“Sputnik V” (V por vacuna) es el nombre que Rusia le otorgó a su vacuna contra la Covid-19, que se convierte en la primera registrada en esta especie de “competencia” entre países y laboratorios para acabar con la pandemia. El bautismo es un homenaje al satélite soviético, que fue lanzado en 1957 y fue un hito de la carrera espacial.
“Más de 1.000 millones de dosis” fueron encargadas por 20 países extranjeros, afirmó Kirill Dmitriev, presidente del fondo soberano ruso, precisando que la fase 3 de los ensayos comenzará el miércoles. Esto es foco de duras críticas por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que el resto de las farmacéuticas recién están empezando con las pruebas a miles de pacientes en distintos países y, luego, definirán si son eficaces y seguras para el ser humano.
Si bien los pronósticos más optimistas contemplan que cualquier vacuna -sea la de Oxford, Moderna o Pfizer- estará lista a fin de año, Rusia se adelantó y hasta puso fecha exacta: el gobierno de Vladimir Putin indicó este martes que el inicio de la producción industrial está previsto para septiembre. En tanto que para noviembre se espera la aprobación en América Latina.
“Los estadounidenses se sorprendieron cuando escucharon los pitidos del Sputnik. Es lo mismo con esta vacuna. Rusia habrá llegado primero”, dijo Dmitriev en la cadena CNN.
Que la vacuna Sputnik sea la primera registrada es otra provocación a Occidente, que recuerda a las viejas épocas de la carrera espacial y la Guerra Fría. Desde este lado del Atlántico, argumentan que Rusia nunca publicó ningún dato científico sobre el proceso de desarrollo, lo que puede poner en peligro la salud de las personas.
¿Por qué el hermetismo y la aceleración en la fabricación? Los científicos rusos dicen que la vacuna se ha desarrollado rápidamente porque es una versión modificada de una ya creada para luchar contra otras enfermedades.
Asimismo, fuentes del Ministerio de Defensa de Rusia señalaron que soldados rusos sirvieron como voluntarios en los ensayos con humanos de la vacuna. Mientras que Alexander Ginsburg, el director del proyecto, dijo que él ya se había inyectado la vacuna. Este martes, incluso, se sumó el testimonio del presidente Vladimir Putin, quien aseguró que una de sus hijas también fue vacunada con éxito.
“Nuestros científicos se centraron no en ser los primeros, sino en proteger a las personas”, se defendió Dmitriev ante los cuestionamientos.
Por otra parte, agencias de inteligencia y servicios de seguridad de Canadá, Estados Unidos y Reino Unido acusaron a espías rusos de tratar de infiltrarse y hackear farmacéuticas y centros de investigación que trabajan para desarrollar una vacuna contra el SARS-CoV-2.
Según informó la BBC, el Centro Nacional de Seguridad Cibernética (NCSC) de Reino Unido consideró “casi con certeza” que los piratas informáticos operan como “parte de los servicios de inteligencia” del Kremlin.
“Cosy Bear [el grupo al que se responsabiliza] ha estado implicado en ciberataques pasados y ha dejado un rastro, y hay vínculos bastante evidentes con el propio Estado ruso”, indica el informe.
No obstante, el gobierno de Rusia negó tener responsabilidad en el caso. “No tenemos información sobre quién ha pirateado las compañías farmacéuticas y los centros de investigación en Reino Unido. Podemos decir una cosa: Rusia no tiene nada que ver con estos intentos”, dijo Dmitry Peskov, portavoz del presidente Putin, según la agencia de noticias Tass.