Me crié en San José. Allí vivimos hasta después de los 20 años. Esa casa de Pedro Molina, de Guaymallén, la construyeron mis abuelos que también eran músicos. Allí instalaron un conservatorio musical que llevaba el apellido de la familia: Casciani.
El recuerdo que tengo básicamente de ese lugar es que mucha gente del barrio iba a estudiar música con mi padre, mi abuelo, mi tío. Además, mi papá ensayaba con sus orquestas ahí.
Él tocaba en una de tango y en una orquesta característica -como se la llamaba en esa época- que básicamente hacía música para bailar, con ritmos tropicales, como el son cubano, cha cha, cha, cumbia o foxtrot, etc.. Y de eso vivían: de la orquesta y del conservatorio. Es decir que prácticamente nuestra vida siempre giró alrededor de la música.
También me acuerdo que mi casa tenía teléfono. No había otro en 5 cuadras a la redonda. Entonces los vecinos iban a hablar por teléfono a mi casa o sonaba el teléfono para que fuéramos a buscar a los vecinos o para avisarles que se comunicaran con tal o cual persona.
Es decir que teníamos una relación muy estrecha con los vecinos más cercanos. Con la familia Fernández éramos muy amigos, estábamos siempre juntos.
Otra particularidad del barrio es que teníamos cerca el cine Recreo, sobre la calle Pedro Molina. Era un cine de barrio (hoy Cine y Teatro Recreo) y que ofrecía la posibilidad de ver las películas al aire libre en verano. Contaba con la sala cerrada, que es la que se utiliza actualmente.
Para nosotros eso era muy importante porque era la posibilidad que teníamos de ir a ver películas los domingos al matiné o los viernes o sábados a la noche. Ese cine era muy importante para el barrio y era la única posibilidad de hacer algo distinto.
Una de las películas que vimos allí, al aire libre, fue Ben Hur, la original, en Cinemascope, un sistema que lograba amplias imágenes.
Justamente, lo curioso del caso es que eran tan amplias las imágenes que se salían de pantalla y en varias acciones veíamos a los romanos que salían entre las enredaderas del patio del cine. Eso nos resultaba muy curioso y gracioso. Nos sentábamos en los bancos de madera y teníamos que llevarnos almohadones.
El piso era de ripio y los espectadores podían sentarse al final en las mesitas de la cantina y así, mientras veían la película, tomaban una cerveza y comían algo.
Con los amigos de la infancia, éramos amigos de la cuadra y además compañeros de colegio. Vivíamos sobre calle Correa Saá casi Alberdi. Recuerdo a las familias Cabrera, Sarandón o Rossi. Con los chicos íbamos a la escuela Rudecindo Ponce, que está sobre Alberdi.
Me acuerdo de Cacho, Quico, Gustavo, Alfredo, Alberto. A los 20 y tantos años ya tocábamos en la orquesta con mi papá, pero paralelamente al laburo con mi viejo, también teníamos nuestras bandas de rock con mi hermano (Mingo Casciani, percusionista de Markama desde 1986).
Hasta mediados de los ‘70 estuvimos allí y después nos mudamos a Villa Hipódromo, que es el lugar donde vive mi mamá ahora. En esa casa, hemos ensayado con los Alfajores de la Pampa Seca durante 20 años.
También en ese barrio, el City Father, tenemos muy buenos recuerdos. Si bien yo vivo cerca de esa casa de calle Reconquista y Alvear, prácticamente toda la actividad musical de Los Alfajores y de Bajo Cuerda, que es la otra banda donde toco, ha sido en ese barrio.
Como anécdota de San José, recuerdo aquellos veranos en que los chicos de la zona se acercaban y se amontonaban en la ventana de mi casa para escuchar a la orquesta de mi papá, cuando ensayaba.
Eso llamaba la atención, porque en esa casa siempre hubo música, desde la mañana hasta la noche. A la mañana y a la tarde iban los alumnos que estudiaban piano, acordeón, canto, en el conservatorio. A la noche tocaba la orquesta. A pesar de ello, nunca tuvimos problemas con los vecinos, jamás. Siempre hubo muy buena relación.
Ellos apreciaban y valoraban el trabajo artístico. Esto es algo que se ha ido perdiendo por distintas razones. El trabajo de los artistas se ha ido desvalorizando socialmente, por eso cuesta tanto vivir de esta profesión.
En lo personal y mi familia también estamos muy agradecidos con la gente de estos dos barrios porque nos formamos ahí, crecimos ahí , tuvimos nuestras amistades, siempre fuimos aceptados por los vecinos y amigos. Eso hay que valorarlo porque es lo que permite ver lo que uno es en este momento.