Larissa Foreman nació en 1960 en Estados Unidos. Fue una buena estudiante, una empresaria exitosa y una madre dedicada pero todo aquello pasó a segundo plano cuando un conflictivo divorcio terminó en homicidio.
Larissa creció en una granja en Clarence, Missouri, y cuando tuvo edad para estudiar inició la carrera de bioquímica. Mientras trabajaba en un geriátrico conoció a Timothy Schuster, quien en ese momento estaba estudiando enfermería.
En 1982 se casaron y tubieron tres hijos y algunos años después, en 1989, ella consiguió un empleo muy bien remunerado en un laboratorio de investigaciones en agrocultivos y se mudaron a Fresno, California.
Al poco tiempo, Larissa dio el salto y abrió su propio laboratorio: Central California Research Labs. Cada vez ganaba más dinero pero para el 2001 las diferencias monetarias con su marido eran importantes. Fue entonces cuando empezaron las discusiones.
A principios del año 2002 en la casa vivía Larissa junto a su esposo y su hijo Tyler. Kristin se había ido a vivir con sus abuelos para continuar con sus estudios universitarios. Mientras Larissa se abocaba de lleno a hacer crecer su empresa, Timothy manejaba el departamento de cardiología del Centro Médico Saint Agnes.
En febrero de ese mismo año ella pidió el divorcio y se inició una batalla sobre la custodia de Tyler y la división de bienes.
Larissa sentía que era injusto que su esposo se quedara con lo que ella había ganado con tanto esfuerzo y cuando él pidió un millón de dólares la rabia la carcomió.
La convivencia entre Larissa y Timothy era tan espantosa que el 4 de julio de 2002, él decidió mudarse a un condominio. Uno de esos días, aprovechando que ella estaba de viaje por negocios, Timothy se llevó algunos muebles de la casa donde había vivido a su nuevo hogar.
Al volver, Larissa montó en cólera y dijo, ante algunos colaboradores en el trabajo, que si mataba a su marido sus problemas se acabarían. Todos pensaron que era un chiste.
El 8 de agosto de 2002, Larissa le pidió a una química amiga, Leslie Fichera, que alquilara una baulera a unos kilómetros del laboratorio. La excusa era que quería guardar algunas cosas fuera de la vista de Timothy.
Foreman le pidió ayuda a su empleado y sabiendo que Timothy estaba fuera, entró a su hogar por la fuerza, recuperó los muebles y los guardó en esa baulera.
El macabro plan
En abril del año 2003, Larissa compró un enorme barril, de más de 200 libros y lo hizo enviar a su laboratorio. Cuando lo vio le preguntó a un empleado si creía que allí podría entrar una persona. Pregunta extraña que su interlocutor no olvidó.
Por otro lado, había comprado enormes cantidades de ácido clorhídrico, ácido sulfúrico y ácido acético. Era algo altamente inusual para su laboratorio. Su química, colaboradora y amiga, Leslie Fichera, reconoció que en la empresa no se requería usar más de una botella de ácido clorhídrico por año.
En junio, un vecino de Larissa la vio moviendo, por el costado de su garaje, el enorme barril azul.
La noche del miércoles 9 de julio de 2003, Timothy Shuster (45) comió con compañeros de trabajo: Mary y Bob Solís y Víctor Uribe. Mary y Timothy acababan de perder su empleo en el sanatorio St Agnes. Quedaron en encontrarse a la mañana siguiente en el hospital para hacer el papeleo de desvinculación. Pero Timothy Schuster nunca llegó a la cita. S
Sus amigos hicieron la denuncia pero las autoridades les dijeron que había que esperar 24 horas. Pasado ese tiempo, como no dio señales de vida, comenzó la investigación.
La lista de sospechosos que la Policía quería interrogar estaba encabezada por su ex mujer. Ella parecía tener muchas razones para desear que Timothy desapareciera del mapa y solía comentarlo públicamente.
En el allanamiento a la casa de Timothy descubrieron una pistola debajo de un almohadón. Parecía la prueba de que el dueño de casa temía algo. Dentro de un maletín encontraron un microcassette y una grabación con los mensajes de Larissa.
