Un hecho trágico y de extrema gravedad conmocionó a los habitantes de la isla de Manhattan. Todo comenzó durante la madrugada primaveral del 23 de mayo de 1997, luego de que varios llamados ingresaran al 911. Los policías encontraron un cuerpo flotando bocarriba en el lago del Central Park, pero no fue una muerte accidental ni un robo.
La víctima de 44 años había sido decapitada, tenía la cara destrozada y no era más que restos humanos mutilados. Se trataba de Michael McMorrow, un agente inmobiliario aspirante a músico. Su asesina fue Daphne Abdela tenía quince años cuando, con la ayuda de su novio Christopher Vasquez, apuñalaron 38 veces al agente.
Durante la tarde del jueves 22 de mayo, la joven y su pareja se dirigieron hacia el Central Park y allí permanecieron durante varias horas. Ella había bebido más de la cuenta y se mostraba agresiva con quienes visitaban el lugar. En un momento se peleó con varios jóvenes y a uno de ellos le gritó: “Voy a matar a alguien esta noche”. Nadie le creyó. Pero los hechos lo confirmaron.
Así fue el asesinato del agente inmobiliario en una noche planificada
Christopher y Daphne se toparon un rato después con Michael McMorrow quien descansaba sentado en un banco del parque. Michael también bebía demasiado y solía ir al parque para ello. En algún momento los tres entablaron conversación. No fue difícil que lo convencieran de caminar hacia la orilla del lago, donde estaba la cabaña.
Una vez en el lugar, Daphne le propuso a Christopher sacarse la ropa y nadar desnudos en el lago. Lo hicieron y al salir temblaba tanto de frío que Michael la habría abrazado para darle calor. Esto sería lo que provocó los celos de Christopher (según el relato posterior de Daphne). El adolescente sacó la navaja y comenzó la carnicería.
Le aplicaron 38 puñaladas en la cara, en el cuello, en el pecho y en el estómago. Seis de las cuchilladas fueron tan profundas que llegaron hasta el corazón. Una y otra vez siguieron hundiendo el puñal hasta que Daphne le dijo a Christopher: “Degollalo, de oreja a oreja”.
Así lo hizo. Lo dejó casi decapitado. Luego mutilaron sus orejas, la nariz y su mano derecha antes de proceder a destriparlo, también por orden de ella. Luego tiraron sus restos al agua y arriba arrojaron algunas piedras. “Es gordo. Se hundirá”, aseguró Daphne con frialdad cuando terminaron.
Después de media hora, volvieron caminando hasta donde vivía Daphne. En el camino dejaron un camino de sangre. Ambos estaban llenos de sangre, por lo que no podían ingresar de esa forma a la vivienda de Daphe. Fueron al sector del lavadero, entraron allí para bañarse y borrar los rastros rojos en sus cuerpos.
Es curioso, pero un rato antes, desde ese mismo edificio, un matrimonio había realizado una denuncia por la desaparición de su hija menor de edad. Los padres de Daphne habían llamado a la policía para decir que no podían encontrar a su hija y que estaban muy preocupados.
Cuando la policía llegó al departamento de los Abdela por la denuncia de la desaparición, efectivamente la adolescente no estaba. Angelo les dijo que ella se había ido y no había regresado. Pero mientras pensaban por dónde empezar a buscar fue el portero del edificio quien les avisó que la joven sí había regresado. Él la había visto entrar con su amigo a un sector de la planta baja donde está el área de servicios y lavaderos.
Por otro lado, dieron a conocer que la mismísima Daphne era quien había llamado a emergencias y les había advertido: “Hay un cuerpo en el lago”. Ella misma confesó que ahora se animaba a hablar porque Christopher se había marchado a su casa. Se defendió diciendo que ella le temía. Relató, sin quebrarse, que habían ido a caminar al lago y que en un momento Christopher se había vuelto loco y había asesinado a un hombre. Incluso aseguró que ella había intentado reanimarlo haciéndole resucitación cardiopulmonar.
Esa misma mañana arrestaron a Christopher en su casa. El adolescente tenía heridas en sus manos y en la frente. Declaró todo lo contrario a Daphne: dijo que quien había asesinado a Michael era ella. Al mediodía, arrestaron también a Daphne, quien pasó seis años en la cárcel.
En enero de 2004, Daphne y su cómplice quedaron en libertad. Ambos tenían la orden terminante de no volverse a ver. La joven de 22 años se instaló a vivir con su padre en aquel departamento en el que había sido detenida. Dos días después de recobrar su libertad volvió, como hacen muchos asesinos, al lugar del crimen.
La joven se atrevió a dejar una nota donde está la placa en honor a Michael McMorrow. Obviamente ella sabía que llamaría la atención de todos. Escribió en el papel: “Descansa en paz. Traté de salvarte. Lamento haberte fallado. Lamento el dolor que te causé a vos y a tu familia”. Sin embargo, para los vecinos era una noticia un poco perturbadora que Daphne anduviera por ahí nuevamente.
Pero volvió a tener problemas con la ley y el 13 de octubre de 2004 fue arrestada nuevamente. Según contó el medio The New York Post, el motivo fueron sus amenazas telefónicas a una ex compañera de celda: “Si salís de tu casa te voy a matar”. La amenazada se lo tomó muy en serio y la denunció. No está del todo claro si fue luego de esta o después de una nueva agresión y violación a su libertad condicional, que ella volvió a prisión hasta completar su sentencia de 9 años.