Esta semana se vivió un espectáculo maravilloso en la ciudad Nueva York. Miles de neoyorquinos y turistas salieron a las calles para admirar y capturar con sus celulares la imponente puesta del sol, que de repente se alineó de manera perfecta con las hileras de rascacielos que surcan la isla de Manhattan.
A las 20.12 del martes, como estaba previsto, el Sol se presentó como una enorme bola naranja sobre el cielo todavía azul de Nueva York, y sucumbió lentamente hasta desaparecer en el eje este-oeste dibujado por las calles de Manhattan, como la 42 que pasa por Times Square.
El fenómeno atrae a muchos fotógrafos armados con teleobjetivos y a turistas y neoyorquinos que se detienen en la calle, y que paralizan por algunos instantes el recorrido frenético de taxis amarillos, camiones y repartidores en bicicleta que también componen el paisaje de la “Gran Manzana”.
Se trata de un evento que sucede cuatro veces al año, durante dos días, aproximadamente tres o cuatro semanas antes y después de los solsticios de verano e invierno.
Se le conoce como “Manhattanhenge”, en referencia a Stonehenge, el emblemático monumento megalítico del sur de Inglaterra que es atravesado por el sol justo en su centro durante ambos solsticios.
Según los planos de la isla de Manhattan, elaborados en 1811, Nueva York se organiza como una cuadrícula entre las calles 14 y 155.
En su sitio web, el Museo de Historia Natural de Nueva York recomienda aprovechar el “Manhattanhenge” en las calles 14, 23, 34, 42 o 57, para admirar el momento en que “la ciudad enmarca la puesta de sol”, como resume el astrofísico Neil de Grasse Tyson. Quienes se lo perdieron el martes por la noche podrán probar suerte de nuevo el 12 de julio.