Cuenta uno de sus nietos, Fabio, que Telma Ceballos conoció a Juan Bautista Vairoleto cuando él llegó con su banda al puesto donde ella vivía, en Bowen (General Alvear). Y agrega que ella solía recordar que al principio le gustaba otro, no el bandido conocido como "el Robin Hood de las pampas".
Pero él logró convencerla y estuvieron 20 años juntos, compartiendo la vida nómade de los prófugos de la justicia. El sábado falleció, a los 101 años, esa mujer que, después de la muerte de Vairoleto, se quedó en el sur mendocino, la tierra donde lo amaban y odiaban por igual.
Fabio Erreguerena recuerda a su abuela como una persona de un temperamento fuerte, opiniones sólidas, enorme dignidad y muy orgullosa. Y tal vez la manifestación más clara de eso es que, después de que su esposo se quitara la vida para que no lo capturara la policía, ella permaneció en General Alvear, donde trabajó para mantener a sus dos hijas.
El nieto, secretario de Extensión Universitaria de la UNCuyo, resalta que en aquellos años -principios del siglo XX- no era sencillo para una mujer, en el contexto rural, con una débil presencia del Estado, sostener esa situación.
Telma, añade Erreguerena, recordó siempre a Vairoleto con mucho cariño y dolor a la vez. Como también el tiempo que compartieron fue apasionante y difícil en igual medida, ya que ella vivió con él al margen de la ley hasta que se asentaron en Carmensa, donde apenas tuvieron cuatro años de tranquilidad.
En los '80, Telma Ceballos de Vairoleto se trasladó a Capital, a la Cuarta Sección. Y hasta que cumplió 96 años -cuando se deterioró su salud- mantuvo una vida social muy activa: participaba de las actividades del centro de jubilados de la Cuarta Oeste y de los viajes que organizaban desde la entidad, como también visitaba a sus amigas de General Alvear.
Durante mucho tiempo, señala Erreguerena, no fue sencillo para la familia ser Vairoleto (de hecho, Juana y Elsa, sus hijas, usaban el apellido de la madre). Esto, porque todavía eran recientes los hechos que el bandido había protagonizado.
Pero con el paso de los años, la figura de Juan Bautista se fue tornando simpática y revistiendo de un carácter romántico. El nieto manifestó que, como los bandidos rurales encarnaban una forma de protesta, eran venerados por los campesinos.
Es que la existencia de este tipo de personajes se puede entender en el marco de la ausencia de canales orgánicos para expresar el descontento por la inequidad social y la falta de justicia. De ahí que hayan desaparecido cuando el Estado comenzó a dar respuesta a ciertas necesidades de la comunidad.
La vida del bandido rural
Juan Bautista Vairoleto nació en Santa Fe, a fines de 1894, y se convirtió en un fugitivo en 1919, después de matar a un comisario en La Pampa, en una disputa por una mujer. Como consecuencia de eso, se dedicó a ser un bandido rural, a quien, al repartir su botín con otras personas, se lo conoció como el "Robin Hood de las pampas", "Robin Hood Argentino" o "Robin Hood Criollo".
Su historia se fundió con la leyenda y hasta llegó a ser objeto de veneración religiosa. Luego de escapar de varias persecuciones decidió abandonar la vida delictiva y dedicarse a la agricultura en Carmensa (Alvear), con su esposa Telma Ceballos y sus dos hijas. En 1941 lo encontró la policía pampeana. La versión oficial plantea que falleció por los disparos de los uniformados, pero su mujer sostuvo que decidió quitarse la vida antes que ser capturado.