El resultado de las elecciones en Brasil no debe sorprender, aunque no haya sido anticipado por las encuestas. Es una muestra más de lo que viene ocurriendo en la región en las últimas elecciones. Lo llamamos la “izquiercha” latinoamericana. Candidatos que ganan por centro izquierda pero que están obligados a incorporar criterios económicos de centro-derecha en sus gobiernos.
En las últimas elecciones presidenciales y legislativas en la región mostraron que ningún partido tiene la vaca atada, que las estrategias polarizantes son estériles ante la mirada aguda del voto independiente y que las negociaciones entre los partidos son indispensables para garantizar la gobernabilidad. Castillo en Perú, Petro en Colombia y Boric en Chile, ganaron sus elecciones en segunda vuelta, y ahora es el turno de Lula o Bolsonaro en Brasil. En la región, el 51% había votado por opciones de centro-izquierda, y 49% por la centro-derecha. Ahora, con los resultados de Brasil de primera vuelta, los porcentajes se mueven 1% hacía la centro-izquierda y queda en 52%/48%. Es decir que se mantiene el equilibrio de fuerzas políticas y los Congresos pasan a ser gravitantes en los gobiernos de Sudamérica. La democracia está intacta.
Los precios mandan
Lula y Bolsonaro, como el resto de los presidentes y candidatos miran los índices del precio al consumidor antes que las encuestas. “¿Acuerdo de precios o estimulo de la demanda?” “¿Subo las tasas o impulso el crédito?” Cada maniobra tiene efectos inmediatos en los consumidores y votantes. El “humor del bolsillo” determina las elecciones cuando hay muy poco margen para gobernar con inflación o recesión inducida por los bancos centrales y las ideologías son muchos menos románticas que antes. Boric puede dar fe de esto.
Esta versión de Lula negociando con la centro-derecha beneficia a Alberto Fernández y a Sergio Massa pero no a Cristina y la Cámpora. La nueva versión de Lula coincide más con los planes políticos y económicos del Frente Renovador que con los del Frente de Todos. Si baja la inflación en Argentina será a costa de contener la demanda y ahorrar divisas, eso lo puede tolerar un ministro como Massa pero no una vicepresidente como Cristina. Juegan en la misma cancha, pero partidos distintos.
Tomás Lanusse es Director de la consultora Fuente Primaria