Mundos paralelos

Mundos paralelos
Mundos paralelos

Las estrellas están en el cielo, mi vida. Repite la señora vieja, y yo te juro que parece ensayado, pero no lo es, porque el audio pertenece a una grabación encontrada y se nota, eso se nota. Bueno, yo siempre creí que eso se notaba, que era imposible impostar el resentimiento.

Yo insisto Leticia, porque esa es mi naturaleza, porque desde niño siempre me dijeron: vos sos cabeza dura, yo interpreté que es una forma amable de decirme: vos sos persistente, vos tenés carácter, porque de decirme algo amable la vieja jamás Leti, viste como era ella.

Te mando junto al texto una grabación, por dos motivos: primero porque quiero que tu hija escuche mi voz, quiero que se imagine mi rostro, después porque me lastimé una mano y me cuesta escribir. No le muestres una foto mía, vos sabés que no me gusta que me vean la cara. Le grabé un pedazo de Peter Pan, mi libro favorito; hace poco leí una biografía de James B. Barrie. ¿Sabías que desechó una versión previa de Peter Pan porque sus amigos y editores dijeron que era demasiado violenta? En la versión original Peter es el único niño que no crece, los demás niños perdidos si crecen y Peter los va matando y reemplazando por otros a medida que pasa el tiempo, aparentemente a un par los dejó crecer y se hicieron piratas, naturalmente. Después de saber eso la historia me gustó más porque me imaginé a un Peter Pan que era un ser monstruoso en su soledad y el tiempo no existía para él o mejor el tiempo tenía todos los rostros intercambiables de esos niños perdidos que empezaban a tener barba y voz grave hasta que un día Peter se despertaba más sociópata que nunca y en un ritual, que incluía una Campanita zarpada en alguna sustancia que sólo existe en Nuncajamás, le arrancaban los brazos y el corazón a ese niño perdido que ya no era tan niño. En algún universo paralelo yo disfruto de esa historia.

Te gustará saber que estoy formando una enciclopedia con ese tipo de historias, es un trabajo difícil porque las bifurcaciones son infinitas y mis trabajadores no dan a basto, no tengo mucho presupuesto como te habrás enterado la fortuna familiar se encuentra bastante disminuida, desde el accidente en las fábricas del sur he tenido que lidiar con las indemnizaciones de las familias. Ahora ya no fabricamos más robots y se me ocurrió una idea mejor, si ya se lo que estarás pensando Leti, al abuelo no le hubiera gustado que renunciara al trabajo familiar pero esperá a leer la idea que tuve, de alguna forma sigue relacionada.


Voy aponer un taller y una escuela para que cada niño aprenda a reparar a su robot, en lugar de tener que ir a comprar robots nuevos y partes; cómo sabrás los estándares de ventas nos obligaban a poner partes frágiles y rompibles en los robots porque dejar que la gente sea autosuficiente y autodidacta es una atrocidad, yo no creo eso, por eso quiero la ley, porque creo que cada persona debería tener un robot desde que nace, un robot que lo acompaña desde cero, que grabe todas sus experiencias y sea su compañero final, como un alma, así cada persona debería aprender a repararlo, a mejorarlo, a construirlo según sus necesidades. En lugar de tener un mercado de hombres y mujeres desquiciados por consumir el último adelanto en robótica tendríamos verdaderas relaciones hombre máquina, como soñó el abuelo.
Por lo pronto, la única forma de solucionar esto fue con la toma de medidas arbitrarias y violentas, bajo seudónimo, en el anonimato, como quieras, matando a los demás niños perdidos que crecen a mi alrededor, la forma es lo de menos. Lo importante es llegar a la gente, que la gente sienta un gran temor, un vacío, para después poder valorar la felicidad, los momentos de tranquilidad.

Si no hay violencia tampoco puede haber tranquilidad.

Hay algo de lo que no me puedo desprender, a pesar de los atentados, de la vida clandestina que me hará sentir orgullo de viejo, esto me persigue. Y tiene gran poder sobre mí porque es algo … digamos … que no existe. Seis o siete notas de una melodía que un día se quedaron en mi cabeza. Cada vez que matamos un robot o un dueño esa melodía vuelve y suena, en mi cabeza y fantasmal. Lo que temo, y por eso te escribo, es que un día suene primero la melodía y después yo tenga que salir a matar, como los perros de Pavlov. Es por eso que mi carta no tiene remitente, ni fecha, ni firma. Ni perfume.

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