Que un niño o niña tenga cierta timidez a hablar fuera del ámbito familiar, para muchos padres puede resultar normal. ¿Pero qué sucede cuando esa conducta se repite y se convierte en una fobia que atenta con su vida social?
Lo que parece normal o una simple situación de vergüenza, puede esconder algo más complicado que es el mutismo selectivo.
Un trastorno con muchos interrogantes para los adultos, que deben buscar un tratamiento y abordaje integral para curar el síndrome.
Niños y la incapacidad de comunicarse
"El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad sociocomunicativo. Esto quiere decir que la ansiedad está puesta en la comunicación con los otros. Puede ocurrir que cuando el chiquito está comenzando a hablar, a usar el lenguaje, en un momento se vea que en esa comunicación con los otros no puede hablar. Además esconde la mirada, se pone rígido, se molesta cuando alguien le quiere hablar, no le salen las palabras, se esconde. Pero principalmente no se puede comunicar con los otros, la ansiedad está puesta en lo socio-comunicacional", afirma la psicóloga Fabiana Baracchini, especialista en terapia familiar y en tratamiento multi-modal de la ansiedad socio-comunicacional. La especialista refiere que este trastorno se puede despertar al año y medio de vida y que se intensifica con la llegada a la edad escolar.
Frente a la imposibilidad de comunicarse con el otro, hay ciertas situaciones: negar el saludo, un llanto inexplicable en una reunión social o la timidez permanente, no son aspectos de su personalidad.
-¿Cómo podemos detectar que un niño padece este trastorno de ansiedad?
- Son chicos que tienen un desarrollo del lenguaje normal generalmente. Este trastorno comienza mucho antes, lo que sucede es que hay factores predisponentes, como todo aquello que viene con la persona. Es una predisposición a la ansiedad que se traduce en la comunicación en este caso. Desde muy pequeños uno lo puede visualizar. Y cuando empezás a indagar, te das cuenta de que desde muy chico era así; como esconderse detrás de los padres.
“Son chicos que quedan fijados a la imposibilidad de responder ante la expectativa del otro. Y tienen un perfil sensorial más sensible. Por ejemplo: los papás cuentan que van a una reunión familiar y no entienden por qué su hijo de un año y medio entra al lugar y llora queriéndose ir. Son chicos con una sensibilidad a los factores socioambientales. Entendiéndose por personas, olores, colores, ámbitos cerrados o abiertos.
-¿La etapa escolar es un momento clave para atacar este desorden comunicacional?
-Hay un indicio claro en el inicio de la escolaridad, que hace estallar el síntoma, porque sale de la casa y se encuentra solo en un ámbito social por enfrentar. Y lo resuelve enmudeciendo, porque se protege de hablar. Y como que están tironeados de los dos lados de la cuerda. Porque la maestra o sus compañeros le piden que hable y el chico no puede hablar, no lo hace con conciencia.
Ahora, si lo detectás tempranamente y hay una buena educación en la familia y el ámbito escolar, estas conductas se disuelven.
Se trata de chicos con mayor sensibilidad a los factores socioambientales: personas, olores, colores, ámbitos cerrados o abiertos.
-¿Qué sucede si el trastorno no se trata desde la niñez y lo desarrolla a lo largo de la vida?
-Hay casos que no se resuelven hasta llegada la adultez o en la adolescencia y otros no lo resuelven. Y si continúa con factores predisponentes a este trastorno de ansiedad, puede desembocar en una fobia social. Son personas a las que les cuesta salir de la casa, que tienen pocas relaciones sociales. No pueden seguir sociabilizando, incluso no pueden desarrollarse, seguir estudiando o incluso tienen problemas para adaptarse al ámbito de trabajo.
Los síntomas pueden ser muy variados y arraigados. Como trastornos de ansiedad en ataques de pánico, una depresión, fobia social y aislamiento.
