La cultura de las mujeres inuit resurgió en el norte de Canadá a través de tatuajes en forma de “V” sobre las sienes, puntos en las mejillas y líneas en la barbilla que realiza una tatuadora para recuperar una práctica desterrada durante décadas por las iglesias anglicanas y católica.
Una tatuadora utiliza una aguja brillante y tinta para dibujar en la sien de Micheline Kilabuk-Cote, de 37 años, un símbolo que representa la estrecha relación que tiene con sus dos hermanas.
Kilanuk-Cote es habitante y empleada pública en Iqaluit, capital del territorio Nunavut. Dice que ha “querido hacer esto por mucho tiempo”, para reivindicar su herencia y honrar a su madre, quien murió hace 19 años.
“No había tenido la oportunidad de conectar realmente con ella y con su cultura”, cuenta a la AFP y explica que a su madre se le negó la oportunidad de tatuarse.
Notoriamente visibles sobre la barbilla, la frente o el pecho, tatuajes tradicionales como este fueron por mucho tiempo una forma para transmitir información sobre la vida de la mujer, sus intereses o su estatus en la comunidad.
Algunas tenían los dedos y las manos tatuadas en honor a Sedna, la diosa del mar en la mitología inuit. Otras en los muslos para indicar que fueron madres.
Sin embargo, la práctica enfrentó la oposición de las iglesias anglicana y católica, que enviaron misioneros al Ártico. Decían que “los tatuajes eran malignos”, dice Gerri Sharpe, presidenta de Mujeres Pauktuutit Inuit de Canadá, que representa a las mujeres inuit en el país.
Poco a poco, la tradición fue desapareciendo, pero hace algunos años, una artista inuit comenzó un proyecto de revitalización después de enterarse de que la última mujer tatuada de forma tradicional estaba muriendo. Hovak Johnston viajó a las comunidades del norte para enseñar diferentes técnicas de tatuaje a mujeres inuit de todas las edades.
Figuras públicas también contribuyeron al auge de este arte, como Mumilaaq Qaqqaq, quien a los 25 años se convirtió en la primera mujer inuit con un tatuaje facial en ser elegida para el Parlamento canadiense, en 2019.
Luego, en 2021, Shina Nova, una cantante e influencer inuit, publicó videos de su sesión de tatuaje que tuvieron más de 40 millones de reproducciones en TikTok.
Tatuajes que empoderan
Donde quiera que haya inuits hay una fuerte demanda, dice Zorga Qaunaq, quien recientemente lideró un taller en Iqaluit con seis personas.
Esta integrante de un programa universitario inuit hace dos tatuajes por semana en su casa en la capital de Ottawa, hogar de la mayor población inuit fuera del extremo norte. Recibe principalmente jóvenes entre los 20 y 30 años, pero también algunos adolescentes.
Después de dejar el norte cuando era más joven, la mujer de 34 años cuenta que se sintió “desconectada” de su cultura. Hacerse un tatuaje era una forma de afirmar su identidad. “Es empoderador tener mis tatuajes”, subraya.
Gerri Sharpe, de 52 años, con dibujos en sus dedos, muñecas y rostro, también tiene esa sensación de orgullo.
“Son muy significativos y sagrados”, dice, y agrega que le mostró sus tatuajes al Papa Francisco cuando el pontífice visitó a Canadá en julio para pedir perdón por los abusos cometidos en los internados indígenas administrados por la iglesia.
“Fue importante para mí mostrarle a él que todavía tenemos nuestros tatuajes, (que) todavía estamos vivas y bien, y revitalizadas, que (la tradición) no se perdió”, concluye.