Teny Alós era inclasificable, irreverente, genial. Pero siempre fue igual. La mayoría de los artistas mendocinos lo recuerdan con muchas y elogiosas palabras, pero las que más se repiten son coherencia, talento e independencia.
Su karma o su virtud fue la de buscar siempre en los márgenes del arte; y Teny Alós escribía para contar qué era aquello que encontraba en esa aventura.
Estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras, durante la primavera alfosinista. Amante de la poesía disruptiva, pronto supo que lo suyo sería recitar, escribir, decir. Por lo tanto, las revistas alternativas, las radios y los encuentros de poetas fueron su hábitat.
“Yo lo conocí en la época de la universidad, en el 88 u 89 -recuerda el periodista y escritor Luis Ábrego-. Coincidíamos en los temas de interés: la radio y la literatura. Nosotros lo invitamos a un programa que teníamos en Radio Nacional, ‘Los sobrevivientes’, y él fue a leer sus poemas.
A partir de ahí comenzamos a armar junto a otros escritores -Rubén Valle, Patricia Rodón- el grupo Las Malas Lenguas. Hicimos una especie de surrealismo tardío, si se quiere, y estábamos claramente influenciados por el rock. Convocábamos a la gente a escuchar poesía como si se tratara de ver una banda”.
Cultor del bajo perfil, Alós siempre fue un artista “under”, en el mejor sentido del término. Buscó para todas sus obras la independencia. “No participaba en concursos, siempre se ubicó por fuera del sistema. De hecho, se inclinó por la autogestión, nunca quiso figurar ni depender de una editorial del estado, por ejemplo. Fue consecuente y coherente toda su vida”, suma Ábrego.
A la par de su tarea en radio (el último de sus programas fue “La sed de los peces” por Radio Universidad) y la literatura, Alós se desempañaba como empleado del Banco Nación. “Nosotros lo gastábamos: de día bancario y de noche poeta”, ríe Luis Ábrego.
Alós estaba casado y tenía tres hijos. Vivía en Dorrego, su lugar en el mundo.
El estilo de su poesía fue original, absolutamente nihilista, pero con un vuelo poético propio innegable. No estuvo pendiente de tendencias, ni de modas. “Él me decía que escribía para lectores imaginarios. Que es una manera de decir que escribía para todos y para nadie. Es cierto, los poetas estamos un poco a ciegas”, dice el escritor Dionisio Salas Astorga. “Su poesía tenía esa madurez. Él era un tipo fiel a la poesía”, completa Salas Astorga.
Acababa de editar el libro “Semillas de oceanidad”, (editorial Espantosa) el que presentó el 18 de junio en el Centro Cultural Le Parc. Murió la noche del viernes, en franca lucha con tra el cáncer.
Así se definía en su blog: “Procaz inventor de existencias escondidas, de espejos inmorales, de valentías de brazos caídos. Aparte de eso, poeta, en el resto de las horas”