Cuando se abrazaron emocionadas no se querían separar más. La pesadilla había terminado. Justo a tiempo porque se estaban quedando sin esperanzas. Los médicos les habían avisado que se preparan para llorarla, para despedirla. Fueron cuatro larguísimos meses de lucha en la que había perdido más batallas de las que había ganado. Pero jamás se rindieron; crearon su propio milagro.
Y allí estaban, felices hasta las lágrimas, la madre aún convaleciente y las exultantes hijas, sollozando en la puerta del Centro de Rehabilitación Dumont en New Rochelle, Nueva York, mientras el resto de la familia, respetando el distanciamiento, acompañaba el emocionante momento que el nuevo coronavirus no pudo impedir, aunque lo intentó con ferocidad.
Así, contra todo pronóstico, Gigi Martínez salía recuperada del Covid-19, que la había tumbado en una cama de hospital durante cuatro durísimos meses, en los que batalló contra una insuficiencia renal y cardíaca, y una sepsis. Era la primera vez que salía a la calle desde aquel lejano 28 de marzo, cuando se infectó con el temido virus.
“Es un milagro”, sintetizó la feliz Cristine, una de las hijas de Gigi, con una sonrisa resplandeciente pero con los ojos cansados, colorados, hinchados. Es que la familia no la había pasado tampoco nada bien. “Los médicos le dieron cero oportunidades y nos dijeron que ‘hiciéramos arreglos…”, agrega Milagros Rivera, otra de las tres hijas de Gigi, quien la llama una “verdadera guerrera”.
Gigi Martínez tiene 60 años y es de New Rochelle. En marzo se contagió con el nuevo coronavirus y tuvieron que internarla porque su salud se complicó rápidamente. Ingresó al Hospital Lawrence y a los pocos días ya estaba en cuidados intensivos conectada a un respirador artificial.
La cosa estaba muy mal. Los médicos le informaron a la familia que la mujer, que también es abuela, tenía muy pocas posibilidades de salvarse. Y les dijeron que se preparan para despedirla, que su caso era terminal. Pero tanto Cristine como sus hermanas no lo aceptan.
“Tres médicos les dijeron que me dejaran ir… pero ellas siguieron luchando por mí”, contó la recuperada Gigi a Pix11, “Nunca pensé que perdería a mi madre por esto”, dijo Rivera. “Somos una familia de oración. Nos conectábamos por FaceTime cada noche y rezamos con ella. Creo que se le dio otra oportunidad en la vida”.
Cuando le preguntaron a Gigi lo primero que quiere hacer cuando esté un poco más fuerte, no dudó en su respuesta. “Cuando mejore, iré a mi Iglesia”.