Un hombre regaló todo su dinero y se fue a vivir a una cueva. Panta Petrovic lleva 20 años alejado de la civilización, viviendo en una pequeña cueva de Serbia. Hoy tiene 70 años, y cuenta porqué tomó la drástica decisión.
Una subida empinada dificulta el acceso a la pequeña caverna de Panta. “Aquí nadie me molesta”, dice el hombre, que buscó evitar todo contacto humano posible. “Siempre hay alguien en tu camino, se discute con la esposa, los vecinos o la policía”, explica Panta Petrovic, que se casó varias veces tras trabajar como peón en el mercado negro en Pirot (Serbia). Esta cotidianeidad terminó por agotarlo
La cueva, que convirtió en su hogar, está equipada con una bañera herrumbrada que él utiliza como inodoro, algunas bancas y una paca de heno que es su cama. Petrovic suele alimentarse de los hongos y pescados de una quebrada cercana, pero también baja a la ciudad en busca de sobras en los basureros. Además trasladó algunos de sus animales allí, para evitar que se los comieran los lobos.
Una de sus mayores satisfacciones es una jabalí adulta llamada Mara. Cuando Petrovic la encontró atrapada en los arbustos cuando todavía era pequeña, hace ocho años. Hoy pesa más de 200 kilos y come manzanas de la mano de su Petrovic. “Ella es todo para mí, la amo y ella me escucha. No hay dinero que pueda comprar algo así, una verdadera mascota”, comentó. También tiene tres gatitos cuya madre fue matada por un lobo, y ahora los alimenta con una jeringa.
Antes de alejarse, el hombre que en ese momento tenía 50 años, donó todo su dinero para financiar la construcción de pequeños puentes en el pueblo. Considera que el dinero es una “maldición que echa a perder a las personas” y es por eso que se alejó de él.
En una de sus esporádicas visitas a un pueblo cercano, donde se aprovisiona de algunos básicos, se enteró de la pandemia y a pesar de su poco contacto con el mundo, también se vacunó contra el coronavirus. “El virus no escoge, vendrá aquí también, a mi caverna”, agregó.