La Agencia Espacial Europea publicó la tercera colección de datos de la misión Gaia, el telescopio espacial europeo que pusieron en órbita en 2013.
Después de un primer catálogo en 2016, es gracias al segundo, entregado en 2018, con 1.700 millones de fuentes, los científicos determinaron que nuestra Vía Láctea “se fusionó” o canibalizó con otra galaxia hace diez mil millones de años.
Gracias a este instrumento, los científicos han podido estudiar el movimiento y la posición de estrellas que están en el extremo de la Vía Láctea, donde “nunca antes se había medido”, explicó a 20minutos José Hernández, ingeniero de Operaciones de Gaia en la ESA.
Los nuevos datos obtenidos en esta región han permitido ver los vestigios del disco de la galaxia de 10.000 millones de años de antigüedad. “El disco antes era más pequeño, la Vía Láctea ha ido creciendo con el tiempo. Normalmente las galaxias aumentan su tamaño porque han absorbido otras”, dijo Hernández.
“El disco antes era más pequeño de lo que es ahora, la Vía Láctea ha ido creciendo con el tiempo. Normalmente las galaxias aumentan su tamaño porque han absorbido otras. En este proceso, las estrellas no se apagan, sino que se entremezclan y se mueven de la misma manera formando chorros. Son las trazas dejadas por este fenómeno, que también se han observado en esta ocasión”, agregó.
Esta información les ha permitido a los expertos realizar un trabajo de “arqueología astronómica” en el espacio. “Sabiendo el movimiento de las estrellas, podemos darle hacia atrás y hacia delante y ver cómo eran y cómo han evolucionado”, resalta.
El continuo crecimiento de la Vía Láctea ha contribuido la absorción de la galaxia enana Sagitario, que fue canibalizada en un “proceso de fusión” hace billones de años, del que ahora Gaia ha detectado trazas en forma de cientos de miles de estrellas que se mueven de la misma manera.
Además, los datos de la sonda también permiten detectar que otras galaxias satélites, conocidas como las Nubes de Magallanes, están interaccionando con la Vía Láctea.
La misión Gaia
Gaia está estacionado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, en dirección opuesta a la del sol, para protegerse mejor de su radiación. Protegido bajo una especie de escudo para evitar los impactos de micrometeoritos, sus dos ópticas barren el espacio lentamente, con una vuelta completa en seis horas.
El telescopio detecta y observa una pequeñísima parte de las estrellas de nuestra galaxia, que tiene un diámetro de 100.000 años luz, y más allá. Su catálogo enumera una plétora de objetos celestes, que van desde todas las variedades conocidas de estrellas, exoplanetas y asteroides, hasta el medio interestelar y las nubes galácticas cercanas a nuestra Vía Láctea.
Estas observaciones, detectadas por un conjunto de fotocélulas de casi un gigapíxel, permiten localizar su posición, distancia y desplazamiento. Midiendo sus características físicas, los científicos pueden entender mejor la formación y evolución de las estrellas y de nuestra galaxia, informó AFP.