Estaba tan acorralada que tuvo que terminar admitiendo que lo había llamado. Aseveró que había sido para estar segura de que él no interferiría con sus planes de viaje a Disney con Tyler. Les pidió disculpas por no haberlo dicho antes. La dejaron ir.
Sin embargo, ella tenía que resolver “el tema del barril azul”. Había que llevarlo al depósito que había alquilado. Sabía que estaría vigilada y necesitaba un camión para moverlo sin llamar la atención. Consiguió que su amiga Leslie alquilara uno y logró trasladarlo. Agotada, el domingo 13, por la mañana, Larissa y Tyler partieron a su viaje mágico.
En su breve ausencia, la investigación continuó. Los detectives encontraron en la camioneta de Timothy su billetera, sus llaves y su teléfono celular, donde escucharon mensajes furiosos de Larissa. En uno le decía a los gritos: “Eres un pusilánime, no tienes columna vertebral. ¡Espero que te quemes en el infierno uno de estos días!”
Mientras ella estaba en los parques de diversiones, la policía aprovechó y llamó a declarar al empleado de Larissa, James Fagone. Durante los allanamientos en la casa de James, la policía encontró un recibo de una pistola paralizante y dos baterías para cargarla. En el disco rígido de su computadora se halló que había tipeado varias veces “puede el cloroformo hacer que te desmayes”.
James Fagone no aguantó ni medio interrogatorio. Enseguida se quebró y reveló todo: él y Larissa eran los responsables de la desaparición de Timothy.
La madrugada del jueves 10 de julio de 2003, Larissa llamó a su ex y le dijo que Tyler estaba enfermo. Con esa excusa logró que Timothy, un hombre de 1.83 metros y que pesaba unos 100 kilos, le abriera la puerta de su casa.
James y Larissa tenían todo preparado para reducirlo con rapidez. Apenas abrió, James le disparó con una pistola paralizante. Se desplomó y Larissa aplicó contra su cara trapos impregnados con cloroformo. Juntos lo pusieron en el auto y lo llevaron a la casa de Larissa.
Una vez en el cobertizo lo ataron de pies y manos con cintas plásticas. Luego lo introdujeron inconsciente, cabeza abajo, en el barril azul con capacidad para 208 litros. Larissa empezó a verter dentro el ácido clorhídrico.
Según James, hasta ese entonces, él no sabía que ella tenía planeado asesinarlo. Admitió que la víctima parecía estar con vida porque había escuchado “algo así como una respiración y hacía ruidos”, pero que el cuerpo se percibía absolutamente “flojo”. “El ácido era tan fuerte que sentía que quemaba mis pulmones”, afirmó el joven.
Como no podían poner la tapa, Larissa tomó un serrucho y ella misma le cortó los pies. Según el relato de James, ella no soportó la escena y le pidió que tapara, de una vez por todas, el barril. En los días posteriores al crimen movieron el cadáver del cobertizo al sitio alquilado para almacenaje.
El 14 de julio la policía consiguió órdenes de allanamiento para la unidad de almacenamiento alquilada, el laboratorio y la casa de Larissa. Detrás de la casa de la bioquímica, en medio de la basura, encontraron una caja con seis botellas vacías de ácido clorhídrico.
Los análisis forenses de su computadora demostraron que el 13 de junio había estado buscando los siguientes términos: “ácido tejidos digestivos”, “ácido y tejidos digestivos animales” y “ácido sulfúrico”. Eran búsquedas incriminantes.
Cuando la policía llegó, el 16 de julio, a donde estaba guardado el tonel, encontró medio cuerpo de Timothy, sin pies. De la parte superior de su torso quedaban solamente un par de huesos de sus brazos. Nada de sus dientes ni de su cráneo.
Luego del macabro hallazgo, los detectives de homicidios fueron directamente hacia el aeropuerto de St Louis. Larissa estaba regresando de Disney. Fue detenida. Tenía con ella una tarjeta del lugar de almacenamiento y el código para abrirlo.