Fue el domingo 13 de agosto de 1961 cuando la mitad oeste de Berlín se ilumino y la mitad este se oscureció. Comenzaba la construcción del famoso muro que dividía la ciudad en dos y con ello la vida de muchos ciudadanos.
El lado oeste se caracterizaba por la música proveniente de los bares, discotecas y el bullicio de los restaurantes colmados de franceses, canadienses, británicos y americanos. Quince años antes se había terminado la destrucción total que había provocado la Segunda Guerra Mundial.
En el sector este la sociedad se mantenía bajo el dominio soviético. El clima que se respiraba era callado, austero y empobrecido totalmente. Por estas razones eran varios los jóvenes que cada noche se cruzaban al oeste para disfrutar de la vida nocturna, también cuando el sol afloraba iban en busca de trabajo y progreso.
Todo esto cambió cuando la madrugada del domingo varios camiones hicieron su aparición. En ellos se transportaba miles de metros de alambres de púas, excavadoras y postes gigantes que se usarían para establecer una frontera a lo largo de 44 kilómetros de la Alemania derrotada.
El histórico paredón nació por el enfrentamiento de dos economías junto a las chispas entre dos lideres. La gran razón fue pura decisión estratégica ya que las Naciones Unidas no exigieron la reapertura de la ciudad ni el occidente se movilizo efectivamente. Así, el 8 de septiembre los alambres de púas y grandes columnas darían inicio a casi tres décadas de horror.
En 1989 la Unión Soviética comenzó a derrumbarse y con ella el muro y la división de Berlin. Los berlineses pusieron manos a la obra entre el 9 y 10 de noviembre para luego dejar piedras molidas sobre el suelo alemán.
Sesenta años se cumplen hoy. Algunos lo llamaron el Muro de la Vergüenza aunque fue tolerado por todo el mundo y aguantado durante 28 años.