El nuevo gobierno de Afganistán, de línea dura pese a que los talibanes prometieron que sería representativo, se enfrenta desde este miércoles al reto de convencer de sus buenas intenciones, en medio de manifestaciones organizadas en las grandes ciudades del país.
Como en estos últimos días, este miércoles se produjeron varias protestas contra el régimen talibán, tras la muerte la víspera de dos personas en Herat (oeste). Un pequeño grupo de manifestantes fue rápidamente dispersado por los talibanes en Kabul. Lo mismo ocurrió en Faizabad (nordeste), según medios locales.
En el poder desde mediados de agosto, dos décadas después de haber impuesto un régimen fundamentalista y brutal en Afganistán entre 1996 y 2001, los talibanes anunciaron el martes la composición de un gobierno interino. Todos los miembros de este ejecutivo, dirigido por Mohammad Hasan Akhund, un excolaborador cercano del fundador del movimiento, el mulá Omar, son talibanes. Y casi todos pertenecen a la etnia pastún. Varios nuevos ministros, algunos de los cuales ya eran muy influyentes en el anterior régimen talibán, figuran en las listas de sancionados de la ONU. Cuatro de ellos pasaron por la cárcel estadounidense de Guantánamo.
Abdul Ghani Baradar, cofundador del movimiento, es vice primer ministro, y el mulá Yaqub, hijo del mulá Omar, titular de Defensa. La cartera de Interior es para Sirajuddin Haqqani, líder de la red Haqqani, la facción más violenta de los talibanes y calificada de terrorista por Washington.
Durante el anuncio del gobierno, el portavoz de los fundamentalistas, Zabihullah Mujahid, dijo que el gabinete “no estaba completo” y que intentarían “tomar gente de otras partes del país”.
Estados Unidos señaló inmediatamente la ausencia de mujeres y se dijo “preocupado” por “las afiliaciones y los antecedentes de varios de estos individuos”. E insistió en que se evaluará al nuevo régimen “por sus acciones, no por sus palabras”, en términos del secretario de Estado Antony Blinken.
Este miércoles y desde Alemania, Blinken mantendrá una reunión en línea con ministros de otros 20 países aliados para intentar trazar una estrategia común frente a este gobierno. ”Queremos ver cómo lograr una manera de actuar común frente a los talibanes que también sirva a nuestros intereses: el respeto de los derechos humanos fundamentales, el mantenimiento de las vías de salida del país, el acceso humanitario y la lucha contra los grupos terroristas como Al Qaida y el Estado Islámico”, dijo el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas.
Y sí, el ejecutivo talibán despierta preocupación en la mayoría de la comunidad internacional, en China fue recibido como el “fin de la anarquía” y una “etapa importante para restablecer el orden en el país”, según un portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores. Por su parte, la Unión Europea (UE) también lamentó el miércoles que el nuevo gobierno no sea un grupo “inclusivo y representativo” del país, tal y como habían prometido. Desde Catar, en el centro de las negociaciones diplomáticas, la viceministra y portavoz de Relaciones Exteriores del emirato, Lolwah al-Khater, estimó que los talibanes “han mostrado una buena dosis de pragmatismo” y deben ser juzgados por sus acciones.
Desde que llegaron al poder, los talibanes han querido mostrarse más abiertos y moderados, pero sus promesas no acaban de convencer y muchos temen que vuelvan a imponer el régimen fundamentalista de los años 1990, especialmente atroz con las mujeres.
Pramila Patten, responsable ONU Mujeres, agencia sobre la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, consideró que su ausencia en este gobierno “ponía en duda el reciente compromiso (de los talibanes) para proteger y respetar los derechos” de las afganas.
En un comunicado, el líder supremo del movimiento, Hibatullah Akhundzada, afirmó que el gobierno “trabajará fuerte para defender las reglas del islam y la sharia”, la ley islámica, aumentó la inquietud ante el temido régimen. Pero el país que gobiernan ahora no es el mismo que hace dos décadas, y los talibanes se ven confrontados a unas manifestaciones que no tenían lugar entonces.
El martes, por primera vez, se produjeron víctimas mortales en estas protestas. En Herat, dos personas murieron y ocho resultaron heridas por disparos, según médicos locales.
Para el portavoz Zabihullah Mujahid, estas marchas son “ilegales”, mientras “no se hayan proclamado las leyes”. Por ello pidió a la prensa “no cubrirlas”.
El martes, también se oyeron disparos al aire en Kabul para dispersar las protestas contra la represión de los fundamentalistas en el Panshir, un reducto de resistencia, y la supuesta injerencia de Pakistán en los asuntos afganos.
Según la Asociación Afgana de Periodistas Independientes (AIJA), 14 reporteros, afganos y extranjeros, fueron detenidos brevemente el martes por los talibanes durante las manifestaciones, protagonizadas en su mayoría por mujeres.
La rebelión en el valle del Panshir, tradicional bastión antitalibán, está liderada por el Frente Nacional de Resistencia (FNR) y su jefe Ahmad Masud, hijo del famoso comandante Ahmed Shá Masud, asesinado en 2001 por Al Qaida. Los talibanes aseguran que controlaban todo el territorio, pero el FNR aseguró que la lucha continúa. Según el FRN, el nuevo gabinete talibán es “ilegítimo” y pronto creará un gobierno propio, tras haber consultado a “importantes personalidades afganas”.