Miguel Ángel Gil era el último mendocino vivo del grupo que fue a escalar al monte Dhaulagiri en 1954. Gil falleció a los 92 años, el mismo día que había nacido en 1923: un 17 de abril.
La primera expedición argentina al Himalaya se fijó la meta, sin conseguirlo, de alcanzar la cima del monte Dhaulagiri (8167 m), en 1954. La misión de la que participó el hombre de las transmisiones fue la primera cordada nacional argentina en el Himalaya, conducida por una de las figuras más relevantes del montañismo de nuestro país, el teniente Francisco Ibáñez, sanjuanino de origen, quién perdió la vida como resultado de ese intento. El debut del país a un "ochomil" contó con el decidido apoyo del entonces presidente Juan Domingo Perón, cuyo gobierno sería derrocado un año después.
Los mendocinos de aquel grupo, además de Gil, fueron Jorge Iñarra Iraegui, Alfredo “Tito” Magnani, Fernando Grajales, Hugo Benavidez (cocinero) y el sargento zapador Felipe Godoy. El único integrante vivo de esa comisión de 10 integrantes es el esloveno Dinko Bertoncelj, de 89, quien vive en San Carlos de Bariloche. Un miembro trascendente del grupo fue el médico Antonio Ruiz Beramendi, quien atendió la salud del líder hasta el último momento. Además de estar en la radio, Miguel Gil actuó como traductor de inglés en el operativo.
El hombre de los enlaces radiales comenzó a ir a la montaña a los 14 años y aprendió los rudimentos en la radioafición tras efectuar el servicio militar en la Compañía de Comunicaciones Montaña 8, con la guía de quien fue su instructor, Enrique Luquez, suboficial de ejército.
Realizó muchos ascensos y a los 30 años fue elegido para ir al Himalaya, tras ganar el puesto en esa expedición por concurso, del que participaron colegas de todo el país. Sus comunicaciones fueron importantes como apoyo del difícil descenso del jefe Ibáñez de los flancos altos de la montaña, víctima de congelamientos de los pies y neumonía.
En una biografía que compuso José Herminio Hernández para el Centro Cultural Argentino de Montaña, se describe que en enero de 1949, Miguel Ángel participó de la que fue juzgada en ese momento como la transmisión radial más alta del mundo, al modular desde el refugio Plantamura (6400 m), en Centinela de Piedra.
En cambio, una experiencia que fracasó ocurrió el 15 de enero de 1953. Gil y dos colegas llegaron a la cúspide del Aconcagua con sus pesados equipos: el cometido era transmitir a todo el país la santa misa desde tan elevado altar, que debía oficiar el cura Jorge Torres, en el marco de la expedición Por la Paz del Mundo.
Los técnicos esperaron dos horas interminables en esa altura esperando el arribo del sacerdote, que finalmente no pudo llegar. En la ciudad de Mendoza, radio Aconcagua (que entonces pertenecía a Los Andes) aguardó hasta las 3 de la tarde para largar al aire el oficio religioso. Los radiooperadores se replegaron con el lógico fastidio por no haber conseguido el objetivo. Un año antes, el mismo sacerdote había celebrado misa en la misma yerma y pedregosa superficie cumbrera.
Gil, a quien sobreviven su esposa Estela Perugini y tres hijos (Nancy, Miguel Ángel y Claudia), trabajó en la bodega Arizu, fue maestro de electricidad en la Escuela Industrial Pablo Nogués y luego ingresó a la compañía transnacional IBM, donde se jubiló hace tres décadas.