Murió Alain Resnais, el último monstruo sagrado del cine francés

Filmó títulos icónicos como "Hiroshima, mon amour" (1959) o "El año pasado en Marienbad" (1961). En febrero presentó en Berlín su film más reciente: "Amar, beber y cantar". Tenía 91 años.

Murió Alain Resnais, el último monstruo sagrado del cine francés

Cuando Alain Resnais presentó, a principios de febrero pasado, su película "Amar, beber y cantar" en el Festival de Cine de Berlín, todos elogiaron la frescura y originalidad de un realizador que a los 91 años seguía en plena forma creativa.

Y hasta la muerte, que se lo llevó la noche del sábado en su casa de París rodeado de familiares y amigos, lo encontró preparando otra película de la cual ya había escrito un primer guión, según contó el productor de sus tres últimos largometrajes Jean-Louis Livi.

Es que Resnais nunca dejó de filmar desde que debutó con sus primeros cortos en los años 40 hasta llegar a su film consagratorio, "Hiroshima, mon amour" (1959, basada en la novela de Marguerite Duras), que irrumpió como un trueno con sus renovaciones revolucionarias, su deconstrucción cronológica y narrativa, el trabajo sobre el tiempo y la memoria a través de los recuerdos de una pareja de amantes (una francesa y un japonés) acerca de la tragedia nuclear que conmocionó al mundo.

Resnais siguió explorando los vínculos entre imagen y escritura, basando muchas de sus películas en la obra de grandes escritores como Alain Robbe-Grillet ("El año pasado en Marienbad") o el español Jorge Semprún ("La guerra ha terminado", "Stavisky").

Nacido el 3 de junio de 1922 en Vannes, este hijo de farmacéutico, algo solitario y de frágil salud, desde chico fue un apasionado del cine y la literatura. A los 13 años rodó su primer largometraje, antes de inscribirse en la escuela de cine en 1943. Desde entonces hará numerosos cortos y documentales, entre ellos los reconocidos "Las estatuas también mueren", de 1953, sobre el arte africano, o "Noche y niebla" (1955), una impactante mirada sobre los campos de concentración nazis.

Un inventor de formas

Percibido desde sus inicios como un director cerebral a causa de una seguidilla de títulos en los que reflexionaba sobre la guerra, la incomprensión, la memoria y la muerte, Resnais supo ampliar su perfil cinematográfico a partir de los años 80.

Sus biógrafos lo describen como un "hurgador de la memoria" (Robert Benayoun) o un "compositor de películas" (Thierry Jousse). El cineasta es capaz de pasar de las ratas de laboratorio y la biología ("Mi tío de América", Gran Premio especial del jurado de Cannes en 1980), a los comics ("Quiero irme a casa", 1989), la educación ("La vida es una novela", 1983), o la adaptación de una obra de teatro burgués ("Mélo", 1986).

Siempre innovando en la forma, en 1993 obtiene el Oso de plata en Berlín por "Smoking/No Smoking" y en 1997, a los 75 años, no vacila en lanzarse en el cine musical con la originalísma "Conozco la canción".

Ya en los 2000 pasó a interesarse en los problemas de pareja con "Corazones", que recibió el León de Plata a mejor dirección en la Mostra de Venecia de 2006.

Con "Las hierbas salvajes" (2009) regresó a la ligereza y la fantasía. "Una película no es algo sobre lo cual uno reflexiona, sino que debe arrastrarlo a uno. Yo dejo que las películas crezcan como hierbas salvajes", explicó ese año en Cannes.

Su última obra, presentada en el Festival de Berlín a principios del mes pasado, "Amar, beber y cantar", es una fantasía que oscila entre el teatro, el cine y el comic. "Intenté hacer (...) una especie de ensalada rompiendo las barreras entre cine y teatro para ganar más libertad", dijo entonces el realizador que desde 1998 estaba casado con la actriz Sabine Azéma, con quien trabajó en todos sus últimos films.

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