Inseguridad digital: por qué compartimos casi sin filtro nuestros datos personales

El reciente caso de Worldcoin, que entregó criptomonedas a cambio de información biométrica, encendió las alarmas. Sin embargo, llevamos años siendo poco cuidadosos con nuestra privacidad.

Los datos personales y biométricos tienen un valor que mucha gente no conoce y los entrega sin saber qué harán con ellos.
Los datos personales y biométricos tienen un valor que mucha gente no conoce y los entrega sin saber qué harán con ellos.

Un experto contaba hace un tiempo el cambio esencial que vivimos como sociedad. Señalaba que durante décadas gobiernos y empresas gastaron fortunas en obtener lo que la gente actualmente entrega voluntariamente: sus datos personales. O sea, pasamos de que espiaran nuestros consumos y actividades a entregar esa información privada a cambio de, por ejemplo, una imagen de Barbie con nuestro rostro.

Worldcoin y los datos biométricos

Hace unos días cientos de mendocinos fueron a plaza San Martín a hacer fila para que les escanearon sus ojos a cambio de criptomonedas al darse de alta en WorldApp, su aplicación para el manejo de los 25 worldcoins que entregan como regalo de bienvenida.

La polémica se centró en la transacción ya que la entrega de criptomonedas a cambio de información biométrica fue cuestionada por varios organismos del estado, incluida la Justicia de Mendoza y la Agencia de Acceso a la Información Pública (AAIP).

El iris de los ojos de una persona es una característica distintiva, similar a las huellas digitales. Qué hará con esa información Fundación Worldcoin es la pregunta que llevó a la investigación en el país.

Worldcoin es propiedad de Sam Altman, CEO de OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT que es actualmente el desarrollo de Inteligencia Artificial más popular del mundo. O sea, una compañía extranjera recolecta datos biométricos de argentinos sin que nadie entienda bien por qué.

Sam Altman -CEO Worldcoin- con el orbe que toma datos biométricos a las personas para entregarle criptomonedas a cambio.
Sam Altman -CEO Worldcoin- con el orbe que toma datos biométricos a las personas para entregarle criptomonedas a cambio.

La Fundación Worldcoin emitió un comunicado para aclarar las dudas y afirmar que se apega a la ley. Alegaron que “las personas no necesitan introducir ninguna información personal” para utilizar su sistema. “Worldcoin fue diseñado para proteger la privacidad individual y construyó un sólido programa de privacidad. El proyecto cumple con todas las leyes y normativas que rigen el tratamiento de datos personales en los mercados en los que Worldcoin está disponible, incluida, entre otras, la Ley 25.326 de Protección de los Datos Personales de Argentina”, aseguró la Fundación Worldcoin a través de un comunicado enviado a Los Andes.

“Las personas no necesitan introducir ninguna información personal para obtener o utilizar World App, el primer monedero construido para el proyecto Worldcoin. Esto significa que no hay nombre, ni número de teléfono, ni correo electrónico, ni perfil social, ni selfie, ni pasaporte. Cuando un individuo elige verificar su prueba de humanidad, por defecto, el Orb elimina rápidamente las imágenes del iris tras la creación del código del iris”, detallaron desde la empresa.

Hacer público lo privado

El relevamiento de la identidad de una persona es ahora tan sencillo como mirar dentro de una bola metálica pero no es algo nuevo.

La tecnología dentro de los dispositivos que usamos cotidianamente marcaron un cambio radical en la forma de manejar nuestros datos personales. Lo que eran tareas analógicas se volvieron digitales y nos adentramos al nuevo y maravilloso mundo del trámite online y del poco deseable temor a ser víctimas de la ciberdelincuencia.

Los riesgos de robo de nuestros datos personales a través de hackers es constante y preocupante. Quizá nuestra información privada individualmente no parezca de gran valor pero colectivamente se vuelve un tesoro que muchos buscan encontrar y vender al mejor postor.

Los datos personales y biométricos tienen un valor que mucha gente no conoce y los entrega sin saber qué harán con ellos.
Los datos personales y biométricos tienen un valor que mucha gente no conoce y los entrega sin saber qué harán con ellos.

