Cuesta ver a un grande como Independiente de rodillas. Duele ver que la ilusión de tantos hinchas se vea masacrada por los resultados deportivos. Da bronca ver las peleas de egos para demostrar quien tiene más poder dentro del club y quien tiene la última palabra.
Es angustiante ver que jugadores que llegaron no estuvieron a la altura de las circunstancias. Y enoja que en todos estos años las divisiones inferiores no fueran potenciadas de una manera tal que pudiesen proveer al primer equipo.
Ese combo de situaciones fue lo que dejó al gigante del Parque fuera de la gran oportunidad de su vida: jugar en Primera.
“En lo deportivo, hemos fracasado”, dijo Domingo Marzari tras la derrota con Unión y tiene toda la razón. También es cierto que el club está mejor que cuando llegaron al poder, ya que la herencia que recibieron de la gestión de Daniel Vila no fue la mejor, con sponsors que se fueron, con puertas que se cerraron (¿a propósito?) y con contratos vigentes tan altos que costaba pagarlos.
Por esa razón decidieron hacer casi una refundación del club y sumar jugadores con hambre y ganas de demostrar y con un entrenador que se amolde al proyecto. ¿Resultado? Una campaña de regular para buena y una temporada más en la B Nacional.
Cuando llegó la noticia de los 10 ascensos, en Independiente comenzaron a festejar por adelantado. Sólo había que mantener la base del equipo, pero no se hizo.
Se fueron Emiliano Fernández y Lucas Gamba, todos por mejores ofertas, pero lo peor de todo es que si la dirigencia leprosa hubiese hecho un esfuerzo económico, los jugadores se quedaban porque las ganas estaban. El equipo sintió las ausencias, sumadas a las lesiones de Ezequiel Pérez y Abel Peralta. Así, se arrancó con cuatro bajas más que importantes.
Para la nueva temporada la idea era mantener la ideología anterior, jugadores del medio, con ganas de demostrar y que sean económicos pero las ofertas y las presiones de personas que se volvieron a acercar al club cuando olfatearon Primera División, hicieron que el plantel se llenara de jugadores que ilusionaron por nombres, pero que desilusionaron en rendimientos.
Para colmo, Independiente nunca de destacó por los jugadores que salieron de sus divisiones inferiores (¿será porque nunca tuvieron la oportunidad?), algo vital para darle una bocanada de aire fresco al equipo cuando los refuerzos no rinden.
Así chicos como Gautier, los hermanos Moyano, Villarreal, Zárate, Cerutti, Silva, Ledesma, entre otros, vieron como se pasaban oportunidades de sumar desde adentro de la cancha y no más desde la platea. Pero si durante tantos años los refuerzos postergaron a los pibes, esta vez no iba a cambiar mucho.
Quedan tres fechas para que se terminen los peores seis meses de la rica historia de Independiente Rivadavia y ojalá que este golpazo sirva para que en las elecciones del 21 de diciembre se piense en el bienestar del club y no tanto en sumar poder.