El "Belcebú" de la política italiana, Giulio Andreotti, símbolo del poder, que representaba lo mejor y lo peor de Italia, por su hablar culto y a la vez divertido, su cinismo y habilidad, protagonista por más de 60 años de la vida política italiana murió este lunes en Roma a los 94 años.
El político devoto, que acudía a misa todos los días a las siete de la mañana, que era capaz de conversar con los papas en latín, fue siete veces primer ministro y 20 veces ministro.
"El divino", "el incombustible", "el equilibrista", era calificado el hombre que manejó las riendas del poder en Italia tras la Segunda Guerra Mundial, siendo uno de los líderes más influyentes de la Democracia Cristiana.
Nacido en Roma el 14 de enero de 1919, Andreotti, senador vitalicio, su muerte desató numerosas reacciones en todo el país.
Andreotti se había salvado de todos los escándalos en los que había estado relacionado durante más de 60 años en la política, desde los contratos en el sector del petróleo de los años 60, hasta el secuestro y muerte de Aldo Moro en 1978 y la acusación de complicidad con la Cosa Nostra en los años 90.
Sus eternos enemigos no le han ahorrado flechazos envenenados: "Un gran estadista. Del Vaticano. El secretario permanente de la Santa Sede", lo definió el fallecido expresidente de la República Francesco Cossiga, rival y copartidario.
Poco antes de cumplir 90 años, Andreotti hacía alarde aún de su sorprendente sarcasmo y sentido de humor y había aceptado participar en importantes programas de televisión y concedido entrevistas a diarios y noticieros.
Confió su legendario y temido archivo personal con 3.500 carpetas, entre ellas 200 sobre el Vaticano y 80 sobre Estados Unidos, al católico Instituto Don Sturzo.
"Conozco algunos secretos de Estado, pero me los llevaré al paraíso. Nunca me ha gustado la política espectáculo", aseguró en una entrevista al diario La Repubblica.
"El inoxidable", que fue miembro de la Asamblea Constituyente en 1946 a los 27 años e inició su carrera parlamentaria en 1948, reconoció que si tiene un deseo, es el de que Dios le conceda "una prórroga".
El personaje, probablemente el político que tiene "más cadáveres escondidos en el armario", será también recordado por sus frases célebres.
"El poder desgasta a quien no lo tiene", "aparte de las guerras púnicas, me han hecho culpable de todo", "es pecado pensar mal de los otros, pero con frecuencia se acierta", son algunos de sus aforismos que han pasado a la historia.
Sus relaciones privilegiadas con el Vaticano, iniciadas cuando era un brillante estudiante de jurisprudencia y frecuentaba la biblioteca de la Santa Sede, lo convirtieron en el rostro político de la Iglesia Católica.
"Ha sobrevolado con envidiable levedad la larga reseña de los años pasados", escribió hace cuatro años el diario del Vaticano, L'Osservatore Romano, tras dedicarle una amplia entrevista en la que hablaba de su juventud, de algunos de los seis pontífices que conoció de cerca, de historia pasada y del futuro.
Con su habitual tono enigmático confesó su mayor fracaso personal: no haber llegado a ser Presidente de la República.
"Como los militares miran las insignias de los generales, yo también tenía aspiraciones, objetivos importantes", confesó entonces Andreotti.
Murió Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia
El "Belcebú" de la política italiana, símbolo del poder, representaba lo mejor y lo peor de Italia. Devoto, acudía a misa todos los días a las siete de la mañana, era capaz de conversar con los papas en latín y fue siete veces primer ministro y 20 veces
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