El reciente caso del ciberataque a PAMI, que dejó sin los trámites de receta electrónica y orden médica electrónica a miles de jubilados en todo el país, nos mostró que la tecnología facilita la vida de muchas personas y que puede complicarla en un segundo cuando falla. También vimos que no se debe escatimar en medidas de seguridad para proteger datos.

El ransomware -que es el secuestro de datos o equipos de forma virtual para pedir un rescate- es una práctica común en la actualidad de la que no escapan empresas ni personas. Tal es la magnitud del problema que varios organismos han pedido a los estados leyes para proteger mejor la información digital.

Sin embargo, el avance tecnológico parece una moneda que en una cara tiene increíbles beneficios y del otro una grave exposición a nuevos peligros.

En una escena de la película argentina “Nueve Reinas” veíamos cómo el personaje de Ricardo Darín tocaba el timbre de un edificio y le hacía creer a una señora mayor que era un amigo de su nieto para que le entregara dinero. Hoy, dos décadas después, la modalidad sigue vigente pero con cambios tecnológicos. Actualmente un software con IA permite imitar una voz con menos de un minuto de audio y ya hay quien la usa para llamar a familiares de alguien para pedir ayuda económica utilizando una voz falsa que a la víctima le resulta muy real.

Gratis pero con condiciones

Los engaños se fueron sofisticando y provocan bronca y temor. Sin embargo, no manejamos la misma indignación cuando somos nosotros mismos los que entregamos datos personales sin medir consecuencias.

Uno de los trucos más viejos en estrategias de engaño sigue vigente y la tecnología no hizo más que refinarlo. Hablamos de entregar información a cambio de un regalo.

La gratuidad siempre es tentadora y nubla nuestro juicio crítico. Basta con ver cómo aceptamos términos y condiciones que no leemos a la hora de instalar apps en nuestro teléfono.

También solemos exponer información personal sin medir riesgos. Un ejemplo es el caso recurrente de usar las fotos de nuestros hijos menores como imagen de perfil en apps como WhatsApp o Facebook.

Nuestra imagen tiene un valor del que perdemos el control cuando la entregamos para que una Inteligencia Artificial nos transforme en un personaje de película o nos sumerja en un mundo irreal solo con fines estéticos.

Facebook (Web)
Facebook (Web)

El argumento de que muchas herramientas son útiles y bien vale que sepa nuestro correo electrónico o nuestro teléfono es válido, pero muchas apps apuntan a más.

Por ejemplo, Uber ha sido criticada por cobrar más a personas que piden un auto cuando les queda poca batería por considerar que el usuario aceptará el precio ya que no tiene margen para esperar una tarifa más baja. La empresa ha negado la acusación pero sí reconoció que tiene acceso a esa información específica del teléfono.

El propio Google recolecta una cantidad inmensa de datos -desde ubicación hasta marca y modelo de nuestro teléfono- pero pocas veces los revisamos porque sus servicios nos resultan muy útiles.

Quizá es tiempo de mirar con más cuidado la información que entregamos para descubrir que no estamos tan lejos de las personas que pensaron que era una buena idea entregar sus datos biométricos a cambio de criptomonedas de por vida.

Cuidando el negocio

La filtración de datos se volvió una preocupación para los desarrolladores de productos electrónicos cuando vieron que podían perder más dinero del que ganaban si no cuidaban la información de los usuarios.

Nunca fue una decisión altruista sino más bien de competencia empresarial. Buscan evitar que terceros se lleven información privada de la gente a través de sus productos pero sin invertir un centavo en su tecnología. Así, comenzaron a darle al usuario la opción de controlar qué datos se exponen y cuáles se mantienen en privado.

Los teléfonos actualmente se abren con la huella o con el rostro y el proceso de identificación lo hace un chip dentro del dispositivo al que la empresa afirma no tener acceso. Proteger esa información les sirve a las empresas para evadir responsabilidades ya que ante la Justicia pueden alegar no saber qué hacían los usuarios con sus dispositivos, algo que muchos expertos han puesto en duda.

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