El legado de Andrés Carrión será el recuerdo de un músico incansable y apasionado. Bajista y compositor, figura clave del rock mendocino, el Gordo (como lo apodaban sus amigos) vivió desde adentro toda la época dorada del género en nuestra provincia: los '80, los '90...
Su primera banda fue Entonces, y luego fundó Los Berp. Condensó su trabajo también en las bandas Emma y Sky Dadá. Otros grupos como los Raivan Pérez, La Montaña, Alcohol etílico o Martes 13, lo tuvieron cerca también.
Pero, además de sus proyectos propios, siempre estuvo atento a la escena rockera en general, y no perdió oportunidad de acercarse a los protagonistas más jóvenes del género. Colaboró así, por ejemplo, en el último disco de Parió La Choca.
Participó, hasta hace pocos meses, de un grupo con Darío Ghisaura y Marcelo Reche, con el que agitaban canciones del rock mendocino clásico. Un sacudón de buena nostalgia y de justicia también, porque son canciones que no se tienen que olvidar.
No por nada estuvieron presentes y tocaron cuando Roly Giménez presentó su libro "Aún siguen cantando" (en setiembre del año pasado, en el marco de la Feria del Libro que se desarrollaba en el Le Parc). Carrión fue el bajista que le hizo los honores.
Pero destaquemos algo más: fue también un sonidista apasionado, preocupado por las magias acústicas del proceso de producción y es por eso que se comprometió, desde su lugar, en dejar registro de la música local. El Estudio Fader Record (antes llamado Búnker) tuvo el honor de verlo muchas veces grabando.
Desde ayer es velado en Maipú 636 de Ciudad y hoy a las 11 será el entierro.
Los recuerdos
Durante el día de ayer, apenas sabida la noticia, las redes sociales fueron el epicentro de los homenajes, mensajes de cariño y recuerdos que generó su muerte en colegas músicos, productores, seguidores y personajes vinculados al mundo artístico.
“Lo recordaremos con todo el cariño que sembró en los que lo conocíamos”, dijo Felipe Staiti en Twitter.
El músico Javier Rodríguez escribió: "Me quedo con tu semblanza de buena onda siempre". Y el cantante, compositor y sonidista Willy Martínez, destacó su "humildad y amabilidad".
Por su parte, desde la cuenta oficial de Karamelo Santo de Facebook difundieron: "Se nos fue una parte de la historia de Karamelo Santo, un gran músico, hermano y soñador".
El músico Samuel Aspee se sumó también a los mensajes de despedida: "Muy triste noticia y una gran pérdida para la música. Se va parte de nuestra historia del rock, un tipo muy sabio y con miles de anécdotas. Te impulsaba y tiraba buena onda siempre. Hizo miles de cosas por la provincia, aprendí una bocha. Desde el estudio grabando hasta de autogestión, Andrés Carrión Brignardello te vamos a extrañar. ¡¡Buen viaje!! ¡¡Mendoza te llora!!", escribió entristecido.
Una mirada histórica, por Roly Giménez
Nunca fuimos amigos pero sí conocidos, y nos vimos muchas veces en todos estos años. Los primeros recuerdos que tengo de él son de haberlo visto muchas veces en los ‘80 con sus grandes bandas. Era un tipo noble.
La primera banda que tuvo, a principio de los ‘80, fue una banda que se llamó Entonces. Hacían un rock progresivo, pero de mucho estudio, muy elitista, por lo que no acarreaba mucho público, por lo difícil que era escucharlos. De ahí pasó a tocar en Los Berp; es decir, totalmente lo opuesto: formó parte del pop de los ‘80, salían pintados, más modernos; la contracara del rock de los ‘70, que había sido de protesta. Fue la música de llegada de la democracia, digamos. Esto demuestra lo versátil que era.
La época de mayor popularidad del rock mendocino fue entre el ‘85 y el ‘88, y entre las grandes bandas estaban Los Berp y Alcohol Etílico, entre otras. Él fue, entonces, sin dudas uno de los protagonistas de la época dorada de nuestro rock.
En esa época los grupos estaban muy definidos. Ahora los músicos es común que tengan distintos grupos a la vez, pero en esa época no, y todas tenían su espacio.
La última vez que lo vi fue en la presentación de mi libro, y lo vi bien. Fueron los únicos que tocaron y la gente estaba realmente encantada con sus versiones de canciones de los ‘80. Después, cuando se hizo la entrega de los Premios Zero (noviembre en el Teatro Independencia) yo entregaba los primeros cinco, y Ghisaura me pidió si podíamos hacer un homenaje a los músicos de los ‘80, porque sabía que el Gordo estaba enfermo, aunque él no lo sabía todavía: “Quiero que él sienta que lo estamos reconociendo”, me dijo. En vivo los señalé y tuvo un gran aplauso...
En la buena energía y en la buena onda era igual a Mario Mátar: personas sin egoísmo, sin individualismo. Lo obsesionaba el sonido. Tenía un muy buen gusto para los arreglos, pero además tenía buen oído. Era bajista pero también tocaba el contrabajo eléctrico.
La historia de nuestro rock lo va a recordar como una gran persona. Más allá de su valor como músico, que fue muy grande, va a primar la calidad de su persona: humilde, sin ego.
Lo recuerda un hermano: Mario Mátar
En 1979 Altablanca alquiló una casa, que fue su base de operaciones. ¡Éramos unos conchetos! Pero para pagar el alquiler dábamos clases y mi primer alumno fue el Andresito. Yo no sabía enseñar tampoco, imagínense, yo tenía 21 y él 15.
En el último tiempo tuvimos muchas conversaciones muy hermosas por Facebook. ¡Si nos habremos tirado flores... pero flores hermosas! reales, por todo lo que nos tocó vivir juntos. Yo ando muy guardado y él sabía eso, así que charlábamos por ahí.
Andrés era realmente un ser maravilloso, una persona que todo el tiempo te hacía sentir mejor, siempre con buena energía... y esa cara de bueno, ¡esa cara de bueno no la tenía nadie!
El Andrés músico era incansable, pero incansable en serio. Uno no puede creer la cantidad de cosas que hizo. Recuerdo cuando se fue a Chile e hizo música de televisión allá. Manejaba además el Estudio Fader. Sabía de todo sobre las últimas tecnologías...
“Este viejo adversario viene a despedir a un amigo”, le dijo Balbín a Perón cuando murió, y acá quizás yo pueda decir lo mismo, porque si bien tocábamos en bandas diferentes, él fue un gran amigo, un compañero de ruta y también un compañero de lucha, de una lucha permanente.