Un grupo de científicos implantó con éxito células del cerebro humano en ratas recién nacidas. El experimento que ha generado debates éticos se hizo para estudiar enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia o el autismo.
Ocurre que estudiar el desarrollo de estos desórdenes es difícil dado que los animales no los experimentan de la misma forma que los humanos que no pueden ser abiertos en canal para investigar estos fenómenos.
Los científicos podían ensamblar pequeñas secciones de tejido del cerebro humano a partir de células madre en placas de Petri de laboratorio, pero allí “las neuronas no crecen hasta el tamaño” real del cerebro humano, indicó Sergiu Pasca, autor principal del estudio y profesor de psiquiatría en la Universidad de Stanford.
Para superar estas limitaciones, los investigadores implantaron agrupaciones de células cerebrales humanas, llamadas organoides, en los cerebros de ratas recién nacidas, informó la agencia de noticias AFP.
“Al transpantarlos en esta etapa temprana, vimos que estos organoides llegan a tamaños relativamente grandes, se vascularizan de la rata y pueden cubrir un tercio del hemisferio cerebral” del animal, añadió Pasca.
Pruebas realizadas posteriormente demostraron que las neuronas humanas respondían a la estimulación del cuerpo de la rata y, al mismo tiempo, podían enviar señales a su organismo. Es decir que influían en el comportamiento de los roedores.
Tara Spires-Jones, profesora del Instituto de Investigación de la Demencia de la Universidad de Edimburgo, dijo que este trabajo “tiene potencial para avanzar en lo que sabemos sobre el desarrollo del cerebro humano y los desórdenes del neurodesarrollo”.
Pero también señaló que las neuronas humanas implantadas “no replicaban todos los rasgos del desarrollo del cerebro humano” con lo que hace falta depurar esta técnica. Spires-Jones, que no participó en la investigación, también apuntó a posibles problemas éticos como “si las ratas tendrán un pensamiento más humano y conciencia”.
Pasca señaló que la observación de los animales sugería que los implantes no los habían cambiado ni causado dolor y que había “barreras naturales” en las diferencias entre una especie y otra para evitar que la rata se vuelva demasiada humana.
Pero en especies más cercanas a los animales, estas barreras puede que no existan, dijo Pasca, que no apoyaría usar esta técnica en simios por ejemplo. Sin embargo, el científico consideró que hay un “imperativo moral” de encontrar formas de mejorar el estudio y el tratamiento de estas enfermedades.