La historia de Charles Feeney es digna de contar. Este hombre de 90 años llegó a amasar una fortuna superior a los 8 mil millones de dólares, sin embargo, decidió donar ese dinero y hoy vive en un pequeño departamento.
Su fortuna la consiguió cuando, en 1960, dio un cambio a su negocio: decidió que las tiendas que utilizaba para vender productos a los militares norteamericanos que viajaban a Europa se convirtieran en tiendas libres de impuestos. Así creó, junto a su socio Robert Miller, un imperio empresarial al que todos aquellos que hayan tomado un avión alguna vez habrán ayudado a levantar. Su empresa, Duty Free Shoppers (DFS), emplea hoy a más de 9.000 personas en todo el mundo.
Según destaca Clarín, más allá de los éxitos en los negocios, lo que a Charles Feeney de verdad le interesaba era ayudar a los demás y comenzó a donar dinero a distintas asociaciones y proyectos por todo el planeta. Feeney viajaba por el mundo con sus negocios, pero aprovechaba para conocer las necesidades que tenían diferentes colectivos a los que, de forma secreta y desinteresada, entregaba grandes cantidades de dinero.
Su biógrafo, Conor O’Clery, asegura que la vida de Feeney cambió después de leer ‘Riqueza’, la obra de un famoso filántropo norteamericano llamado Andrew Carnegie que también es conocida como ‘El evangelio de la riqueza’. Algunas frases como “morir rico es morir en desgracia” hicieron cambiar a Charles Feeney.
Cuando cumplió 50 años, el magnate de los negocios decidió crear una fundación para canalizar sus donaciones. Así, en 1982 nacía The Atlantic Philanthropies, una ONG destinada a distribuir su fortuna por todo el mundo a través de donaciones a las causas más diversas.
Sin embargo, durante los primeros 15 años de existencia, esas donaciones seguían haciéndose en secreto, por lo que hubo quien le colgó el apodo de ser el James Bond de la filantropía. Ahora, a sus 89 años, Charles Feeney puede echar la vista atrás y sentirse satisfecho con lo que hizo con su vida.
Tal y como publica la BBC, su organización filantrópica dejará de existir a finales de este año porque cumplió su propósito: entregar todo su dinero a causas justas mientras estuvo en vida. En total, unos 8.000 millones de dólares, más de 7.000 millones de euros al cambio.
La causa más cercana a su corazón fue la educación y recibió el mayor porcentaje de donaciones. La Universidad de Cornell, su alma mater, recibió casi un billón de dólares a lo largo de los años para proyectos como la construcción de un campus tecnológico.
Otros 870 millones de dólares fueron destinados a causas sociales enfocadas en los derechos humanos. Donó 62 millones en subsidios a grupos que trabajan para abolir la pena de muerte en Estados Unidos y 76 millones para campañas que promovieron el proyecto de Obamacare.
La salud fue otra de las grandes causas en la que Feeney puso su atención. Donó más de700 millones en ayudas a este sector, incluyendo un subsidio de 270 millones de dólares para mejorar el sistema de salud público en Vietnam y un cheque de 176 millones al Instituto de Salud Cerebral Global de la Universidad de California, San Francisco.
Charles Feeney, Chuck para sus amigos, vive hoy junto a su esposa en un pequeño departamento de dos habitaciones en San Francisco. No necesita más porque él es feliz así, igual que con su reloj de diez dólares. Su forma de ver la vida influyó en otros grandes millonarios como Warren Buffet o el matrimonio Gates, que se sumaron a su iniciativa de “donar mientras se vive”. Un gran hombre.