Pese a haber realizado uno de los confinamientos más estrictos del mundo, y la obligatoriedad generalizada de la mascarilla y la realización de millones de pruebas, España vuelve a ser uno de los países con más contagios de coronavirus, un caso aparte que tiene intrigados a epidemiólogos y sociólogos.
España ya era uno de los países con las cifras más altas de fallecidos, más de 28.800 según el recuento oficial. Ahora es el país de Europa occidental con mayor número de casos diagnosticados, unos 386.000.
Con 143 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en las dos últimas semanas, su tasa de contagio supera de lejos la de sus vecinos (en Francia son 50, por ejemplo), según un cálculo de AFP a partir de datos oficiales.
Las autoridades reiteran que uno de los factores que explican el incremento es la mayor realización de tests.
España ha realizado más de 5,3 millones de pruebas desde el inicio de la epidemia, equivalente al 11,5% de su población. Un dato sin embargo inferior a los de Alemania (12,2%), Italia (12,8%), Bélgica (13,6%) o Reino Unido (22,1%).
Algunos especialistas cuestionan los efectos del confinamiento severo aplicado desde mitad de marzo hasta el 21 de junio.
Durante el confinamiento, suavizado en el último mes y medio de ese período de manera muy progresiva, los españoles sólo podían salir solos y por razones imperiosas.
Salir a pasear o hacer deporte estuvo prohibido hasta principios de mayo, y durante seis semanas los niños no tenían permitido salir bajo ningún concepto, un régimen más restrictivo que el aplicado a la posibilidad de pasear animales domésticos, actividad que estaba habilitada desde el principio.
“La severidad del confinamiento” y luego “las ganas de hacer las cosas que no ha podido hacer tuvo un efecto rebrote”, afirma Salvador Macip, médico investigador en la Universidad de Leicester y autor de “Las grandes epidemias modernas”.
Macip destaca también los errores de comunicación de unas autoridades que presentaron las normas de conducta como una “nueva normalidad”, “sin explicar que todo eso no era normal y que había que actuar con vigilancia”.
Jorge Ruiz Ruiz, sociólogo en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados, manifestó una explicación similar al afirmar que “el aislamiento absoluto no puede haber sido una buena estrategia para promocionar la responsabilidad social de los ciudadanos” una vez recobrada la libertad.
Ante el aumento de los contagios, el gobierno adoptó a mitad de agosto, una serie de medidas dirigidas a las salidas nocturnas: cierre de discotecas, restricción de horarios para bares y restaurantes.
Todo ello sumado a la obligación de la mascarilla en el espacio público y la recomendación de limitar las reuniones constituye, en palabras de Jorge Ruiz Ruiz, un conjunto de reglas “extremadamente difíciles de llevar a cabo” para los jóvenes, a quienes se les pide “que no se desinhiban de ninguna manera cuando salen a divertirse”.
Además, el funcionamiento casi federal del Estado español, donde la salud pública es competencia de cada una de las 17 regiones, complica aún más la aplicación de una normativa unificada.
El doctor Mancip critica por ello la complejidad “de las herramientas jurídicas para coordinar una respuesta nacional. Por ejemplo, cuando necesitamos cerrar una región, nos dimos cuenta de que era imposible”, dice.
“Trabajar de manera colaborativa ha sido una desventaja y lo sigue siendo”, reconoce la secretaria de la Asociación Madrileña de Salud Pública, Pilar Serrano, profesora en la Universidad Autónoma de Madrid.
Entre finales de junio y principios de julio España reabrió sus fronteras sin restricciones. Más de dos millones de extranjeros viajaron al país en avión en julio, según el gobierno.
“El desconfinamiento llegó muy rápido para aprovechar la temporada de las vacaciones, los turistas (...) con muchos más movimientos que en otros países”, recuerda Salvador Mancip.
Las autoridades creen que la circulación del virus se vio también propiciada por la migración de los temporeros agrícolas, que se desplazan de una región a otra del país y viven en condiciones muy precarias sin acceso a pruebas PCR de detección del virus.