“Gran Bigote” ha muerto y Francia lo llora. El excéntrico Christophe de Margerie, presidente de la compañía de petróleo Total y negociador refinado, falleció en un accidente de avión en Moscú , poco antes de la medianoche del lunes, cuando el tren de aterrizaje de su avión Falcon 50 impactó contra un máquina de despejar nieve, en la cual su conductor estaba borracho en la pista.
Francia pierde a uno de sus grandes capitanes de la industria, con más poder que cualquiera de sus ministros de economía.
Cuando todos los grandes patrones franceses celebraban y comentaban la apertura de la espectacular Fundación Vuitton en el Bois de Boulogne, llegaron las noticias y las imágenes a París de su accidente.
El avión se incendió al caer en su abortado despegue y mató a De Margerie y a los tres miembros de su tripulación. El presidente de Total regresaba de la casa de campo del primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, cerca de Moscú.
Habían comido juntos y discutido las inversiones extranjeras rusas, en plenas sanciones europeas. A pesar de ellas, Total pensaba hacer de Rusia su principal zona de producción de hidrocarburos de ahora al 2020. Total estaba asociada con la rusa Novotek y en el proyecto gasífero Yamal, en el norte de Rusia.
El accidente se produjo cuando el avión decolaba del aeropuerto moscovita de Vnoukovo a la medianoche, cuando el tren de aterrizaje del Falcon 50 pegó contra la máquina de sacar nieve que se cruzó en la pista.
El piloto envió una señal de emergencia a la torre. Intentó una media vuelta pero el avión impactó sobre la pista y se incendió. El conductor de la maquina no sufrió heridas y se ha iniciado una investigación criminal.
Cuando Total organizaba una reunión de crisis para organizar su sucesión en el barrio de la Defensa, desde el presidente François Hollande hasta los obreros de Total y el presidente Vladimir Putin homenajeaban a este patrón especial, diferente. Hollande saludó su “talento” .
“El señor Christophe de Margerie consagró su vida a la industria francesa y al desarrollo de Total. La elevó al rango de las primeras empresas mundiales. Christophe de Margerie defendía con talento la excelencia y el éxito de la tecnología francesa en el extranjero. Él tenía grandes ambiciones para el grupo Total”, dijo el jefe de Estado en un comunicado del Elíseo.
Desde Moscú, llegó el homenaje del presidente Vladimir Putin porque el CEO de Total era un lobbista y un diplomático consumado. “Nosotros hemos perdido a un verdadero amigo de nuestro país”, dijo en un telegrama de condolencias.
Las voces disidentes a la hora de la muerte de Christophe de Margerie correspondieron al Frente Nacional y un diputado del ala izquierda del PS.
Florian Philippot, vicepresidente del FN, le reprochó “el sistema fiscal interno de Total, que está organizado de tal manera que no paga un céntimo de impuestos en Francia”. Gerard Filoche, del ala izquierda del PS, lo asimiló a “los señores feudales” y fue inmediatamente denostado por sus pares socialistas.
A los 63 años, el presidente de Total defendió hasta el fin de sus días a un grupo poderoso y controvertido con estilo. Tenía excelentes relaciones con los medios y con los periodistas. Con sus espesos bigotes parecía la caricatura de un francés.
Había llegado a la empresa cuando estaban envueltos en escándalos judiciales por el naufragio del petrolero Erika en 1999, por el cual el grupo fue condenado por la justicia por su contaminación del mar, y diferentes affaires de corrupción. Estuvo detenido y con esposas durante 24 horas, en un caso de corrupción con Irán.
Hijo de una familia de diplomáticos y empresarios, nieto de Pierre Taittinger, fundador de la empresa de champán más prestigiosa de Francia, decidió abandonar los negocios familiares de lujo, estudiar economía y entrar en 1974 a lo que era entonces la Compañía Francesa de Petróleo. En 1995 se convirtió en director general de Total Medio Oriente.
Allí, en una región espinosa, pudo demostrar su capacidad diplomática, su habilidad en la negociación en circunstancias muy difíciles y el arte de hablar con todos de todo.
Estaba iniciando su proceso de sucesión en Total. El amaba el mar y Granville y pensaba en un retiro con un buen whisky en la mano, sin perder sus contactos con los petroleros del Golfo, de Rusia y de Oriente Medio, que eran finalmente sus amigos.