Las organizaciones e instituciones suelen ser creadas con una determinada finalidad, por lo que cuando la remplazan por otras, lo más seguro es que dejen de cumplir lo que saben hacer bien y hagan mal lo que no saben hacer. Un viejo dicho popular hablaba del “sofá cama” como aquel mueble que no es cómodo para dormir ni para sentarse en él, porque al querer ser útil para dos finalidades diferentes, terminaba no siendo eficaz en ninguna de ambas. Esa misma apreciación identifica el actual debate sobre la pretendida estatización de la llamada universidad de las Madres de Plaza de Mayo, que cuenta con aval suficiente en la mayoría oficialista del Congreso como para ser aprobada.
El respeto social que las Madres de Plaza de Mayo poseen se debe al papel crucial que tuvieron en el reclamo por la aparición con vida de los desaparecidos por el último régimen militar, su valentía para exigir sus reivindicaciones en los tiempos oscuros y su constancia para luchar por la justicia cuando llegó la democracia. Justicia que se supo no confundir con venganza en aquellos tiempos fundacionales en los que se realizó el juicio a las Juntas Militares.
Sin embargo, en los últimos tiempos la misma organización, y en particular su principal referente, Hebe de Bonafini, han incurrido en actividades que cuando menos deslucen su clara defensa de los derechos humanos como principal actividad de dicha organización social sin fines de lucro.
Todo comenzó con el arribo del kirchnerismo al gobierno de la Nación, con el cual muchas de las Madres se sintieron políticamente identificadas, lo cual en principio no tiene nada de objetable. Sin embargo de a poco se fueron partidizando todas las actividades de la institución hasta resultar inseparables de la defensa a ultranza de las políticas gubernamentales, incluso de algunas de ellas hasta contradictorias con las propias expresiones de sus principales miembros.
Eso llevó a otra cuestión aún más discutible: la de que la organización de las Madres se dedicara a la construcción de viviendas, lo cual, como era de prever, resultó un fiasco donde la incapacidad y la estafa perpetrada por algunos de los ejecutores del plan -designados por la señora De Bonafini- hirieron de muerte el proyecto y afectaron en parte el prestigio ganado.
Ahora, para colmo, frente a las deudas impagables de otra entidad creada por las Madres de Plaza de Mayo, una universidad privada, a la misma se la propone estatizar, con lo cual terminaremos todos los argentinos pagando el pasivo gestado por la ineficiencia evidente demostrada en la administración de esa empresa académica que, además, está teñida con un gran sesgo ideológico como para que el Estado se encargue de suplir lo que no pudieron hacer las Madres.
La misma Abuela de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, ha criticado recientemente esta incursión de Hebe de Bonafini en actividades para las cuales ni ella ni la institución que conduce están mínimamente preparadas, ya que los reiterados fracasos lo único que hacen es afectar seriamente la credibilidad ganada por la organización en sus actividades específicas, lo que a la postre termina afectando a todas las Madres y Abuelas, aunque la mayoría no haya tenido corresponsabilidad en las despropósitos producidos por el sector conducido por la señora de Bonafini.
En síntesis, sería por demás conveniente que la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo vuelva a dedicarse con toda fuerza y fervor a su propósito inicial, que tan bien supo cumplir sin tener que atarse a ningún gobierno y sin compartirlo con otras tareas que nada tienen que ver con la principal y que muchas veces han resultado manifiestamente contradictorias.