Leonardo Rearte - Editor de suplemento Cultura y sección Estilo
Nadie es profeta en su tierra… si es que su tierra es Mendoza. Lo he dicho y escrito en más de una oportunidad, como esas cosas que se dicen medio en broma, medio en serio. (Pero, convengamos, nada es más serio que lo que se dice medio en broma, medio en serio).
La pregunta que me viene a la mente una y otra vez es: ¿por qué en Mendoza no hay famosos? Y lo repito porque este mes en particular amerita la reflexión: estamos a días de la muerte del locutor y conductor Oscar López Pájaro, quien se quitó la vida lejos de los estudios de tele y radio que fueron su segunda (o primera) casa en los últimos 50 años; y también, a horas de la separación de los Karamelo Santo... junto a los Enanitos Verdes, de los pocos embajadores del rock local que quedaban en pie.
Podríamos contrastar también el hecho de que, mientras la Mona es venerado en Córdoba al nivel de un Mick Jagger con tonadita, aquí nunca hubo un artista que se pudiese presentar todos los fines de semana con un éxito semejante.
Es como si hubiese quedado establecido la idea: "Qué se hace éste la estrella, si vive a la vuelta de mi casa". Tal vez la solución sea ponernos cínicos e intentar esbozar el argumento de que lo que escasea por estos pagos es el talento, pero en el fondo creo que esta máxima es errada, desmentido por Tito Francia, Leonardo Favio, Quino, Antonio Di Benedetto. Liliana Bodoc, y siguen las firmas... Es más, como dice el sketch de Les Luthiers, la creatividad de los mendocinos es tanta que, a veces, pareciera un desperdicio desparramarla sólo en nuestro territorio. ¡Y esta provincia tiene como norma desprenderse de los desperdicios!
Vuelvo al caso de La Mona. Los cordobeses, a su manera, tienen un star system vernáculo, promovido desde la radio (Cadena 3 es un ejemplo) y la tele (Lagarto allá es más conocido que la peperina). Pero no es en el único lugar que pasa. Los rosarinos, ni qué decirlo, están orgullosos hasta de Pablo y Pachu. Y, por ejemplo, en el norte de la Argentina, sus propios folcloristas vernáculos encuentran en las peñas allá un palo de popularidad donde rascarse.
Famoso, no existís
Vale la pena la denuncia: los famosos, como entidad, como categoría de ciudadano, en nuestra provincia están vedados. No hay, no habrá y dudo si alguna vez los hubo. No tienen pantalla, ni lugar. La tele y la radio están destinadas a rostros en perpetua rotación. Y si por alguna casualidad usted lector que tiene su programita o conduce algún noticiario se considera conocido y popular, debe saber que la guadaña está sobre su cabeza y que bien ya debería estar pensando en el exilio o en la posibilidad de cambiar de rubro. Sí, los gerentes de programación ya les tomaron las medidas del traje a pasantes de la Maza para reemplazarlo ni bien usted se haga el cocorito.
¿Qué fue de la vida de Susana Fontemachi o Alberto Beato? ¿Qué honores recibió Mario Sánchez en vida? ¿Cuántos aplaudieron a Jorge Marziali en su última Vendimia? ¿Qué fue de los más jóvenes, Rosalía, Daniel Bravo? ¿Es verdad que hace un tiempo sacaron del aire a un conductor de un noticiario local por ser estrella de una campaña publicitaria? ¿Es verdad que a Jorge Sosa le dejan ser "famoso" porque en realidad es santafesino? ¿Cuántos mendocinos se animan a ir a un recital de rock con una remera de los Enanos Verdes, y cuántos de estos soportan físicamente la golpiza que los fans locales de La Renga les propinan por la osada vestimenta?
Así es, es hora de que los mendocinos nos pongamos las pilas y cuidemos esta especie en extinción.
Si usted, por casualidad, en Garibaldi y San Martín, llega a divisar a algún mendocino conocido, vaya, abrácelo, y así, bajito, como quien no quiere la cosa, dígale al oído: "¿Me firma un autógrafo?".
Todo esto dicho, claro está, medio en serio, medio en broma.