siempre la guerra y las armas nucleares y toda arma de destrucción de masas”, agregó.