El asesino en serie británico Ian Brady, que torturó y mató a cinco menores en la década de 1960, murió ayer en un hospital psiquiátrico de alta seguridad en Inglaterra a los 79 años, informaron las autoridades sanitarias del condado de Merseyside.
Brady y su cómplice Myra Hindley, quien murió en prisión a los 60 años en 2002, fueron condenados a prisión perpetua en 1966 por violar y matar a John Kilbride, de 12 años; Lesley Ann Downey, de 10 y Edward Evans, de 17. Posteriormente, ambos admitieron las muertes de Pauline Reade, de 16 años, y Keith Bennett.
El abogado Robin Makin, quien conversó con Brady pocas horas antes de su fallecimiento, dijo a los medios que su cliente no tenía información sobre el paradero de los restos de Keith Bennett, asesinado a los 12 años y la única de las cinco víctimas cuyo cadáver nunca fue encontrado.
El comienzo del raid mortal de la pareja puede remontarse al momento en que se conocieron, en una fiesta de Navidad de 1963. Hindley quedó encandilada con Brady, un joven de 23 años que no tenía antecedentes de ningún tipo. Pero eso no tardaría en cambiar.
Obsesionado con el sexo, Brady empezó a buscar experiencias más fuertes, llegando inclusive al sadomasoquismo. Fue en esa búsqueda que la pareja cometió su primer crimen. El 12 de junio de 1963, Hindley salió a buscar una joven para satisfacer los deseos de su pareja.
Convenció a Pauline Reade, de 16 años, para que la acompañara hasta un páramo, donde Brady la sorprendió. La violó, la mató y luego enterró el cuerpo, con la ayuda de Hindley.
Éste sería el modus operandi con el cual la pareja empezó a atraer a sus víctimas. Lo emplearon siempre, salvo en la última instancia, que fue el caso por el cual terminaron siendo detenidos. Por algún motivo, cuando citaron a su departamento a Edward Evans, de 17 años, se encontraba allí el cuñado de Hindley, David Smith. La pareja asesinó a Evans delante de Smith, y luego le contaron la extensión de todos sus crímenes con lujo de detalles. Smith se fue, prometiendo volver a ayudarlos, pero fue a la policía. Fueron condenados a perpetua, sólo porque tres meses antes se había abolido la pena de muerte en Gran Bretaña.