Familia y escuela, una una red de contención y ayuda para el síndrome
El primer ámbito de desarrollo del pequeño es la familia. Desde la contención y el abordaje de los padres con un profesional, es fundamental para luego continuar el tratamiento en la escuela.
Está comprobado que una terapia conductual a puerta cerrada no ayuda al niño a resolver el trastorno inconsciente, sino que se tiene que trabajar hacia afuera.
-¿Cuál es el tratamiento adecuado para que un niño pueda resolver este trastorno de ansiedad?
-Hay que trabajar mucho con el contexto, tanto en la familia como la escuela. Y el tramado del contexto donde cada ser humano es distinto, complejiza mucho la cuestión. Porque cada familia viene con sus creencias. En este sentido, hay que dejar de lado ciertas creencias y romper paradigmas en la educación y la crianza. Es muy complejo.
Se trabaja desde la familia hacia la escuela y viceversa. Hay que construir puentes, hay que trabajar la confianza.
Muchos padres se pueden volver un facilitador clave para ayudar a sus hijos. Porque los papás se sienten muy frustrados pensando que ellos son el error. Cuando la familia se pone a trabajar ocurren muchas cosas interesantes. Cuando uno toma conocimiento y empieza a conocer a sus hijos, a observar sus conductas, ese proceso lo llevan juntos a la escuela. Y ofrecen ayuda a sus maestros para que el chico pueda salir adelante.
Para eso, el chico tiene que tomar confianza y una vez que los padres se conecten con los docentes, la cosa empieza a fluir. Es una habilitación que va de los papás hacia la escuela.
-La escuela, ¿no es una barrera en el tratamiento y la transformación del niño?
-La primera barrera que tienen los padres es la escuela, y cómo ellos entran para ayudar a sus hijos. No es fácil para la familia. Le cuesta pedir ayuda del otro lado y más cuando te cierran las puertas. Por suerte hay muy buena recepción de las escuelas, de a poco se va armando un sistema saludable que pueda contener al chico.
En números
Aunque no hay estadísticas certeras de la cantidad de personas que padecen el trastorno, de acuerdo a algunos estudios se calcula que hay un niño cada 140 que padece mutismo selectivo en el mundo.
“Sucede que no todos son diagnosticados, por eso las cifras son mucho mayores. Y además no contabilizamos que dentro del trastorno del autismo, hay muchos chicos con mutismo selectivo. Todo porque se desconoce que se puede tratar. También está el mutismo selectivo bajo perfil, que son los chicos que se los etiqueta como tímidos antes ciertas situaciones”.
Padres en alerta
Son numerosos los casos de padres que se enfrentan al desconocimiento del trastorno. Los pequeños síntomas que manifiestan desde pequeños son la clave para actuar a tiempo.
“Cuando me di cuenta que mi hija tenía este trastorno jamás había escuchado hablar de mutismo selectivo. Esto sucedió a los casi tres años, cuando hablaba bien en mi casa y en la guardería ni saludaba e incluso no controlaba esfínteres. Además no le gustaba mucho el contacto con los chicos y no hablaba. Pero en mi casa hablaba perfectamente, porque no tiene problemas fonoaudiológicos”, cuenta Cecilia Carrizo quien comenzó un largo peregrinar con su hija más grande, para dar con el tratamiento adecuado.
Luego de varias consultas y descartar un problema psiquiátrico comenzó una terapia abierta e inclusiva con el medio educativo, convirtiéndose en una mediadora entre la niña y la escuela.
“A los cuatro años comencé otro tratamiento abierto y encontré la solución. El tratamiento tiene que hacerse en el ámbito donde el niño tiene problemas para hablar, que generalmente es en la escuela. Eso fue lo más difícil para mí, porque yo actué de terapeuta y estar mucho yo en el aula. Fue muy difícil, pero mi hija ahora tiene seis años e hizo un avance muy grande. En este sentido, los docentes si tienen un niño en el aula a quien no le conocen la voz, tienen que investigar si no tiene mutismo selectivo. Porque puede ser un alumno brillante, pero incapaz de dar un examen oral”.